Guillermo de Baskerville enseña a su pupilo Adso de Melk la importancia del saber, de los libros, casi perece por salvar volúmenes en esa biblioteca imaginada por Umberto Eco en ‘El nombre la rosa’.
El libro de Eco, año arriba año abajo, narra una historia de hace mil años. Si esos guillermos de turno no hubieran apostado por salvar los libros, ahora seríamos salvajes. Irene Vallejo en ‘El infinito en un junco’, le da las gracias a estos hombres y mujeres anónimos que escondieron, incluso jugándose la vida, libros prohibidos.
¡Qué tendrá el conocimiento que tanto pavor infunde! Casi siempre, las personas que echan al fuego el saber, es porque ya lo poseen, en detrimento de los que no lo podrán alcanzar si esos libros son devorados por el fuego.
Recientemente se ha publicado una encuesta en la que se señala que cuatro de cada diez personas no creen, que otras cuatro son creyentes, pero no practicantes, y solo dos son creyentes y practicantes.
Estos días en España, rara es la localidad que no ha vivido una procesión, un viacrucis o un rosario. El fervor, la devoción, la fe, el culto,…se han visto por televisión, en fotografías o en vivo. Pero nada más. No pasa de esta semana, porque los cimientos donde se asientan son endebles, ya que lo que sostiene una tradición no es el exhibicionismo, más bien es el saber.
En mayor o menor medida, los pasos que salen a hombros y los aparejos que llevan los procesionarios en el cortejo tienen mucho o cierto valor artístico, con firma o anónimos. Es doloroso comprobar que los propios portadores de las insignias de sus cofradías desconocen lo que llevan entre manos. Es muy atrevido por parte del pregonero de este año, alcalde de Salamanca a la sazón, y el presidente de la Junta de Cofradías decir que Salamanca tienen la Semana Santa mejor de España.
El Cristo de la Liberación es un obra de Vicente Cid Pérez. La Hermandad de Amor y Paz, porteadores del paso, se visten en el Palacio del Arzobispo Fonseca, una de los grandes monumentos arquitectónicos de Salamanca, visten trajes inspirados en la tradición textil charra, los acompaña un coro excelente y varios cofrades portan tabuletas firmadas por Jerónimo Prieto. Al preguntar si conocían al autor de los cuadros que llevaban en sus manos, no supieron decir la autoría. Los más avanzados nombraron a Picasso, Goya o Velázquez. Ninguno al autor salmantino, que está vivo, que les puede explicar cómo, en qué momento y por qué pintó así esas obras. ¿Quién es el responsable de que esos jóvenes, que son esponjas, no sepan el nombre y trayectoria del autor de las obras que llevan entre sus manos?
¿Para qué sirven las cofradías? Pregunta que se hace Álex García Montero, profesor y teólogo en la revista Pasión de Salamanca 2022, la respuesta que le darían los cofrades sería que “para seguir una tradición, para sacar unas imágenes a la calle en no sé qué fechas, para irnos de paella algún domingo de Cuaresma o ensayar llevando cargas alguna tarde noche fría del final del invierno. Es decir, algo común y compartido con cualquier asociación de vecinos”.
El acto que se vivió en el claustro del Palacio Arzobispo Fonseca fue precioso. Pena que no sea público. El recuerdo a los que ya no están, simbolizado en tres rosas negras, que conjugan la belleza del recuerdo de los difuntos y el luto por ellos es magnífico.
Todo en esta cofradía está pensado, su cortejo, su solemnidad, su puesta en escena,… Es complejo de entender que teniéndolo todo, las hermandades y cofradías no dediquen tiempo a difundir la cultura que tiene dentro, está en sus manos. Quizá no ganen más adeptos para la causa, o sí. Pero, sí que lograrían que la Semana Santa de Salamanca fuera la más formada. Pero eso, cuesta y no hablamos de dinero.