Luis García Jambrina: «La corrupción nos ha devuelto a una España que creíamos olvidada»

Teniendo como excusa el Siglo de Oro y la crisis de valores y económica de aquella época, Jambrina nos comenta en esta entrevista sus puntos de vista sobre la corrupción, la crisis actual, Podemos y otros temas de actualidad.

 

Ha escrito sobre Fernando Rojas y ahora sobre Cervantes. ¿No está alimentando el mito de que los escritores tienen una vida aventurera, fantásticas o, todo lo contrario, miserable, pero distinta?
Ni lo uno ni lo otro, lo que intento es desmitificarlos. Los escritos clásicos están en un pedestal. No tienen demasiada presencia y lo que quiero es bajarlos de ese podio y hacerlos humanos, que los lectores se familiaricen con estas personas y formen parte de la vida y de la realidad.

Que iban al escusado…
Sí, pero no sólo eso. Bajarlos a la realidad no es sólo centrarse en los aspectos sórdidos. Mostrar toda la complejidad, o intentarlo, de estas figuras que podían ser ruines, a veces, y ser capaces de las mayores grandezas, de sobreponerse a sí mismos. En este sentido, lo que busco en estos personajes es una cierta ejemplaridad, en el sentido que le daba Cervantes a sus Novelas Ejemplares, con esa etiqueta. No quiere mostrar sólo lo bueno para imitarlo, ni lo malo para rehuirlo, sino hacerlos humanos con sus luces y sombras, sus miserias y grandezas en una misma persona, dependiendo de las circunstancias y dando la visión cercana para que no nos parezcan grandes genios que de repente aparecen por ahí o egonísmos que no podemos decir nada, como sería Rojas, porque de él casi no tenemos información.

¿Estos grandes hombres tienen en común que se saben superar los fracasos?
Sí. En el caso de Cervantes es uno de sus aspectos más relevantes. Con Rojas no puedo porque casi no se conoce nada de él, por eso yo hice otro tipo de novelas con Fernando de Rojas, que no he hecho con ‘La Sombra del Otro’ donde me he centrado ya en la vida de Cervantes. No sólo en él, sino en esa época. Y sí, Cervantes tiene esa capacidad de sobreponerse, de asumirlo y de buscar su camino y si no puede triunfar en ese aspecto, quizá sea porque no estaba dotado para ello. Al final, él supo cuál era su vía y logro una obra perdurable. Ese es precisamente el éxito, que normalmente no suelen disfrutarlo en vida los autores.

¿Podemos aprender de ellos?
Sí, porque en nuestra vida diaria estamos sufriendo fracasos y disfrutando éxitos. Es necesario saber gestionar estos momentos. Incluso es más difícil de administrar el éxito que el fracaso. El triunfo puede ser muy peligroso y sobre todo cuando no lo buscas, que eso también lo vivió Cervantes, porque tiene unos riesgos. Son cuestiones universales que nos atañen a todos y que luego, cada uno, tiene que aplicarlas a su vida particular. Escribo sobre escritores porque yo hablo de aquello que conozco, pero podía aplicarse a cualquier profesión. Y hablo del pasado porque ellos vivían en esa época y eran hijos y padres de su tiempo.

El escritor en su despacho de la Universidad, donde imparte clases.

Hablando de esa época. Si entonces, en los siglos XVI y XVII -Siglo de Oro-, vivieron una crisis de valores y económica tan brutal como la actual. ¿Qué cree que puede surgir ahora? Háganos como el Antonio Segura de su libro a Cervantes, que le vaticinó que sería más reconocido que Lope de Vega.
Hasta aquí hemos sido muy conservadores en el arte, en todos, lo interesante es lo que está por llegar. Creo que es ahora cuando comienzan a moverse aspectos y a cambiar. Hemos estado inmersos en esa crisis, que no sólo es económica, sino de valores, que afecta a todos los aspectos de la vida. Creo que tenemos que aprovechar esta crisis para reinventarlo todo, no sólo las relaciones sociales o económicas, también la política y el concepto de cultura, que ahora no lo tenemos. El artista y el escritor tienen que recuperar un cierto papel en la sociedad que se había perdido por la seducción del mercado y de vender libros… Hay que reinventar viejas nociones, buscar nuevas funciones y creo que en este sentido, lo mejor está por llegar. Sería triste que no fuera así. Más que nada por lo que se ha sufrido. Estamos perplejos, confusos, no levantamos cabeza…

Quizá porque hemos estado narcotizados por el mercado.
Exactamente.

Ahora nos lo han quitado.
Sí. Nos han quitado el caramelo de la boca, como metáfora en la que coge todo lo que se quiera, desde los grandes vinos, el caviar de Beluga,… Todo este sufrimiento sería en vano si no fuéramos capaces de reaccionar. Estoy convencido de que va a surgir un momento cultural rico, efervescente,… lo que no podemos es vaticinar y precisamente, ahí está lo bueno, en no saber de qué tipo, porque sería volver a aplicar viejas fórmulas. Tiene que salir algo nuevo, porque el mundo ha cambiado muchísimo y no somos conscientes por culpa de o gracias a las nuevas tecnologías que facilitan la vida, pero también la complican y pueden contribuir a ciertas represión o control social. Los ciudadanos, no los políticos, somos los que debemos volver a tomar el control de la política, de nuestra vida,…

Hemos sido mendigos de nuestro tiempo…
Es que hemos dejado que los políticos tomaran decisiones importantes para nosotros de las que ellos, incluso, no estaban preparados, ni tenían porque estar capacitados. Hablamos de un paternalismo del Estado horroroso. Hay que coger de nuevo las riendas. Y los escritores, profesores y artistas, entre otros, también tienen que estar dándolo todo. Así podremos decir que la crisis tuvo un sentido o al menos nos recompensará de tanto sufrimiento. El momento de la indignación ya pasó, ahora tenemos que participar y creo que el gran mal de España es que dejamos todo en manos de los políticos. Todo para ellos y los ciudadanos nos desinhibimos completamente, nos limitamos a disfrutar de lo que nos proporcionaba la sociedad de consumo avanzada y eso ha sido un profundo error. Más aún en España, donde tenemos tanto y tantos precedentes. La reacción hay que hacerla ahora o en los próximos años y no será sólo política. Afectará a todo, incluso a las relaciones íntimas, donde hay que reinventar esto también.

Jambrina en las escaleras del Palacio de Anaya.

¿Habla de Podemos?
No podemos hablar de nada ahora mismo, sin tenerlos en cuenta.

¿Pueden ser el motor de cambio?
De momento, han tenido buenos reflejos al no presentarse como tal fuerza a las elecciones municipales. Eso es una muestra de gran inteligencia. No se trata de conquistar el poder sin más, sino de cambiarlo todo y para eso hay que tener mucho cuidado. Aunque este movimiento político le da protagonismo a los ciudadanos y nace de abajo, vamos a decirlo así, no tenemos que dejarlo todo en manos de un determinado grupo o nombre. En este caso, por suerte, no son unas siglas. Es significativo que hayan elegido como nombre un verbo y conjugado en primera persona del plural y no unas siglas que no dicen nada. Pero, insisto, todos tenemos que estar ahí metidos, no podemos volver a caer en el error de dejar el poder en manos de unos determinados instrumentos, llámense partidos u otra cosa, porque lo que han hecho ha sido configurarlo todo para su supervivencia y no hablo de ningún partido en concreto, y han montando todo un entramado que no ha beneficiado a los ciudadanos, ni a ese ente que llamamos España. A los únicos que ha beneficiado ha sido a las propias estructuras políticas y luego a personas particulares. Pero, todo es porque han montado una trama de tal manera que permite, facilita y estimula este tipo de conducta.

Además, se aplaude…
Sí, porque tradicionalmente en España, la corrupción se ha visto bien, nunca se ha reprobado, esa es la verdad.

¿Qué es lo más espantoso de la corrupción?
La vulgaridad y zafiedad de estos asuntos, que nos han devuelto a una España que creíamos olvidada. Además, estas personas han sido la que ha cortado el bacalao. Han sido muy autocomplacientes, no se avergüenzan de nada, sin hablar de casos particulares porque nos impiden ver el bosque. Lo peor de todo es que nos ha hecho gracia y es imposible escribir una novela sobre todo esto. (Risas)

¿Por qué?
Porque todo lo que digas en una novela va a resultar completamente inverosímil y, al mismo tiempo, pálido con lo que está ocurriendo en la realidad. No se puede hacer una sátira de una realidad que ya es de por sí tremendamente satírica. Es lo más espantoso. Si dijéramos es todo nuevo, mira como muta la corrupción,… Pero, es que siempre es lo mismo. Oyes las conversaciones de estas personas que han estado mandando en la economía y la política de este país y dices: ¡Por favor! Un poco de formas y maneras.

Volvamos a su novela. Díganos algo que le ha resultado interesante de Cervantes al escribirla y hubiera dicho: Con este hombre me hubiera tomado un vino.
La capacidad de sobreponerse. El momento de superación que debió de suponer para él entrar en la cárcel de Sevilla, que era lo peor y la más dura de España, y probablemente concibió allí una de las grandes obras de la literatura universal.

El escritor en el patio del Palacio de Anaya, donde imparte clases.

Ahora con la cantidad de personas que están en la cárcel o que van a entrar en ella, ¿cree que se gestará algún Quijote dentro?
De esas personas no va a salir nada. Aunque nunca se sabe donde sopla el genio. (Sonríe) Además, si surge no sabríamos reconocer esa gran obra, como ocurrió con El Quijote en su momento, que se consideró un libro cómico con lo que eso conllevaba.

¿Cervantes escribió solo El Quijote?
Planteo en ‘La Sombra del Otro’ que El Quijote se escribe gracias a otra persona que está ahí, el antagonista.

¿Los Quijotes necesitan a Sanchos o al revés?
Las dos cosas. Ahí está la salvación. El utopismo ha sido un fracaso, no sólo porque no han conseguido lo que pretendían, sino porque han logrado lo contrario. Nuestro tiempo tiene que buscar esa tercera vía. En ese sentido, hemos debido aprender esa lección. No es el utopismo, ni el pragmatismo, hay que encontrar ese tercer camino. Pero, si se busca la utopía se puede caer en mucho dolor y desgracia, que es lo que le ocurría a Don Quijote. Por eso, el contrapunto de Sancho. Y al revés, ese Sancho que veía a ras de tierra, que sólo tenía sus alforjas y lo único que le interesaba era comer, se enriquece con Don Quijote.

En la novela habla de la envidia. ¿Los humanos somos envidiosos por naturaleza?
Sí. La envidia es algo muy complejo y universal. Creo que se puede entender como el gran motor de muchas de las acciones humanas. Aristóteles decía que había una envidia sana y otra pecaminosa. La sana nace de la admiración hacia alguien y nos lleva a emularlo, a querer ser como él, incluso a superarlo. Esto te hace superarte a ti mismo. Por otro lado, está la malsana que es terrible, porque te lleva al complejo de inferioridad. La envidia está presente en la novela, no sólo por la rivalidad de los dos protagonistas, sino también la que existía entre Cervantes y Lope.

¿Hubieran existido Lope y Cervantes sin haber existido Lope o Cervantes?
La rivalidad entre las parejas ha sido positivo para los dos. No se hubieran creado esas grandes obras. Lope no hubiera escrito sus obras de teatro sin haber estado Cervantes y otros coetáneos. Se hubiera entregado a su público y punto, pero consiguió encontrar el punto entre escritor de éxito y el de calidad. Es muy importante tener un buen rival.

La última novela de Luis García Jambrina: ‘La Sombra de otro’.

¿Siempre vemos más alargada la sombra de otros que la nuestra?
Sí, porque cuando la envidia entra en juego tendemos a magnificar al otro y por lo tanto, a creer que proyecta una sombra más larga. Mi novela no se queda ahí, sino que parte de un conflicto, vicisitudes, giros y cambios.

¿Sorprenderá el final?
Sí, aunque no es una novela de intrigas, como las anteriores, aquí hay muchas más sorpresas, pero no juego con enigmas, sino con conflictos humanos, con emociones. El lector se va a sorprender y emocionar. No quería hacer una novela de intrigas, ni de aventuras y al final lo he conseguido a través de la personalidad de estos grandes personajes.

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