La FIFA acaba de suspender al presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF), Luis Rubiales, durante 90 días de toda actividad relacionada con el fútbol a nivel nacional e internacional por el incidente con la futbolista Jennifer Hermoso.
El beso, el pico, el piquito de Luis Rubiales a Jenni Hermoso es solo la punta del iceberg, que es lo que más espanta del asunto.
Hasta llegar a interiorizar en tus normas de comportamiento besar en la boca a una mujer que acaba de ganar el mundial de fútbol, sin formar parte de su círculo más íntimo, lo cual justificaría semejante muestra de afecto, se ha recorrido un largo camino, se ha formado un iceberg.
Esa punta es parte del repertorio del comportamiento machista estándar, ese que considera que la figura paternal del macho cabrío debe proteger a la mujer, ese ser desvalido, sin autonomía, sin valía ni capacidad personal y profesional solventes, que no sabe ni lo que quiere, y que por eso necesita tener cerca la tutela del varón que la protege, dispone de ella y la trata con condescendencia, por su bien.
Y lo mismo cuando sobre el césped el presidente de la federación se sube a otra al hombro como cuando juega en el parque con su hija de diez años, que quizás sueña con ganar el mundial de fútbol algún día.
Esa actitud es la que mata al personaje que se ha destapado del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales.
La misma que explica que se agarrara los huevos ante la reina, los representantes de la FIFA y los millones de espectadores que veían la final por televisión, aunque también lo hiciera por el bien de alguien, en este caso, el seleccionador, que aplaude incondicionalmente a su jefe.
Es posible que se haya sacado de quicio el beso en sí mismo, pero es que ese pico forma parte de una visión trasnochada de la vida, incrustada en el cerebro de los españoles durante el franquismo que se ha transmitido con naturalidad y que todavía hoy cuenta con más comprensión entre los españoles (y no menso españolas) de lo que pensamos. En los campos de fútbol encuentra su caldo de cultivo natural, como cualquier otro comportamiento mandril y primitivo. Y fuera de los estadios, también. Todos los sabemos.
No es el beso, el pico o el piquito, es que nos han mostrado en directo por televisión que no habíamos calibrado bien el tamaño real del iceberg. Rascas un poquito y se ven los pelos de la burra.
1 comentario en «Editorial | El pico del iceberg»
De todo este ridiculo vodevil, no sólo la tormenta desatada por la postura de este cafre merece la condena y el comentario. Ciertamente la situación ha sacado a La Luz a un macarra que se había conseguido encaramar a un sitio que le venía grande . Pero peor aún ha sido, al menos para mí , contemplar a un montón de estómagos agradecidos aplaudiendo a rabiar las diatribas del impresentable…precisamente, los primeros que han abandonado el barco cuando han visto flojear a quien les colmó de prebendas y regalos. Todo muy edificante. Urgen dimisiones o ceses fulminantes. Y si no, muchos se plantearán si merece la pena seguir alimentando a toda esta banda.