A Vicenta una raíz le devolvió a su raíz. Fotógrafa de prensa en Madrid, regresó a La Bouza, un pequeño pueblo de Salamanca fronterizo con Portugal, cuando destapó su pasión por la talla de olivo. En el momento en el que vio una pieza en madera de este árbol y pensó que ella también podría hacerlo, regresó a su origen para trabajar las tallas, entre formas y betas que nacen de la tierra donde ella se crio.
Alba Familiar / Ical.- Cuando tenía once años, Vicenta Álvarez y su familia marcharon de La Bouza. Entonces, eran los vecinos quienes surcaban los propios caminos con los burros, tenían el dinero separado en monederos, escudos o pesetas, dependiendo del país en el que comprasen ese día, puesto que la vida estaba dividida entre España y Portugal.
Allí no había problema para entenderse y el idioma no era una barrera, en un pueblo en el que había trabajo, dos escuelas y mucha gente. Ahora, ya no existen tiendas, los vecinos se marcharon poco a poco y los cinco niños que tiene el pueblo van a la escuela a Aldea del Obispo, a 16 kilómetros.
Más allá de su trabajo, en el que mezcla la madera con hierro, piedra o vidrio, la artesana enfoca su labor diaria hacia la repoblación de la zona. Cuando regresó, hizo una casa rural llamada ‘Árboles’ en la que trabajó diez años y que estaba decorada con los árboles que predominan en la zona, como el olivo o la encima. Un proyecto que fue más allá y que le llevó a comprar tres casas en el centro, más otra vivienda con la que colaboró en la obra.
“A mí lo que me interesaba en ese momento como objetivo final de la construcción y recuperación de vivienda es que llegara gente”, explica a Ical, al hablar de estas casas destinadas a ponerlas en venta como residencia habitual de quienes quisieran asentarse en la localidad. Pero, sincera, admite que el objetivo no se ha cumplido, ya que, aunque se vendieron rápidamente, los compradores las utilizan como residencia vacacional.
El problema, según Vicenta Álvarez, recae en las oportunidades. “¿Qué puedo hacer en un pueblo?”, se pregunta. Y en su respuesta destaca la clave: aprovechar los recursos de la tierra. “Aquí tenemos 3.000 litros de leche de oveja que salen directamente para Portugal”, señala ante la propuesta de que la materia hay que transformarla. O la necesidad de cuidar terrenos con leña de encina para prevenir incendios, en los que propone hacer leña de esta madera para después venderla.
Pero uno de los recursos más preciados de esta zona, puerta de Las Arribes, es el almendro. Aquí existen árboles centenarios, pero el problema recae en el relevo generacional para encargarse de esos terrenos. “Si queremos mantener con vida los pueblos y lo que se produce en ellos, que al final es lo que se consume en las ciudades, tenemos que tener conciencia de mantenerlos vivos. Que, si aquí no producimos leche, no hay queso”, recalca.
Conscientes de la importancia de que para poder vivir en La Raya hay que trabajar por ella, Vicenta Álvarez, junto con un grupo de personas de localidades cercanas, como Puerto Seguro o Villar de Ciervo, han puesto en marcha la asociación ‘Vida en La Raya’. Un proyecto que nació con el objetivo de atraer personas a la zona, tejer puentes y facilitar viviendas para todos aquellos que quieran asentar su proyecto de vida en pueblos como La Bouza.
Desde enero del pasado año trabajan por este objetivo, a través de eventos que promocionan su tierra y su riqueza, para “llamar la atención sobre la gente, que vean el patrimonio y que lo que nos hace falta es recuperarlo”. Las temáticas de estos diferentes actos pusieron a los participantes en la piel de todas las personas mayores que trabajaron esos terrenos, promocionaron la posibilidad de amadrinar un almendro, dieron a conocer viñedos abandonados o una jornada de poda en el banco de terrenos. En definitiva, “dar ejemplo de lo que se puede hacer si se quiere trabajar”.
“En esto consisten los objetivos de ‘Vida en La Raya’, con la idea inicial de repoblación, que tiene que ir unida al trabajo”, continúa Vicenta Álvarez. Por ello, pusieron en marcha uno de los ejes centrales de la asociación, un banco de viviendas con todas las que estaban en venta. Pero ante la dificultad de la compra, se dieron cuenta de que lo ideal es el alquiler. “Alguien que quiere venir al pueblo primero viene a probar. Y comprar una vivienda significa hacer un desembolso, además de la reforma”, reconoce.
Por ello, convencieron a algún propietario de ofrecer la posibilidad de alquiler, algo que captó la atención de los posibles nuevos vecinos e hizo sonar el teléfono. Así sucedió con una familia de chilenos residentes en Castellón, quienes ahora regentan el bar del pueblo. “Lo importante de ‘Vida en La Raya’ es nuestra ayuda a la llegada de esos pobladores. Acompañamiento, integración y asesoramiento”, explica, reconociendo que estas viviendas que han tenido en alquiler, en cuanto se anuncian, se alquilan.
Entre sus próximos proyectos, está el de recuperar el antiguo sendero entre La Bouza y Puerto Seguro, un camino de Las Arribes que pretenden dotar de atractivo turístico, pero con falta de financiación, más allá de la que consiguen recaudar con la venta de productos en sus actividades para poder costear el siguiente evento.
Aun con ello, vecinas como Vicenta continúan promoviendo, con el foco centrado en el trabajo, la forma de vida en su tierra. “La vida en La Raya tiene muchas cosas positivas y todo ello es el contacto con Portugal”, relata, hablando de un país al que “siempre parece que hemos estado de espaldas”. Con ello, explica que para los vecinos de la zona nunca ha sido un problema, sino una oportunidad, más allá de lo laboral, para disfrutar de una gastronomía, arquitectura y costumbres diferentes. Una manera de vivir, que personas como Vicenta, luchan por dignificar.