Hay edificios que son más que paredes y ladrillos. Son construcciones que tienen la huella de una parte de la historia de la ciudad donde asientan sus cimientos. La fábrica del agua (también conocida como de la cola) guarda la escasa industrialización que vivió Salamanca a finales del siglo XIX, principio del XX.
Por. Aurora Corvo y Lira Félix
María García y Elvira Sánchez, concejalas socialistas, tienen un objetivo esta legislatura: poner en valor el patrimonio salmantino. “Este edificio debería ser público, para que lo pudiéramos disfrutar todos, como sala de conciertos, conferencias, exposiciones,… Sería muy interesante que el Ayuntamiento, Diputación, Junta u otra institución o fundación privada o pública se hicieran con él”, expresan.
«Todo es cuestión de hablarlo», señala Sergio Calabrés, cuyo estudio de ingeniero ocupa la parte superior del inmueble, rehabilitada desde 2020, y que es el guía de excepción de las concejalas socialistas por las instalaciones. Quién a lo largo de la visita dirá: «Este edificio es una caja de sorpresas».
Y tanto. En sus más de 150 años de historia ha servido para almacenar agua que era trasladada hasta la estación del ferrocarril (actual Vialia) y como local de guateques. “Nos hemos encontrado a gente que decía que venía de fiesta aquí en los años 80”, comenta entre risas el ingeniero.
La fábrica del agua fue construida en 1869 por el arquitecto José Secall. Es el primer depósito de agua de la ciudad. “Se tomaba el agua del Tormes, la almacenaban en el sótano del edificio y desde aquí se bombeaba hasta la ciudad. En aquella época, esta zona no estaba urbanizada y pasó a formar parte de la ciudad gracias a este edificio”, matiza Calabrés.
De ese subir las aguas hasta la estación ferroviaria toma su nombre la calle Camino de las Aguas.
Edificio atípico
El edificio se inauguró el día de la Inmaculada. La vida de la fábrica del agua fue corta. De hecho, debido a la situación económica que atravesaba el país a finales del siglo XIX, solo estuvo en funcionamiento un lustro.
Volvió a cobrar utilidad en 1900. Un grupo de empresarios vieron que era el inmueble ideal para montar una industria farmacéutica. Entre esos emprendedores estaba José Giral.
En el interior se comienza a producir glicerina, medicamentos, pomadas, cola… “La propia fábrica era el edificio noble y las naves de alrededor también formaban parte de la instalación. En 1920, José Giral vende el edificio, aunque se sigue produciendo cola; y en los años 30, se incendia, según los nietos de los afectados”, puntualiza Sergio Calabrés.
Desde el incendio, existen lagunas sobre destino ocupacional que ha tenido el edificio y las remodelaciones que ha sufrido. Del inmueble original se conserva la chimenea, que junto con la que se encuentra en Tejares son las testigo de la era industrial que vivió Salamanca.
“Hay una fecha 1956 escrita en el edificio, se puede pensar que una de las obras se hizo ese año o en esos años”, matiza el ingeniero.
Calabrés ha compaginado su trabajo como ingeniero con su labor de ‘detective’ buscando y rebuscando en archivos, periódicos o preguntando a todos los que se acercaban a ver el edificio tal y como está en la actualidad. “No existen planos actuales del edificio. Incluso hemos sido nosotros los que hemos descubierto donde estaba el depósito de agua. Fue metiendo cámaras por las tuberías”.
Entre las anécdotas que logran colocarle más piezas a este puzle está la de un día que Sergio Calabrés se encontró a dos personas fotografiando el edifico. Preguntó qué hacían. Ellos respondieron que habían trabajado aquí, en una tapicería. Le explicaron cómo estaba estructurada en su época. De esos años se conserva el letrero indicativo en las escaleras que dan acceso a la planta superior.
“Este edificio alberga una historia apasionante a pesar de no conocerse completa debido a la falta de información desde los años 30 hasta ahora. Por ello, sería un gran proyecto para el Ayuntamiento indagar acerca de esta singular fábrica y construir un museo donde se explicase su historia para no dejarla morir”, apuntan las concejalas socialistas.
De hecho, tanto Elvira Sánchez como María García tienen claro las ventajas que traería para la ciudad una apuesta por otro tipo de industria, en la que Salamanca podría convertirse en un referente del centro de España, con el permiso de Madrid: hablan de la industria de la cultura.
“Este edificio se encuentra en un enclave excepcional para crear un corredor cultural. Tendríamos El Casino del Tormes, que es privado, pero que alberga la maquinaria para moler el cereal, importantísimo para nuestra economía, conectaría con la Casa Lis, el museo de Automoción, el DA2, el CAEM, para llegar aquí, a la fábrica del agua y culminar con el museo del Comercio. Sería un reclamo para que el turismo no se quede solo en la zona histórica de la ciudad. Además tendría el paseo a la vera del Tormes. Se le daría un impulso a esta zona”, concluyen las concejalas socialistas.