Vaticinan que el siglo XXI será el de las mujeres, para que esto sea posible, mujeres de otros siglos, en especial las féminas del veinte, mecieron muy bien esos cimientos. Porque, como reza el tango Cambalache, el siglo XX fue problemático, febril y un despliegue de maldad insolente. Esa centuria pasará a la historia por sus guerras mundiales; en España, una Civil; sin olvidar la perdida y recuperación de derechos y posicionamiento de la mujer en el mercado laboral, profesional y artístico, como se puede comprobar en la exposición de la Casa Lis sobre Las hijas del Jazz.
Con la premisa de conocer qué saben y cómo se imaginan las universitarias de hoy en día como era la vida de sus congéneres hace cien años, se ideó este reportaje. Las opiniones son de estudiantes de Historia del Arte, Química, Trabajo Social y Traducción. Cada ‘Facultad’ arrima el ascua a su sardina y relacionan su mundo con el de sus antepasadas. Así, hablan de historiadoras, químicas, asistentas sociales o traductoras.
Sí que coincidieron en varios asuntos: uno, que las mujeres de esa época lucharon por tener voz y voto en una sociedad que las veía como ciudadanas de segunda. Y, dos: Clara Campoamor.
La primera en referirse a la política que consiguió el voto para las mujeres en España fue Rocío, alumna de Historia del Arte, al hablar de la lucha por la igualdad, que se hace visible gracias al derecho al voto y las movilizaciones que se llevaron para conseguirlo. «Las chicas no tenían poder. No había igualdad porque las mujeres no podían hacer nada sin el permiso de los hombres: de sus padres o sus maridos”.
Precisamente, este aspecto, el de necesitar una voz masculina es lo que llama la atención a Sonia y Leticia, ambas estudiantes de Química. “Muchas mujeres que hacían descubrimientos en ciencia tenían que firmar bajo el nombre de un hombre. A Rosalind Franklin le robaron el descubrimiento de la doble hélice del ADN», comenta Leticia, quien recuerda que a su abuela “la miraban un poco mal por llevar pantalones y su otra abuela fue la primera telefonista de su pueblo”.
Que la mujer trabajara fuera de casa no era lo habitual, quizá por ello, Sonia, estudiante también de Química, se imagina a las mujeres en los años veinte “silenciadas, sin voz ni voto”. Sonia menciona a Marie Currie, pero también destaca los nombres de Concepción Arenal, Clara Campoamor o Victoria Kent, en el ámbito nacional.
Por su parte, Carmen, alumna de Historia del Arte, diferencia entre las mujeres de la alta y baja sociedad. “Imagino a las aristócratas como señoras de su casa, bailando y haciendo vida de ocio, muy diferente al de las mujeres de clase media y baja, que tenían inquietudes, como la necesidad de trabajar y luchar por sus derechos».
Conquistas femeninas
Una de las mujeres mencionadas por la estudiante de Química, Clara Campoamor, consiguió para sus coetáneas la posibilidad de divorciarse. Este derecho es uno de los que llamó la atención de Susana, alumna de Trabajo Social. “Gracias al divorcio ya no tenían que estar obligadas a aguantar con un hombre toda la vida, también existió una visibilización mayor del colectivo LGTB”, puntualiza Susana, quien recuerda que Mery Richmond es una figura muy importante en Trabajo Social, “porque fue de las primeras mujeres en dar visibilidad a nuestro trabajo”.
Hace cien años no existía la figura del trabajador social, como se reconoce en la actualidad, pero las mujeres se las ingeniaron para asociarse e ir a ayudar a las casas de las familias más vulnerables, así como atender a los expósitos. “No existía nuestra profesión como tal, pero si hubo mujeres que desempañaron una labor muy importante”, puntualiza Natalia, estudiante también de Trabajo Social, quién destaca otro hecho muy relevante en los primeros años veinte del pasado siglo: “la alfabetización de la mujer”.
Las dos futuras trabajadoras sociales coinciden en señalar que “no hay igualdad ahora, así que en esa época habría menos. Además, las que tenían más privilegios solían pertenecer a la elite, las clases media o baja tendría más presión social para ser madres y buscar marido».
En esta misma línea, la de la diferencia de derechos entre hombres y mujeres se encuentran Sara y Ana, ambas matriculadas en Traducción. Sara menciona a las «Sin sombreros», mujeres que estaban casadas con escritores y que “tenían que firmar bajo seudónimos porque no tenían la importancia que merecían”, comenta.
Ana cree que “las mujeres de hace cien años buscaban la libertad económica y la posibilidad de tener una cuenta bancaria por sí mismas”.
Asimismo, Luca, compañera en Traducción, indica que “aunque las mujeres tenían algunos derechos más que en épocas pasadas, seguían siendo discriminadas”. Afirma que, en ese momento, las mujeres estaban interesadas en tener una educación superior. “Con la llegada de la II República, las mujeres obtuvieron mayores libertades, como el derecho al voto y a la educación».
Entre las mujeres que destacan las estudiantes de Traducción está Zenobia Camprubí, la esposa de Juan Ramón Jiménez, que fue una gran traductora aunque escribiera con seudónimo.
¿Por qué las mujeres del siglo XXI mencionan a Clara Campoamor? porque fue elegida diputada en las elecciones de 1931 -entonces las mujeres podían ser elegidas, pero no podían votar- por el Partido Radical, al que se había afiliado por haberse proclamado este «republicano, liberal, laico y democrático», constantes de su propio ideario político.
Durante el periodo de las Cortes Constituyentes de 1931, Campoamor formó parte del equipo que elaboró el proyecto de la Constitución de la nueva República integrada por veintiún diputados. En dicho organismo luchó por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad jurídica de los hijos e hijas habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, a menudo llamado «voto femenino». Consiguió todo, excepto lo relativo al voto, que tuvo que debatirse en las Cortes de España.