Me comenta mi acompañante que últimamente ver el telediario supone no probar bocado, al ver todo lo que sucede en nuestro país. Le tengo que dar la razón al ver que la noticia que abre el telediario es la violación de una menor de once años por seis menores en unos baños de un centro comercial de una ciudad catalana.
Esa misma noticia anuncia que tres de ellos son inimputables por ser menores de catorce años y, al parecer, la mayoría estaban siendo tutelados por la administración. Otra vez más una tutela en entredicho, por la que presuntamente no responderá nadie.
Aparte de la brutalidad señalada, por cómo sucedieron los hechos, la no credibilidad que se le dio a la pequeña víctima cuando pidió ayuda, hace que la noticia me ‘enerve’ todavía más. Seguramente porque me pasa por la cabeza cosas que veo, cosas que oigo, cosas que me cuentan o vivencias que puedan situar en algún entorno.
Ciertamente, no sé qué me avergüenza más, si los adultos por serlo y seguir ignorando la realidad o los que la llamada Ley del Menor dice que hay que proteger sin tener en cuenta el delito que cometen y los daños a la víctima.
Vuelvo a incidir en la impunidad de menores, que son mayores para otras cosas y no para asumir las consecuencias de sus actos. Niños para unas cosas y adultos para otras, pero no pasa nada porque nunca pasa nada, aunque lo que pase para la víctima sea ya una carga de por vida. Veamos los tristes ejemplos por lo que nadie sale a la calle y saque los colores, si es que les quedan, a quienes no se dan por aludidos.
Al mismo tiempo, pensamos que todo está bien porque no se habla de ello y cuando se habla, la trasparencia y la verdad se convierten en algo que oímos alguna vez mientras hablábamos de unos valores ya en decadencia, viendo ejemplos que dejan al descubierto que la ética no está de moda.
Pero seguimos afirmando que la Ley del menor funciona y ahí tenemos otro ejemplo más de que quizás en tiempos pasados lo hiciese, aunque dudo de sus resultados incluso en sus inicios, pero ahora no. Solo hay que ver lo que pasa en la calle, en los centros educativos y en otros sitios en el que muchos menores imponen su ley, mientras el miedo de sus víctimas y la indiferencia de los adultos, hace que campen a sus anchas, buscando el rol que acabaran adaptando a su manera de vivir adulta si no se hace nada con ello y esa ley obsoleta no se modifica como se hace con otras leyes y se corrige lo que se ve que claramente no funciona ni lo hará nunca, tal y como está.
Una ley que protege a los agresores porque tienen derechos como menores que son y desprotege a la víctima, que tiene los mismos derechos porque también es menor igual que sus agresores, pero aquí se vulneran todos sin que importe mucho lo que les pase o lo que sufran de por vida, como ya lo hemos visto más veces.
Se crean silencios o se construyen imaginarios para no ver, ni oír, ni dar explicaciones y la pregunta sería qué pasa con los niños, niñas y adolescentes para llegar a esto, pero también qué pasa con los adultos que permiten que todo esto ocurra, avalados por el silencio, el cargo o una ley que debe ser modificada lo antes posible y que sigue siendo una vergüenza para un país que celebra los Derechos de la Infancia, mientras permite la vulneración de los mismos.