Opinión

En recuerdo de dos estudiantes asesinados

La placa que recordaba el suceso y que fue retirada en julio de 1936 de la Plaza de la Libertad.

Con el tiempo se perdió la placa que recordaba los sucesos de Abril de 1903 pero quedan sus esencias.

Comienzos del siglo XX: Salamanca padecía como nunca paro, hambre, insalubridad y las facultades de Medicina y Ciencias habían sido suprimidas y centralizadas en Madrid.

Con el apoyo financiero del Ayuntamiento y la Diputación, estas disciplinas pudieron seguir abiertas gracias a las llamadas ‘facultades libres’.

Desde Marzo de 1903 los estudiantes de España se manifestaban casi a diario contra una reforma universitaria injusta.

En Salamanca también se movilizaban los estudiantes pero los nefastos sucesos que se produjeron el 2 de Abril de 1903 no tuvieron nada que ver con esa cuestión.

Hace 120 años, el estudiante de derecho José Mariano Laíta se enfrentó a otros mozalbetes de la ciudad por quítame allá esas pajas y el altercado llegó a las manos. Tanto el estudiante como los otros jóvenes fueron detenidos y llevados ante el inspector de vigilancia Seperio Benito, pasando la noche en el calabozo.

Al día siguiente y ante el juez de guardia, el estudiante achacó la parcialidad del inspector al no requisar una navaja que llevaba uno de la parte contraria -algo prohibido-.

Cuando el juez decide imponer sanciones administrativas a los implicados, al parecer, el estudiante lo hizo silbando, y en ese momento el inspector lo detuvo y se lio a bofetadas con al estudiante Laíta.

La noticia corre como la pólvora por la ciudad y los estudiantes reunidos en el Aula de Fray Luis de León deciden manifestarse en la Plaza de Anaya contra el atropello sufrido por uno de ellos.

Enterado el rector Miguel de Unamuno pide hablar con el gobernador y con una representación de los estudiantes para evitar males mayores ante el cariz que iban tomando los acontecimientos. Los estudiantes deciden seguir en sus trece y comienzan las proclamas pidiendo el cese del inspector y sus violentos métodos. Se dice que el rector pudo resultar atropellado por la masa estudiantil en las mismas escalinatas de la Facultad de Filosofía y Letras.

El gobernador Joaquín Velasco escribe un telegrama al ministro de la Gobernación Maura y este responde que actúen con contundencia para imponer el orden.

La Guardia Civil dirigida por Serapio Benito actúa con contundencia utilizando caballos, porras y fusiles máuser. Los estudiantes se repliegan hacia el Patio de Escuelas y son acorralados, debiendo esconderse en el edificio histórico de la Universidad donde la legislación no permitía la entrada de las fuerzas de seguridad.

El mencionado Benito da la orden de apostar guardias de asalto en la torre mocha de la catedral frente al edificio de la Universidad con fusiles apuntando al interior y haciendo una descarga que impacta mortalmente en dos estudiantes: Federico García Gómez, de Derecho, e Hipólito Vicente, de Medicina, además de herir gravemente a Emilio Carreras, de Medicina y otros varios con menores heridas. Es de destacar la presencia de profesores de la Universidad en el interior recibiendo uno de ellos un disparo que hizo un gran agujero en su capa.

El tremendo suceso se expande por la ciudad que decide implicarse y ante el cariz que tomaban los acontecimientos, el rector logró reunir a los estudiantes y convencerles de que se hará oír ante el Gobierno de la nación. En sus gestiones logró la destitución del inspector de la Guardia Civil y del Gobernador.

El Ayuntamiento para que nunca se olvidaran estos sucesos hizo fabricar una placa de mármol y colocarla en la Plaza de la Libertad allí donde antes hubo una estatua en honor de los salmantinos que lucharon y liberaron la ciudad de la ocupación de las tropas napoleónicas.

Esta placa fue arrancada y secuestrada tras el 18 Julio de 1936 cuando se produjo el golpe de estado, ya que las nuevas fuerzas no eran partidarias ni de la libertad, ni de los estudiantes revoltosos además de cambiar el nombre de dicha emblemática plaza por la del falangista Onésimo Redondo.

Desde entonces la placa que conmemora estos hechos está perdida en alguna sala municipal cuando bien debiera servir para recordar en la Plaza de Anaya este nefasto suceso, sabiendo que la Universidad de Salamanca es como una madre para los estudiantes, ya que debe recibirlos, cuidarlos y devolverlos educarlos y formados.

Por. José Luis Salamanca. 

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