Opinión

Caminante no hay camino

Hoces del Duratón. Wikipedia.

Las Hoces del Duratón y sus mágicos entornos tallados con mimo por aguas y vientos, se anuncian como uno de los edenes paisajísticos de esta tierra tan plural en todo tipo de propuestas turístico culturales.

Pero lo que nadie te dice es que para llegar a las Hoces o a la impresionante ermita de San Frutos, debes pasar una terrorífica ITV, entre piedras que bombardean los bajos del coche de tal forma que no sabes si darte la vuelta o seguir destrozando el cacharro. Un camino de cabras que seguramente ni estas se atrevan a surcar con sus poderosas pezuñas.

Después de cerca de cinco kilómetros sin ver una mota de asfalto o cemento llegas al parking donde gentes de otros lugares de España, te explican con todo lujo de detalles que ese tipo de recorrido mataruedas hace decenas de años que fue abolido en sus provincias.

Y claro, las Hoces, el río Duratón y la marca hermosa de los años sobre la ermita del Santo segoviano te hacen disfrutar, pero como no puedes quitarte de la cabeza que has de volver a la tortura del camino a cuatro por hora, comienzas a hervir la mala leche en la cazuela política, donde ves rostros, caretos y jetas de todo pelaje. Así se me abre en las profundidades del cabreo mi Sierra de la Culebra y esos paisajes enlutados que la visten para recordar la tragedia que hace un año vivía mi gente por aquellos pueblos. Pueblos que siguen siendo pasto del abandono clamoroso que cae como una losa sobre una España que seguirá vaciando las comarcas más débiles frente al opulente poderío de las tierras más pobladas que conforman el poder político que estos días, anda detrás de la guinda para la tarta que pondrá color al nuevo atropello a la igualdad entre españoles.

Claro que debajo de ese interés político redundante en conseguir los cinco votos que otorgarán el derecho a seguir mamando de la burra moncloina, no puede tapar la política que padecemos en esta comunidad, donde simplemente hay que preguntar a quienes como héroes siguen poblando nuestros pueblos para descubrir de que va esta juerga. Juerga que pagamos con nuestra pasta a decenas de obedientes partidarios que, solo viven para mantener el chollo que vía enchuferil les otorga el mandas de turno.

Siguiendo por aquella zona de Segovia tan llamativa y promocionada por el boca a boca, no podíamos abandonarla sin recorrer otro camino tortuoso que debía llevarnos al Monasterio de la Hoz. Pues nada que para llegar a tan esperado destino durante varios kilómetros hay que emborracharse de paciencia porque otra vez te encuentras con una trocha de piedras sueltas que te dan otro concierto de descalabros sobre las partes bajas del coche. Y te vuelves a acordar de quienes sacan pecho promocionando las virtudes de esos lugares emblemáticos de nuestra tierra, mientras olvidan que hay que facilitar las vías necesarias que acordes con este tiempo faciliten el acceso a lugares tan significativos como las Hoces del Duratón.

De todos modos, doy por hecho de que, si alguien se propusiera arreglar esos caminos medievales, entraríamos en la discusión perpetua de si tal cosa es de este departamento o del otro, o que si el gobierno, la comunidad o la diputación de turno debe hacer que el gallo cante. Burocracias que siguen marcando la realidad que aguantamos entre un tufo cada vez más insoportable a moquetas y despachos.

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