Opinión

Las ciudades como islas de calor

Un camino con árboles. Imagen de Peter H en Pixabay
Un camino con árboles. Imagen de Peter H en Pixabay

Que el cambio climático evoluciona más deprisa que la respuesta con la que somos capaces de enfrentarlo es un hecho que afecta a todo el planeta, de tal forma que medidas que pueden considerarse adecuadas cuando se planifican quedan obsoletas antes de que se lleven a cabo por raquíticas desde su misma génesis y en su desarrollo posterior.

Las olas de calor son fenómenos puntuales que agudizan la rigurosidad del clima, dificultan la vida diaria y provocan serios problemas de salud, en especial a los más desfavorecidos económicamente y a los que padecen alguna enfermedad crónica (especialmente enfermedades respiratorias).

El cambio climático afecta tanto al territorio rural como al urbano, pero por las características de las ciudades las olas de calor son más intensas en las urbes que en el entorno rural que las circunda. Este fenómeno se conoce como isla de calor: El aire de una ciudad con un millón de habitantes puede tener una temperatura entre uno y tres grados centígrados más alta durante el día respecto a su periferia y por la noche esa diferencia puede llegar a ser incluso de diez grados. El fenómeno de isla de calor aumenta con el tamaño de la ciudad. Madrid es posiblemente el mejor (peor) ejemplo de isla de calor de Europa.

Existen diversas razones que explican este fenómeno como el volumen y densidad de los edificios, la impermeabilización del suelo con asfalto, la densidad del tráfico, los gases contaminantes, la escasez de zonas verdes e incluso el color de los edificios. El reto exige que las ciudades adopten políticas decididas de un desarrollo urbano sostenible más allá de medidas puramente estéticas y sin gran efecto sobre las temperaturas de la ciudad.

La ONU en su Agenda Urbana, y la mayoría de los expertos, recomiendan desarrollar una arquitectura bioclimática con instalación de energías renovables y cubiertas de vegetación en los edificios para mitigar la absorción de calor, implantar una movilidad sostenible reduciendo la contaminación por el tráfico de automóviles, aprovechar y facilitar el drenaje de aguas pluviales mediante sistemas de drenaje sostenible, el aumento sustancial de las zonas verdes en forma de parques, corredores verdes, huertos urbanos… o la plantación de árboles en todas las plazas, calles o rincones en los que ello sea posible. Una política verde que incluya árboles, fuentes y bancos.

El estrés térmico seguirá creciendo durante los próximos años y décadas en las ciudades españolas y, sin embargo, seguimos asistiendo a la urbanización de las ciudades sin tener en cuenta los aspectos que agravan la situación; el ejemplo de la reciente urbanización de la Puerta del Sol en Madrid es un modelo esperpéntico de un urbanismo grandilocuente, anticuado, caro y ajeno a la realidad y a las necesidades de la ciudad y de los ciudadanos. La multiplicación del granito en los suelos de las ciudades no solo es muy caro sino absolutamente ineficiente para mitigar el efecto isla de calor (claro que peor es el asfalto).

El río Tormes es el corredor verde de Salamanca que deberíamos cuidar con esmero, pero la ciudad del Lazarillo necesita también adoptar medidas urbanísticas más contundentes para afrontar el cambio climático y especialmente las olas de calor, más allá de corredores urbanos puramente estéticos, como la travesía Life Vía de la Plata a través de las calles Zamora y San Pablo. Es necesario adoptar con urgencia una política de aprovechamiento del agua y creación de amplias zonas verdes con arbolado allá donde sea posible plantando árboles de sombra en todos los espacios urbanos que lo permitan.

El urbanismo verde no es un prejuicio ideológico, no es de izquierdas ni de derechas, es una necesidad para responder al cambio climático y a las olas de calor evitando o disminuyendo el efecto isla de calor. O te adaptas o pereces: el negacionismo no solo no va a resolver el problema, sino que lo va a agravar al retrasar medidas imprescindibles por simple obcecación ideológica. Salamanca es, además, una ciudad que vive en la calle de día y de noche, más aún en verano.

El Ayuntamiento de Salamanca debe liderar los cambios de adaptación climática que la ciudad necesita; dispone desde 2019 de un documento titulado Estrategia Municipal de Adaptación al Cambio Climático de Salamanca, elaborado con la colaboración de la red Ciudades Verdes CENCYL, cuya implementación sería necesario acelerar. Se necesitan proyectos más ambiciosos y recabar, e incluso exigir, ayudas de la Junta de Castilla y León y del gobierno de España para adaptar la ciudad al futuro que ya está aquí. Árboles: si, muchos, en todos los sitios. Gracias.

1 comentario en «Las ciudades como islas de calor»

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