Opinión

El trampantojo de las dos Españas

Una bandera de España.

La radicalización de la acción política, in crescendo en los últimos meses, dirigida a ganar a cualquier precio las elecciones municipales y autonómicas, y ahora también las generales, como principal estrategia para llegar al gobierno, está produciendo una polarización social que, lamentablemente, ya hemos vivido en el pasado con el mismo objetivo y que hace que los ciudadanos tengamos la sensación de que se han cruzado muchas líneas rojas y caminamos sobre el filo de la navaja.

En algunos medios de comunicación de forma interesada se agita de nuevo el mito de las dos Españas enfrentadas e incapaces de ponerse de acuerdo: la roja y la azul, la de derechas y la de izquierdas, la progresista y la conservadora, la monárquica y la republicana, la religiosa y la anticlerical, la vencedora y la vencida, traducidas todas en términos políticos: o ellos o nosotros, y no es verdad, no existen dos Españas, aunque el trampantojo lo agitan siempre los que lo provocan.

Esta imagen interesada no es cierta, es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, son muchos más los valores que se comparten que los que se confrontan y de eso precisamente va la democracia, de establecer unas reglas de juego y unos criterios mínimos de convivencia que es necesario respetar, pero cuando se exaltan las diferencias y se denigra a los diferentes se pone en riesgo la convivencia social y la propia democracia.

Cuando un grupo determinado abandona los valores compartidos y se plantea llegar al poder a cualquier precio y para ello está dispuesto a utilizar todos los medios que considera oportunos, legítimos o ilegítimos, cuando se alimenta e incluso se alienta la confrontación utilizando la mentira y la difamación, cuando más que elaborar, difundir y defender un programa propio la acción política convierte al adversario en enemigo, la confrontación política produce inevitablemente confrontación social y la crispación se abre paso en cualquier acto cotidiano dinamitando la convivencia ciudadana.

Hoy adquiere de nuevo relevancia el “venceréis, pero no convenceréis” de Don Miguel de Unamuno pronunciado en la Universidad de Salamanca en 1936, y no importa que en este caso los métodos utilizados para vencer no sean una guerra civil y una victoria militar sino el uso abusivo y desproporcionado de la agresión por otros procedimientos más modernos y supuestamente más civilizados, como los grandes medios de comunicación y especialmente la televisión. Es completamente necesario parar esta deriva política “trumpista” para mantener la convivencia ciudadana ya que somos muchos los ciudadanos que nos sentimos “asfixiados” en medio de este clima y algunos ya se plantean asumir un exilio interior, físico, intelectual o espiritual, lo que sería asumir como inevitable la derrota política, social y personal, algo que no podemos permitirnos ni nosotros ni España.

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