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Opinión

Mar revuelto

Una playa. Imagen de Carlos Eduardo Witte en Pixabay

Es tiempo de vacaciones, relax y disfrute para muchas personas, aunque no para otras muchas que malviven rogando que no pase el tiempo. Demasiados ‘fantasmas’ caminan alrededor de quienes pasan el verano entre psicólogos, unidades de trastornos alimentarios y psiquiatras tratando de alejar presentes y pasados incómodos que los llevaron hasta allí.

Quienes no sepan que la vida se rompe tras ‘esas cosas de niños’ que tanto disculpan el acoso escolar seguirá disfrutando de un verano intenso y a veces loco que da la potestad de vivir ausente a problemas que saltan a la realidad de vez en cuando en algún telediario.

Y créanme que me puede causar cierta envidia sana quienes viven de espaldas a realidades de triste actualidad. No sentir, ni padecer puede parecer sano, aunque sea bastante insano, pero sentir en grado superlativo, acaba pasando factura a todos los niveles a quienes no pueden darse la vuelta, cerrar los ojos y alejarse como si no fuera con ellos.

Se habla del acoso escolar como si fuera algo trivial. No se le da la importancia que merece. Precisamente, porque los ‘actores’ son niños, niñas y adolescentes no se tiene en cuenta que la responsabilidad de sus actos recae muchas veces sobre adultos. Eso conlleva a cierta dejadez de funciones en todos los ámbitos. La responsabilidad y la potestad de quienes cometen actos contrarios a la buena convivencia (léase y entiéndase acoso escolar, aunque se empeñen en edulcorarlo llamándolo así) y el lugar donde estos actos ocurren daría para unas cuantas horas de buen debate y ahí radica otro problema, cuando la Ley es clara por una vez y solamente hay que leerla, aplicarla y dejar de ignorarla.

Y ya que hablamos de Ley y a la vista está los agujeros que demuestra tener, habría que valorar por parte de quienes tienen que hacerlo, la efectividad de una Ley que no reeduca, que reincide en muchas ocasiones, que no hace ningún favor a quienes les reconoce su mala conducta, pero les enseña el camino para seguir haciendo de su capa un sayo.

Estamos asistiendo a un aumento de conductas y gestos autolíticos, aumentando las cifras de adolescentes que acaban en unidades de trastornos, se visibiliza un aumento de casos de acoso escolar, de ciberbullying, abusos y ciberdelitos, pero no se mueve nada porque a pesar de los años y de los daños, el verano sigue siendo época de disfrute y de relax para unos cuantos que no conviven con la realidad que tienen al lado porque nunca les ha tocado.

Sigan mirando a ese mar revuelto, disfruten la vida de los pueblos, tomen el relax que puedan y recarguen las pilas porque nunca digas nunca y el tiempo pasa deprisa para recordarnos que siempre está, lo que nunca se va.

Asociación Salmantina Contra el Bullying y el Ciberbullying

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