Comenzaba la semana con la fiesta del patrón santo, que allá por el siglo XV pacificó esta ciudad dividida en bandos. Y la despedimos con el nombramiento del regidor, hogaño sin el suspense que conllevan los pactos y repartos consecuentes de funciones y prebendas. La mayoría absoluta ha dejado bien a las claras cuáles son los deseos de los salmantinos y, a fin de cuentas, como muy bien canta Gabriel Calvo, «la vara el ayuntamiento la lleva quien la merece, la lleva el señor alcalde y en sus manos resplandece».
Lo de resplandecer parece que va en serio, pues según leímos hace unos días habrá nueva vara. La vieja, vamos a ser sinceros, era feúcha, así que la renovación no debe parecernos mal. Eso sí, confiamos en que, hecho el gasto, la pieza adquirida sea meritoria, digna de una Salamanca culta en la que el arte y el patrimonio han sido siempre seña de identidad. No olvidemos que esta fue ciudad de plateros, y muy buenos, por cierto. La congregación de plateros, bajo la protección de san Eloy, dio gloria a la profesión y dejó su nombre vinculado a la Escuela de Nobles y Bellas Artes en la que tantos artistas y pintores se han formado. No es de extrañar que el plateresco haya sido siempre un arte tan salmantino como español.
Entendemos que, a la hora de elegir vara, el señor alcalde habrá consultado a Vega Villar, flamante concejala que estrena cargo. De arte y cuanto se relaciona con la cultura va sobrada, por formación y trayectoria familiar, que su tío Alfonso Rodríguez G. de Ceballos es todo un referente para la investigación del Barroco y Edad Moderna en general. Al patrón, bendito y venerado, imploramos que cuenten con ella cada vez que se tome alguna decisión relacionada con el patrimonio artístico. A ver si de esta forma logramos evitar los despropósitos que, una vez ejecutados, tienen complicada marcha atrás. Ahí está el fraile de Sahagún, inmisericordemente agraviado en su efigie broncínea cabe la parroquia dedicada.
Vega, que ha demostrado con creces su valía en la Congregación del Nazareno, coincide ahora en la corporación con quien presidió su anterior junta de gobierno, Alejandro Pérez. A él también le deseamos suerte y, como será oposición, que sepa dar la caña necesaria para que las cosas se hagan para bien de Salamanca y no de sus gestores. Lo sabrá hacer, no nos cabe duda alguna. La vara del alcalde resplandece más cuando la oposición cumple con su obligación.
La sabiduría popular es siempre certera y el tema dedicado al señor alcalde mayor que recogieron en San Martín del Castañar e interpreta magistralmente Gabriel Calvo, lo sentencia con contundencia: «la vara el ayuntamiento la lleva quien la merece». Y Carlos G. Carbayo la merece porque los salmantinos se la han entregado de manera incontestable. Ahora queda en él la responsabilidad de hacerla resplandecer, porque en sus manos, además de la vara, está el futuro de esta ciudad maltratada por los gobiernos centrales y autonómico. La vara, además de hacerla resplandecer, a veces hay que blandirla, porque Salamanca se juega mucho.