Opinión

Pedro Sánchez, mago de juegos imposibles

Pedro Sánchez tras ganar las elecciones de 2023.

Pedro Sánchez, en sí mismo, es un baluarte de improvisación tocada por los dioses de la gran fortuna. Con él nace, crece y se multiplica ese toque de listeza propia de quienes están llamados a conquistar lo que anhelan. Es un auténtico funambulista de circo ambulante, experto en caminar sobre las cuerdas más flojas que puedan ponerse bajo sus pies. Mago muy reconocido en disipar personajes que se evaporan, como desechos colaterales, por el camino. Su magia haría posible, si falta hiciese, la aparición de una virgen entre destellos de luces y parafernalias humeantes sobre los bonsáis del propio Felipe González o sobre las gaviotas desorientadas del PP que en estos días sobrevuelan los cielos abigarrados por la calima de las oscuras, tenebrosas y expectantes negociaciones.

Quienes tildan de tontarras a este hombre, nacido para guiar los destinos de España a golpe de imaginación y osadía, la pifian de tal forma que así les sigue luciendo el pelo. Y es que al doctor Sánchez, en su peregrinación solitaria por aquellas carreteras de la desolación, cuando sus detractores creían haberle clavado el rejón definitivo que lo destruiría, algún santo o vete a saber que ángel o divinidad lo resucitó, mostrándole los efluvios mágicos que podrían dominar asambleas y reuniones de afiliados por todos y cada uno de los rincones de España. Así comienza una andadura que, aunque complicada, al final conquista la Moncloa bajo el paraguas de la ley que constata la realidad de que, para tocar el pelo de las alfombras del palacio, hay que tener más apoyos que el contrincante. Lo de ganar las elecciones en nuestro sistema solo sirve para la celebración de cuatro minutos contados después del recuento.

Otra cosa es lo que nos gusten o nos jodan esas componendas a base de retales y zurcidos asquerosos que han conformado el gobierno, pero el caso es que don Pedro es el mejor y más grande de los artistas que tuvo la democracia en su reciente, decente y admirable historia. El morador de la Moncloa, para no soltar las llaves y meterse con este fuego solar en mudanzas y cambio de colchones, ha aprendido a gestionar la mentira como una parte esencial del juego.

De morirse del susto acostándose con Podemos, pasó a encamarse con Pablo Iglesias hasta que la riña matrimonial fraguó el momento oportuno y más que esperado para poner en liquidación a quienes que le habían venido socorriendo con su aliento.

Las hemerotecas cantan y cuentan su transitar por el espectacular calvario de las trafullerías, pero es tal el hecho prodigioso de este mago de la escena, que al final logra acomodarnos a muchos españoles en lo que no hace tanto tiempo rechazábamos.

Las elecciones del 28M pusieron las cosas en su sitio de tal forma, que se intuía que en el 23J se iba a producir la hecatombe de un sanchismo tocado de forma más que evidente.

Pero mira por dónde, llega el ilustre gallego de las mayorías absolutas y, mal, malísimamente aconsejado por los suyos, mete la pata hasta la bacinilla de los gansos.

Seguimos sin entender muchos electores, cómo es posible que no se paralizasen todas las negociaciones con VOX en ayuntamientos y comunidades autónomas, hasta el momento en el que se celebrarse la esperada victoria en las elecciones generales.

Y claro, ante tal desastre, el mago socialista jugó sus cartas de tal forma que no hizo falta estudiar mucho para comprender que al final sacaría de la chistera el naipe esperado como remate impresionante de una actuación de última hora.

Pero eso ya es lo de menos. Lo que importa ahora es que un prófugo de la justicia que se ha orinado en la Constitución y que sueña con destruirla, tenga en sus manos la gobernabilidad de España.

Don Pedro ha logrado que mucha gente asimile el acercamiento de Bildu a los ámbitos democráticos, que el separatismo tome cuerpo y pueda manejar las riendas de esos carros repletos de momios ventajistas, pero que alguien que se mofa del estado español y de su justicia pueda manejar los hilos que faciliten un gobierno se hace cuando menos repugnante. Como repugnante es recordar el dolor que sigue lijando la herida que produjo a la izquierda sensata y con buena memoria, el puñal clavado por el PSOE apenas hace cuatro días en el corazón del Sahara.

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