Acéptame la dicha. ¿Hasta qué edad una persona sigue siendo joven, adolescente, pueril, o se mantiene en pleno estado de fresca primaveralidad?
Porque según he leído por ahí, las Naciones Unidas dicen que aunque no existe una definición internacional universalmente aceptada respecto de la horquilla de años en la que debes estar para que se te comprenda como joven, con fines estadísticos, sin perjuicio, por supuesto, de cualquier otra definición con la que pueda cohabitar, estipulan que de los 15 y los 24 años.
A los 25, entiendo por tanto, ya se comienza a caminar por la senda de la senectud, madurez mediante. La gravedad reclama lo suyo con fuerza y no surcará la mejilla, sino volará, una arruga bergantina tras la natural gestación de tu perpetua y contagiosa sonrisa nacida.
Será maldita envidia provocada por los lustros que han pasado desde que abandoné el Team Young de la ONU, pero discúlpenme señores. Es para enfadarse con semejante afirmación teórica.
Todo el mundo sabe que si cuando hace bueno te pones pantalones o faldas cortas, eres joven. Que si de vez en cuando te cambias el corte de pelo o de tono de maquillaje y sigues usando camiseta y vaqueros, más si se trata de una adecuada pitillez, eres joven. Que mientras no caigas en la rubiedad permanente y uses diferentes utensilios para alzarte la coleta, eres joven.
Si reconoces a gente 20 años más joven que tú comportándose como mayores, eres joven. Si te descargas una aplicación para controlar la calefacción de casa, eres joven. Si te despiertas con ganas de ir a jugar a la petanca con los colegas que se jubilaron 5 años antes que tú, eres joven. Si sales a bailar, eres joven. Si sales a que te saquen…
Si ves películas de ciencia ficción y vas a misa, eres joven. Ojo, si vas a misa y no ves películas de ciencia ficción porque no te las crees, a lo mejor no tienes muchos años.
Si reniegas de tu trabajo, rompes con tu pareja o abandonas tu país porque la monotonía te deja siempre un mismo sabor de boca, por dulce y templado que sea, eres joven. A lo mejor también un poco idiota, pero qué joven no lo es en esa justa medida un palmo por encima del 50% del volumen.
Si crees que hay tantas maneras de interpretar una misma circunstancia como personas existen en el mundo, eres joven. Si además de creerlo lo aceptas, claro. Si solo lo dices, no eres joven, eres hermano o hermana de una persona casada. Si refunfuñas, eres padre o madre de esa persona.
Si tienes ganas, eres joven. Si has ganado, no. Así solo eres poseedor de historias, de heridas de guerra, permíteme la belicosidad, que con toda seguridad puedes ser más que geniales. Pero la misma historia, una y otra vez, bajará su nivel al de “batallita”. Sigue escribiendo, la contraportada no le corresponde al autor.
Ser joven. Una decisión a la que le importa una castaña el DNI.