[dropcap]T[/dropcap]uve claro desde el primer momento que debíamos apostar por un modelo de ciudad en el que la cultura fuera la tarjeta de identidad de Salamanca.
Trabajar en esta línea cuando tienes problemas propios de ciudades del tercer mundo, sin escuelas, sin agua, con las calles sin urbanizar, puede considerarse una locura, pero en la vida hay que arriesgar y eso fue lo que hicimos, arriesgar y mucho por algo que en Salamanca siempre había funcionado, la educación y la cultura.
Si esta ciudad apostó por la educación superior en 1218, cuando pocos podían pensar hasta donde podía llegar la Universidad, lo nuestro era más fácil de conseguir.
Nos movimos conscientemente en esa dirección, y el relato de las gestiones realizadas que voy a hacer va en ese sentido. Todo lo que olía a cultura nos interesaba y todo el que se movía en ese mundo fue contactado por nosotros.
Así surgió el acuerdo en 1981 con la Asociación Salmantina de Artistas, ASA. Acondicionamos la vaquería de los Jesuitas para que establecieran en ella su sede, su casa de estudio. Las obras de remodelación costaron 355.000 pesetas.