Cada vez tengo más claro hasta donde llega la maldad y la malicia humana y no solamente la de los niños. He de decir que los adultos somos francamente peores. Esperamos que otro siembre para ir a recoger, sin esfuerzo, sin habérnoslo ‘currado’, pero aquí, quien no corre vuela, como dicen en esta vieja Castilla envejecida y no exenta de mentes torticeras, que hacen su particular agosto y no precisamente en las maravillosas playas de esa comunidad en la que la paella se vuelve un pecado en los paladares que por allí pasan.
Quizás sea la percepción de quien ya está bastante aburrida y cansada de tropezar con la misma piedra siempre. Quizás eso sea lo único que haya o quizás sean las que ponen en el camino esperando que nos acabemos queriendo y esas cosas. Pero he de decir que el amor ya es mutuo, así que seguiré viendo y queriendo las doradas piedras de esta Castilla y disfrutando de las maravillosas playas españolas en cuanto me sea posible y la ‘dispensa’ me sea otorgada.
Han pasado unos días desde mi última columna y tendría tanto que decir y que contar, pero me voy a centrar en lo importante, en eso que de verdad me importa y que debe de ser importante, cuando resulta que ahora sí importa y quizás demasiado. Espero que siga importando las próximas navidades, cuando faltan sillas en la mesa o en septiembre cuando el monstruo que roba vidas, que no aparece en los cuentos con final feliz, con ese nombre que suena a inglés y que en algunos sitios todavía está prohibido nombrar porque no resulta correcto o porque molesta a quien debería solucionarlo.
Como prohibido sigue siendo nombrar a quienes arreglan los problemas de otros, mientras salen los egos y se cuela alguna medalla en el ranking de lo que no se cree nadie.
Poco cambia en esta Castilla tocada y posiblemente hundida ante cosas necesarias y fundamentales, pero lo fundamental para unos, no lo es para otros y el silencio cómplice se antepone a vidas humanas, a infancias rotas y adolescentes con un futuro incierto.
Nunca vi tanta cobardía junta y tanto silencio interesado, pero nunca creí que costara tanto admitir lo que esta bien y lo que no lo esta. Errar es de humanos y hablar también. Huir y no dar la cara sigue siendo deporte nacional, pero poco importa a quien nunca le importo, como decía esa añorada vecina de mi infancia que tanto me enseñó.
No quisiera irme de aquí, dejando mal sabor y que ustedes piensen que paso por aquí para apretar las tuercas de vez en cuando, pero la percepción de cada uno y a quien se lo dediquen es algo que es propio de la mente de cada quien, por lo que dejo a su elección poner la dedicatoria a quienes consideren oportuno, mientras yo me debato entre la diplomacia y el arte barriobajero que da la potestad de tener libertad y usarla como uno quiere.
Asociación Salmantina Contra el Bullying y el Ciberbullying