[dropcap]A[/dropcap]gustín Casillas es el escultor de Salamanca. Es, con mucho, el que tiene colocadas más esculturas a lo largo y ancho de la ciudad. En los doce años de mi alcaldía fueron tres los trabajos que le fueron encargados. En el Parque de Pablo Picasso, cerca de la calle donde mantenía su taller el artista, Casillas tiene colocada una cabeza del pintor malagueño. De gran originalidad, Picasso nos mira a través de unos ojos penetrantes. Una mano del Guernica, la paloma de la paz y un gallo sobre la frente conforma una composición en la que se representa de forma magistral a uno de los pintores más geniales de todos los tiempos.
Del mismo artista es la cabeza de Diego de Torres Villarroel, el profesor polifacético que lo mismo ejercía de médico que de cura, de astrólogo que de matemático, sacerdote, bailarín, torero o guitarrista. El profesor sagaz para el que se escogió el mejor lugar para lucir su sabiduría, al lado de la Cueva de Salamanca y la torre del marqués de Villena, recoveco reservado para nigromantes y alquimistas. El hombre que engañó al ecónomo de la Universidad que no quería abonarle los globos terráqueos por no ser libros, esferas adquiridas por él para enseñar a sus alumnos los conocimientos de geografía. Diego Torres se las ingenió para cobrar la factura, escribió en el albarán que se trataba de una partida de libros redondos.
Casillas estudió en profundidad el personaje y llegó a conocerle de tal manera que al ver su escultura te das cuenta de que estamos ante un ser diferente, de los que muy de cuando en cuando nos da generosamente la naturaleza. La escultura de Casillas aporta a este maravilloso e intrigante rincón salmantino una belleza para admirar y una historia más que conocer por los salmantinos y por cuantos nos visitan.
Por último Casillas es el autor de otra obra genial, el monumento al Tamborilero Charro. El escultor se basó en Medes, el mesonero de Villamayor, el genial tamborilero que a su buen hacer con la gaita de tres agujeros y el tamboril añadía su buen humor y socarronería. Con Medes no habías penas. Recuerdo que el 19 de abril de 1979, después de mi primera toma de posesión de la alcaldía, el recién nombrado grupo de gobierno fue a celebrarlo a su bar de Villamayor. En su local nos recibió con gran regocijo y nos deleitó con un recital de folclore charro. La escultura fue colocada en Pizarrales, en una placita recoleta. Los socialistas considerábamos que los barrios periféricos también debían disfrutar de obras de arte. Este fue el criterio sobre las ubicaciones de esculturas en los doce años de mis tres mandatos.
A la inauguración asistieron dulzaineros y tamborileros de toda la provincia. Eran las ferias de 1986 y en Pizarrales se dieron cita “Josepe” de El Cabaco, “Don Titón” de Mogarraz, “El Guinda” de La Alberca y “El Mozo” de Villanueva del Conde. Recuerdo la emoción de Medes y de toda su familia cuando el tamborilero de Villamayor leyó unos ripios donde recordaba la intensa relación que siempre había existido entre el barrio obrero de Pizarrales y el pueblo de las canteras que dieron vida a Salamanca.
Nicomedes Castro Alonso está presente para siempre, plasmado en bronce por Agustín Casillas, para que las generaciones venideras conozcan de primera mano a “Medes” vestido de charro, interpretando una de sus famosas charradas.