Un fantasma recorre el mundo a lomos de algoritmos, inteligencia artificial y cerebros digitales. Es, según algunos, el nuevo oro, la eficiencia en la productividad, la vuelta al paraíso. Se anuncia, que el catálogo de ventajas que proporciona va en aumento. Beneficios para unos, y para otros: desigualdades, despidos y cada vez más luces rojas. Dar marcha atrás es imposible, pero si exigir, se emplee en bien de todos, se ponga corazón en cómo se utiliza y no se adore como un dios.
De siempre, la humanidad progresa, se producen cambios y el bienestar aumenta. Las oportunidades de la transformación digital son inmensas, pero más importante es, que la información que acumulan sobre las personas, sean propiedad de los afectados y no de las empresas que los manejan. Se avanza con sobresaltos, riesgos de abusos y toma de resoluciones no siempre justas. Advertir cabe, que lo bueno para hoy no ha de ser rémora para mañana.
Esto de los robots y máquinas inteligentes que, acumulan multitud de datos sobre las personas, están especializados en cantidad de cosas y nos hacen tomar decisiones programadas, eliminando el esfuerzo en plantearlas y disminuya el esfuerzo en resolverlas, debiera preocuparnos, porque al paso que vamos acabarán predisponiéndonos a ser perezosos, menos emocionales y me temo haciéndosenos imprescindibles.
Con lo de las nuevas ciencias y su revolución tecnológica, si no se pone cuidado, se corre el riesgo que nos atemos mansamente a la información que poseen y el destino de la mayoría la decidan unos pocos. La verdad, a la gente sencilla tanto adelanto, además de asombrarnos a veces nos asusta. El ChatGPE, de significado enrevesado está entrenado para mantener una conversación con una persona. Digas lo que digas te contesta, sabiendo más que tú y dándote razones que convencen. A Google, ese aparato lo sustituirá seguro, esperemos que a nosotros no.
