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Opinión

Política, verdad y mentira. De Platón a Pinocho

Como el mentiroso es libre para decorar sus “hechos” con el fin de adaptarse al beneficio y el placer, o incluso las meras expectativas de su audiencia, tiene más posibilidades de ser persuasivo que el relator de la verdad.

Hannah Arendt

 

La palabra verdad deriva del latín veritas, y su concepto es una de las grandes discusiones filosóficas de la historia y un aspecto clave en cualquier discurso político. Se puede definir como verdad a la correspondencia que existe entre lo que se dice y la realidad: “aquello que es cierto, de lo que no se puede dudar”.

Si para Platón la verdad es un ideal a alcanzar en cualquier sociedad, para Nietzsche es un concepto relativo, una cuestión que varía en las diversas culturas. Son muchos los filósofos que a lo largo de la historia han tratado de definir la verdad. Esta puede considerarse objetiva cuando es independiente de las creencias, experiencias y observaciones de cada individuo o grupo en particular e independiente del contexto histórico o cultural. Es subjetiva cuando se basa en el punto de vista de un individuo o una cultura y puede modificarse a lo largo del tiempo.

En sentido opuesto la mentira, del latín mentiri, es un razonamiento erróneo (que no se ajusta a la verdad) transmitido por un individuo o grupo con el fin de engañar a otros para lograr alguna ventaja. Al igual que sucede con la verdad también existen diferentes tipos de mentiras según su importancia o las consecuencias que se puedan derivar de ellas, siendo especialmente trascendentes aquellas de las que se derivan efectos importantes para terceros. Para Kant la mentira no necesita causar un perjuicio a otros para ser reprobable, es reprobable siempre, independientemente que cause o no perjuicio y la gravedad del mismo. La utilización de la mentira para obtener beneficios propios y perjuicios ajenos es reprobable desde los cánones éticos y morales que deben regir cualquier sociedad y que, supuestamente, rigen la nuestra. La intención de engañar es resaltada por San Agustín cuando define la mentira en De mendacio: “Por tanto, decir una cosa falsa con la determinada intención de engañar, es manifiestamente una mentira” (De mend. IV, 5). Así como no hay aceptación unánime del concepto de verdad esta definición de San Agustín es considerada la definición por excelencia de la mentira.

A los tradicionales conceptos de verdad y mentira en los últimos años se ha añadido el concepto de posverdad, definida por la RAE como una “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” y se basa en la creencia de que los hechos objetivos y reales tienen menos credibilidad o influencia en la opinión pública que los sentimientos y creencias de los individuos.

Estos días comprobamos el escaso valor que tiene la verdad en una campaña electoral y el uso de la mentira (posverdad) para negar la realidad, apelando a los sentimientos de identificación política. Algunos políticos mienten con desparpajo porque son conscientes que los ciudadanos no distinguen entre una noticia real y una falsa, consiguiendo que las personas dejen de lado la honestidad y el pensamiento objetivo, para dar credibilidad a las noticias falsas por muy evidente que sea la mentira.

En Las aventuras de Pinocho, escrito por Carlo Collodi en 1883, ante las mentiras reiteradas de Pinocho, a pesar de notar como su nariz crece con cada mentira, el hada le dice “Las mentiras, hijo mío, se reconocen en seguida porque suelen ser de dos clases: hay mentiras que tienen las piernas cortas, y mentiras que tienen la nariz larga. La tuya, por lo que veo, es de las que tienen la nariz larga”. Existen personas que, en base a ambos axiomas, nariz larga y piernas cortas, deberían arrastrar la nariz por el suelo, aunque muchas veces no seamos capaza de apreciarlo como sucede con la fábula El Rey Desnudo escrita por Hans Christian Andersen, una fábula que explica la dificultad que existe para apreciar la verdad y que no por el hecho de que una mentira sea aceptada por muchos sea cierta.

La sabiduría popular, que se alimenta tanto de los autores clásicos como de los modernos afirma que “la mentira tiene las patas cortas” y que “se coge antes a un mentiroso que a un cojo”. En estas elecciones hemos tenido la oportunidad de comprobar ambos refranes e incluso algún otro como “Sale pronto la mentira si de la cuerda se tira” o “Quien mucho miente, le huye la gente”.

Hemos visto a algún político mentir reiteradamente con y sin desparpajo, con lenguaje corporal descompuesto o impertérrito, con muecas o con parálisis facial, dependiendo de su habilidad para mentir, el momento y las circunstancias, y hemos visto también los eufemismos utilizados para evitar la palabra mentira, como por ejemplo “lo que usted dice no se ajusta a la verdad”. No sé si es por corrección política o por miedo a decir “usted miente”. Ciertamente hay miedo a usar las palabras mentira y mentiroso. En todo caso estas elecciones nos dan la oportunidad de comprobar el alcance de la mentira en política.

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