No quiero referirme a irnos –en algún momento o circunstancia de nuestra vida- de nuestro trabajo, de la casa que habitamos, de nuestras parejas o vínculos, a irnos distanciándonos de amigos, de proyectos que trabajábamos… a distanciarnos de grupos, vecinos o asociaciones a las que pertenecíamos… aunque despedirnos de alguien o de algo puede ser una gran oportunidad para crecer y volver a encontrarnos con nosotros mismos.
No. Aunque nos alejemos de algunas personas o familiares siempre habrá algo de ellas dentro de nosotros; tal vez parte de amar es aprender a dejar ir. Crecer es aprender a decir adiós. Amar es dejar volar. La pena es que decir adiós significa irse y esto conlleva el olvidar. Aunque el olvido es un síntoma de buena salud. “Si lo recordáramos todo, lo pasaríamos mal; vivir es olvidar”, (Ruiz Vargas)
Conviene amar de tal manera que nunca se pueda dejar de amar. El olvido no podrá borrar totalmente el amor y la experiencia que lo vivió. Quién amó en profundidad, a pesar de distancias y rupturas ocasionales, seguirá amando y no podrá dejar irse del todo a los que quiso y con los que compartió vida y proyectos.
Pero yo quiero hablar de otro irse más interior: de esa actitud del espíritu que nos lleva a desapegarnos –coincidiendo con las últimas etapas de nuestra vida- de nosotros mismos, de nuestros dominios y máscaras exteriores. Irnos de todo aquello por lo que trabajamos y luchamos y que ahora ya no nos necesita. Irnos de las personas que queremos dándoles la libertad total para ser ellas mismas sin nuestra compañía.
Irse en soledad despegándonos de nuestras seguridades y esquemas personales, preparando así nuestros ligeros equipajes. Irnos sin querer seguir controlando a aquellos que queremos y que han podido ser el apoyo y fortaleza de nuestras personas. Irnos sin seguridades, sin creernos el centro del universo y de los que nos rodean. Irnos sin apegos a tantas materialidades –fruto de nuestros esfuerzos y disgustos- que tendremos que dejar sin saber su destino final en la voluntad de nuestros herederos.
Irnos poco a poco, retornando a lo que somos en verdad, dejando de hacer tantas cosas y ocupaciones. Sin despreciar a nadie ni a nada pero valorando nuestro ser esencial: “Cuando dejo ir lo que soy, me convierto en lo que podría ser… –Lao Tze.
Es vivir en plenitud nuestra inteligencia espiritual relativizando nuestras máscaras y los falsos roles sociales de los que nos rodean. Es prepararse con humildad para el gran viaje a la trascendencia. Es arrojarse en los brazos de la vida sin llevar nada en los bolsillos. Irse. Irnos con nuestro amor que nos hará soportar las dudas.
Se lo deseo de todo corazón.
Que Ustedes se vayan bien.
1 comentario en «Irse»
Gracias de corazón Moncho por ese toque de atención a lo que debe ser. Es digno de ser reflexionado y meditado, y por supuesto, llevarlo a cabo.