Fernando de Dios es profesor y se nota durante la conversación, porque enseña su obra, pintura y escultura abstracta, desde la palabra, con lo que conlleva. Ahora expone en la iglesia de Calvarrasa de Arriba. Un lugar muy especial, porque se sigue celebrando el culto. Feligreses, curiosos y entendidos están abrazados por obras que hablan, por ejemplo, de una primavera pandémica y esculturas que casi serán eternas, por haberse realizado con plástico.
Fernando, ¿el tamaño importa a la hora de pintar?
Sí, porque según sea el formato y sus medidas, se trabaja de una manera u otra. No es lo mismo pintar en un soporte vertical fijo, en el suelo, en una pared,… No utilizo caballete. Cuando son formatos grandes o medianos trabajo en plano, pared y suelo. El lienzo no está montado sobre bastidores, está libre. Primero lo mancho en el suelo, cuando necesito más distancia, lo grapo a la pared.
Una curiosidad ¿Cómo condiciona el espacio -por ejemplo la iglesia de Calvarrasa de Arriba- la elección de las obras que se van a mostrar?
Antes de exponer, hago trabajo de campo. No deja de ser una intervención, por lo que es muy importante la altura, la longitud, las luces,… No es lo mismo, si el espacio es diáfano o está compartimentado. En uno diáfano, como es el caso de la iglesia de Calvarrasa de Arriba, aunque tiene columnas, nada más entrar ves toda la muestra de un tirón.
¿Cómo planteó la de Calvarrasa de Arriba?
Como un recorrido. Una gran pieza recibe al espectador para prepararlo sobre lo que va a ver. A continuación, hay una serie de obras de pintura pequeña, acompañadas de dos esculturas. Posteriormente, las obras van cambiando poco a poco de tamaño y de color. Va subiendo el tamaño y se va calentando el color hasta que llega al ábside y allí hay una pieza grande de dos metros arropada por esculturas y pinturas grandes. Para finalizar, las obras expuestas van bajando el color y el tamaño para acabar con otra pieza grande y oscura.
Se deduce que hay una trama, un nudo y un desenlace…
Sí. Me gusta tener un hilo conductor que va preparando al espectador para lo que va viendo. Aunque haya piezas que son de otros años, pero todas tienen un hilo narrativo que lo da el tamaño, el color y cómo van dispuestas las piezas.
En la presentación en Calvarrasa de Arriba, habló de que sus obras tenían un fondo filosófico…
No quería decir que fuera filosófico, porque mi trabajo es totalmente abstracto. Pero, siempre que hago una muestra hay un germen que articula toda la muestra. En el caso de la exposición del museo Etnográfico de Zamora, la exposición se llamó ‘Vestigios’ porque hablaba de la huella del tiempo, de lo que hay allí, de cómo acompañaba,.. En este caso, el título es ‘Et in principio’, habla de la creación de cualquier cosa, desde una pieza musical, al mundo. Todo tiene un germen que va creciendo y desarrollando.
Explíquese.
En la pintura abstracta puede comenzar con una mancha que va creciendo y se desarrolla.
¿Está premeditada?
No. Tengo una idea general y sobre ella trabajo. No sé como va a ser el cuadro resultante al final. Empiezo a trabajar y voy componiendo con las manchas, con el color, con los pesos visuales,… hasta que se crea una atmósfera y un equilibrio entre todos los elementos.
¿Cuándo decide que se ha terminado ese cuadro?
Cuando realmente encuentro el equilibrio en la imagen; cuando todo está más o menos ordenado en el espacio. No chirría por ningún lado. Funciona la profundidad con los elementos del primer plano, porque no deja de ser una imagen, una escena de una representación, donde hay varios campos, a no ser que sea una pintura totalmente plana. Considero que está acabada, cuando hay un equilibrio dentro de la imagen, que no es fácil. (Risas)
Es esa última pincelada…
A veces te lo dice el propio cuadro. Llega un momento que no admite más, cuando ya no sobra, ni falta nada. Eso también es muy difícil de ver. Si te pasas, puedes estropearlo. El tiempo te enseña a trabajar con contención. Hay que saber parar, ser contenido y no dejarse llevar. En la pintura, o cualquier trabajo, tienes que llevar las riendas, puede haber elementos de azar, pero los tienes que dirigir tú.
Experimenta con técnicas, con distintos soportes,.. ¿Cuándo deja un pintor o escultor -que es su caso- de aprender?
Nunca. Eso es lo interesante, el estar siempre aprendiendo y estando abierto a muchas técnicas, recursos, herramientas o a la tecnología que tenemos ahora, que es increíble y hay que utilizarla como una herramienta más. Hay cantidad de materiales que te aporta el mercado y otros que están dentro del propio arte.
¿A qué se refiere?
El arte existe desde siempre y trabajaban con piedras, palos, arena,… Hay que estar abierto a muchos recursos, pero no consiste en que tu trabajo esté lleno de elementos y materiales diversos, sino que tú optes por esos materiales cuando realmente quieres contar algo y para hacerlo necesitas de esos elementos, no por capricho.
Háblenos del plástico que utiliza en las esculturas. ¿Es reciclado o lo compra?
Cuando tienes el germen de lo que quieres, tienes que darle forma y cuerpo. A veces puede ser un metal, madera o cemento. Los plásticos surgieron de una manera fortuita. Estamos hablando todo el día de lo mal que reciclamos, de cómo vivimos y cómo nos estamos cargando el planeta. Empecé con unos cubos que me facilitaron, los corté, perforé, ensamblé, derretí,.. De ahí salió todo. Una vez que hice la primera pieza, vi que era un mundo muy amplio y daba posibilidad a más cosas y más formas de trabajar. Casi todo el plástico que utilizó es reciclado.
Sabe que sus esculturas serán eternas…
(Risas) No hay nada eterno. Hay plásticos que permanecerán mucho tiempo, como son los más densos, pero los más finos, acabarán deteriorándose.
Muchas de sus obras tienen un color muy intenso y otras casi son corrientes de un río. ¿Cuál le supone mayor plenitud la aparente opulencia o la aparente transparencia?
Generalmente he trabajado con colores terrosos, muy austeros, como es esta tierra. Pero, también he tenido momentos en los que me han atraído otras cosas y he querido experimentar. Las pinturas con más color que hay en Calvarrasa de Arriba se hicieron durante la pandemia. No podía ocupar todo el espacio del taller en ese momento, porque si me ponía con formato grande, no pintaba nada más. Así salió toda esa serie de color.
Color en pandemia…
Sí, porque era primavera y nos la robaron. Era un contraste. Había que llevar la primavera a nuestro mundo interior, porque no podíamos salir a la calle.
Curioso.
El proyecto de esas pinturas iba a llamarse ‘Incierta primavera’.
Dependiendo de la luz, incluso del ángulo, sus cuadros se pueden reflejar una forma u otra, puede verse un cuadro por la mañana o la tarde o dependiendo del estado de ánimo…
Son piezas que tienen más carga que otras y varían según la luz.
Esto podía ser un buen reclamo y decir: ‘Por un cuadro suyo, el comprador se lleva tres…
(Carcajada) No lo había pensado. Es acertado. Una persona me contó que le habían regalado por su boda un cuadro mío. La mujer decía que estaba encantada, porque cada mañana al levantarse veía una cosa nueva en el cuadro. Era inagotable. Había pasado un año y seguía viendo novedades. Eso es lo realmente interesante. Ocurre también con un libro, que si lo vuelves a leer, te va a aportar sensaciones distintas a las que te produjo la primera vez o una pieza musical. Eso es magnífico, que una pintura no te aburra y te cuente algo diferente cada día. Es la mejor crítica que me pueden hacer.
¿Cómo está el mundo del arte en el sentido más crematístico?
Complicado. En Castilla y León el coleccionismo casi no existe y el que está es muy conservador. Hay que buscar mercado fuera y en este país parece que solo priman ferias como Arco y todo lo paralelo que hay ese mes. Pero, el arte no solo es un mes. Trabajamos todo el año y el que quiera comer solo de esto, lo tiene complicado. Por eso, hay que trabajar en otras cosas. En mi caso, soy profesor y convino las dos facetas. Hay que trabajar con galerías que te representen y es difícil.
¿Utiliza las redes sociales?
Sí, porque con Instagram puedes llegar a Japón o a cualquier sitio del mundo. Eso es muy interesante. Te puede llegar a ver alguien que no esperaba y contactar con galerías de otros países. Esta es la parte positiva.
Me la ha puesto botando. ¿Cuál es la negativa?
Que se está banalizando todo.
Estamos viviendo un momento de ajustes, analógicos y digitales conviviendo.
Sí. Intento ser más optimista, porque si fuera pesimista no pintaría. (Risas)
Como profesor que es ¿Cuánto les interesa a las nuevas generaciones las bellas artes?
Esto se va materializando a partir de ciertas edades, trabajo en la ESO, de 12 a 16 años. Cuando a alguien le gustan, enseguida se manifiesta. He tenido alumnos que estudiaron en Zamora en la escuela de Imagen y Sonido; otros han hecho Diseño Gráfico. El terreno del diseño de videojuegos está creciendo muchísimo.
¿Lo que aprende de sus alumnos lo lleva a su obra?
Lo que sí me gusta de ellos es su espontaneidad. Esa frescura quizá me la llevo para casa, también la falta de prejuicios, la de no estar encorsetado, que eso, por desgracia se va perdiendo con los años.
Para terminar ¿Sus alumnos han valorado su obra?
La han visto. La última vez en el museo Etnográfico de Zamora. Les sorprendía, porque es muy nuevo para ello. Ellos me van buscando en internet. Les gustó, sorprendió y preguntaban si podían tocar. (Risas)
¿Qué les dijo?
Que sí, que los ojos también están en los dedos.