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Opinión

¡País!

Un grupo de estudiantes realizando el examen de la EBAU.

Aunque actualmente no imparto la asignatura de Lengua Castellana y Literatura en 2º de Bachillerato, todos los años sigo con interés las pruebas que se proponen en cada convocatoria. La verdad es que no encuentro novedades significativas; la EBAU de Lengua es muy previsible, no solo en Castilla y León, sino en la práctica totalidad de las comunidades: un bloque de análisis y comentario, con un texto argumentativo que el alumno debe resumir; señalar el tema, la tesis y los argumentos (justificando la clase a la que pertenecen); mencionar y explicar mecanismos de cohesión, y exponer de forma breve y razonada la opinión sobre el tema. Dos bloques más: uno para el análisis sintáctico y morfológico, con dos opciones para elegir, y el otro para el desarrollo de un tema de Literatura, con tres opciones para elegir uno de los diez (creo que son diez en total) que se han estudiado. Por cierto, en el bloque de Literatura se puede obtener la máxima puntuación (3 puntos) sin haber leído ni una sola de las obras que se citan. No exagero, créanme.

Pero no voy a centrarme en la mayor o menor dificultad que ofrece la EBAU, ni en esta ni en otras asignaturas; tampoco a su adecuación en relación con el propósito que persigue. Estas cuestiones ya se debaten y contrastan ampliamente. No. Me referiré a un detalle que, al parecer, solo a un servidor le provoca cierto sarpullido y una considerable dosis de indignación. Porque no he leído ni escuchado a nadie expresar reproche o queja alguna al respecto. Y mira que es reiterado y persistente el entuerto.

Iré al grano, sin más circunloquios, sin paños calientes. Para los responsables de elaborar la prueba de Lengua, que eligen en cada convocatoria dos textos periodísticos (dos artículos), solo un periódico puede ofrecer textos apropiados para el análisis en cuestión. No existe, en su peculiar universo, buen periodismo de opinión fuera de El País. No es que este medio sea el mejor; es que es el único. Y por eso, año tras año, los alumnos que realizan la prueba de acceso a la universidad tienen que demostrar su madurez en la comprensión y análisis de un texto del citado periódico. Y claro, se acumulan tantos artículos de la misma fuente que no sorprende que algunos nombres se repitan.

¿Y a usted qué más le da?, se preguntará mi sufrido lector. Pues me da, me da. En primer lugar, porque esta obcecación es más que sospechosa. No voy a decir de qué, pero apunta pretensiones nada edificantes. Es indudable que El País cuenta con una nómina de excelentes colaboradores, pero ¿alguien se traga que no los hay iguales, peores y mejores también en otros medios? Ni en Corea del Norte, donde la KCNA selecciona y censura todo lo que en la prensa se publica, el intervencionismo llega a estos niveles. Quienes elaboran la prueba de Lengua en Castilla y León ignoran (o no consideran) que cuando El País vio la luz, en los años setenta, algún periódico llevaba más de medio siglo publicando periodismo de una enorme calidad; y otros que surgieron después han continuado aportando magníficos trabajos. La observación se puede aplicar a la prensa en papel y a la digital, por supuesto. Esta afirmación es tan evidente y de una aceptación tan generalizada que no me detendré en aportar ni un solo nombre, porque las inevitables omisiones serían tremendamente injustas.

A quienes indudablemente tampoco les dará igual, supongo, es a los responsables del medio, porque yo mismo he escuchado, en boca de más de un alumno o profesor, comentarios de este tipo: “Yo estoy suscrita a El País, para leer los artículos y poder trabajarlos con antelación y detenimiento”; “Yo llevo meses suscrito a El País, porque el texto de Lengua es siempre un artículo de ese periódico”.

Desconozco absolutamente quiénes son los responsables del desatino (perfectamente atinado), pero tengo que soltarlo: constituyen ustedes, en este cometido, una banda de sectarios, o tiranuelos si lo prefieren. Porque no puede haber involuntariedad, ingenuidad o casualidad en un hecho tan reiterado y pertinaz. Vamos, que el tufo que desprende el asuntillo es más que desagradable.

Mas no se preocupen sus excelencias ni tengan en cuenta la diatriba. Por lo visto solo a este humilde juntaletras le preocupa su sectarismo, no sé si calificarlo de intelectual, lingüístico, literario o profesional. Como diría el gran Forges, ¡País!

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