Antonio y María Remedios, originarios de Calvarrasa de Arriba, han estado en el pueblo durante toda su vida, que en ambos casos supera los 100 años. El matrimonio ha trabajado duro para poder sacar a su familia adelante, y nunca ha tenido vacaciones o ratos de ocio. Pese a ello, ahora continúan en su pueblo y disfrutan de la tranquilidad de la jubilación y del cariño de su familia.
Ha pasado más de un siglo desde que Antonio Pérez y María Remedios Sánchez llegaron al mundo, y más de 75 años desde que se casaron. Durante su vida han trabajado mucho, han criado a diez hijos y ahora disfrutan de sus nietos y biznietos en la localidad salmantina.
Antonio se dedicó desde muy joven al campo, una labor que ha desarrollado toda su vida hasta su jubilación. “Desde los 14 años tuvo que tirar del arado, porque murió su padre entonces”, cuenta María Teresa Pérez, hija del matrimonio. Ahora, a sus 100 años cumplidos el pasado mes de febrero, “está estupendo y tiene muy buena salud”.
María Remedios cumplirá 101 años el próximo 25 de julio y siempre fue ama de casa, “como se suele decir”, puntualiza su hija. La mujer, que ahora está “algo más delicadilla de salud” por culpa del ictus que sufrió hace nueve años se ha dedicado toda su vida a criar a sus hijos y “sacar adelante a la familia”.
Ambos son originarios de Calvarrasa de Arriba, municipio del que “no han salido nunca”, a excepción de Antonio, quien hizo la mili en Canarias. “Cruzó el charco, como él dice”, relata María Teresa entre risas. “Para lo demás no han salido nunca de Calvarrasa. Lo más lejos a la ciudad, a Salamanca, para hacer papeleos o compras”.
Se conocían “de toda la vida”, pero “se hicieron novios de jovencitos, cuando mi padre regresó de la mili”. Poco después se casaron, “cuando mi madre tenía 25 años”, por lo que el matrimonio dura ya más de 75 años, cumpliendo sus bodas de platino.
Durante todo este tiempo han llevado una vida “muy sacrificada y muy sufrida. Han trabajado muchísimo y han tenido que salir adelante como buenamente han podido”, explica su hija. María Teresa ha tenido nueve hermanos, de los cuales cinco nacieron con síndrome de Down. Por tanto “la crianza fue a granel, como yo digo”, confiesa con ironía. Si bien, reconoce que fue “muy sacrificada y complicada”. “Pero hemos salido adelante”.
Antonio y Remedios “no han podido disfrutar de vacaciones o tiempo libre” y aunque a ella “sí que le gustaba leer, siempre ha estado metida en la cocina y dedicada a sus hijos”, lamenta María Teresa.
Pese a todo, reconoce que el matrimonio “también ha tenido sus momentos muy felices”. Así, ahora disfrutan de sus hijos, nietos y biznietos, que, tal y como puntualiza María Teresa, sus padres tienen ocho nietos y tres biznietos, “muy bonitos”, afirma orgullosa.
Tras el ictus, Remedios quedó en silla de ruedas, “pero ella está ahí, es feliz. Me conoce a mí, que son quien le atiende diariamente, y a mi padre”. Por su parte, Antonio “siempre ha tenido muy buena salud. Ahí está, con sus paseos por el pueblo, además no lleva bastón para apoyarse, está muy ágil”, indica su hija.
El hombre, “a sus 100 años está muy bien, come de todo, se ducha solo, está pendiente de su ropa, de su calzado, va a hacer la compra diariamente, lleva la cuenta de los medicamentos, va al médico a hacer las recetas, a la farmacia a por ellos…”. “Yo digo que es un robot programado”, apunta María Teresa.
Finalmente, en cuanto al secreto para llegar bien a los 100 años, “a mí me dicen que es por la genética, o por cómo les cuido. Pero el secreto es el cariño que les damos”, confiesa. “Estamos muy contentos de tenerlos a los dos ahí”, concluye.