El impacto del cambio climático sobre la salud exacerba las desigualdades sanitarias y sociales existentes. Esta desigualdad expone más a las poblaciones más desfavorecidas, haciéndolas más vulnerables a los daños y limitando su capacidad de adaptación. Por ello, es importante conocer qué poblaciones y qué factores influyen en la adaptación al calor para poner en marcha medidas que disminuyan el impacto de las altas temperaturas, especialmente en colectivos vulnerables, que presentan desigualdades sociales en salud.
Efectos indirectos del calor
No solo el golpe de calor o el síncope por calor afectan a la salud, existen otros efectos indirectos que, sin ser tan agudos, impactan en la salud de las personas, especialmente de aquellas que tienen un equilibrio delicado de salud que puede descompensarse por numerosos factores y entre estos se encuentra el calor, que desencadena el agravamiento de condiciones o patologías preexistentes, fundamentalmente de tipo cardiovascular y respiratorio, pero no solo.
En los pacientes con enfermedades respiratorias el calor produce un incremento de la demanda de oxígeno por las células, que no puede ser satisfecha en personas que presenten enfermedades que cursan con insuficiencia respiratoria. La hiperventilación (aumento del número de respiraciones por minuto) y la excesiva sudoración aumentan la deshidratación que contribuye también al espesamiento del moco bronquial y dificulta aún más la ventilación pulmonar.
En pacientes con patología cardiovascular la deshidratación produce hemoconcentración (mayor viscosidad o espesor de la sangre), que dificulta la circulación y puede producir trombos, aumentando el riesgo de accidentes cerebrovasculares y coronarios. Simultáneamente la taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca) compensadora es un esfuerzo añadido para el corazón, especialmente en personas con signos de aterosclerosis, y puede producir angor (angina de pecho) o infartos de miocardio que suceden durante las olas de calor.
En los meses de verano se produce también un incremento de las enfermedades transmitidas por el agua y los alimentos, ocasionando gastroenteritis o brotes de toxiinfecciones alimentarias.
Personas más afectadas
Los lactantes y los niños de corta edad, cuyos mecanismos de termorregulación son más inmaduros, son especialmente vulnerables al calor y a la deshidratación. También los niños mayores que se exponen más al sol mientras juegan, y no tienen la precaución de beber suficientes líquidos para reponer los que pierden con el ejercicio, además que su sensación de sed no está tan bien regulada como en el adulto y tampoco tienen sensación de riesgo.
Los mayores de 65 años, especialmente los ancianos que viven solos o con escaso apoyo familiar, sufren enfermedades crónicas, tienen discapacidad o están en situación de dependencia, son un grupo de personas que, generalmente, no beben líquidos suficientes y su riesgo de deshidratación es importante. Estas personas padecen frecuentemente alteraciones del mecanismo regulador de la sed o no expresan la necesidad de beber, siendo por ello más propensos a deshidratarse.
Las embarazadas son también un grupo con predisposición a tener problemas por el calor, con un incremento de las molestias propias del embarazo y son también más proclives a la deshidratación. Es importante realizar una ingesta adecuada de líquidos.
Existen un amplio grupo de medicamentos que pueden producir efectos indeseables bajo la influencia del calor por diferentes mecanismos. Los más habituales son: alteraciones en la hidratación, trastornos electrolíticos, afectar la función renal, fármacos con un perfil farmacocinético que puede afectarse por la deshidratación, medicamentos que pueden alterar la termorregulación central o periférica o inducir una hipertermia.
Los principales medicamentos implicados son neurolépticos, antidepresivos, antiparkinsonianos, broncodilatadores, antiinflamatorios no esteroideos, sulfamidas, aminoglucósidos, diuréticos, antihipertensivos, antianginosos, antiarrítmicos, antiepilépticos, etc. Estos fármacos los utilizan personas que tienen alguna enfermedad crónica y que, por tanto, son per se más vulnerables. En la página web del Ministerio de Sanidad puede obtenerse información sobre los medicamentos implicados y sobre el buen uso de los mismos en caso de olas de calor.
Cómo enfrentarnos a las temperaturas extremadamente altas
Se recomiendan diversas medidas: evitar la exposición al sol en las horas de mayor calor, beber abundantes líquidos sin esperar a tener sed, realizar comidas ligeras y frías (ensaladas, verduras, gazpachos, sopas o cremas y frutas) y evitar comidas copiosas, calientes o de difícil digestión.
Evitar salir al exterior en las horas de mayor calor y especialmente evitar trabajar al sol en esas horas (este año han muerto varios trabajadores por esta circunstancia). En la calle o en el campo caminar por la sombra, aplicarse cremas fotoprotectoras y utilizar sombreros y gafas de sol. En casa bajar las persianas y toldos, especialmente en los pisos altos y permanecer en la zona o habitación más fresca de la casa durante el mayor tiempo posible. Por último, es recomendable ducharse o refrescarse frecuentemente y utilizar ropa amplia, ligera y de color claro, así como calzado cómodo y transpirable.
Un aspecto que requiere especial atención es evitar permanecer mucho tiempo en un coche parado y sin aire acondicionado, aunque las ventanillas estén abiertas y el día esté nublado, y no dejar nunca a bebes, niños, ancianos, enfermos crónicos o mascotas solos en su interior, aunque sea únicamente por unos minutos. El calor en los vehículos parados al sol aumenta rápidamente y las consecuencias pueden ser fatales (todos los veranos muere algún niño pequeño al que se dejó en un coche aparcado al sol).
Es necesario cuidar de uno mismo y cuidar de los demás. Si conoce a algunas personas que por sus circunstancias personales pueden considerarse vulnerables al calor es recomendable estar pendiente de ellas, una actitud proactiva al respecto puede salvarles la vida.
Por último, es preciso estar atentos a las indicaciones de las autoridades sanitarias y tener un poco de sentido común. La salud está en juego mucho más de lo que podemos creer.