Que el viaje al pasado es imposible lo sabemos todos, pero añorarlo es frecuente entre quienes ven inseguro el tiempo actual y confuso el porvenir. Pretender volver a ser lo que ya se fue es meterse en un laberinto en el que están cerradas todas las salidas. Preferible es, abrir los ojos a la realidad del presente y poner empeño en hacer que el futuro sea halagüeño. Del pasado, sirve la experiencia para con lo aprendido seguir adelante, asumido, que de cada uno depende lograr su objetivo.
Lo que motiva la nostalgia ya no forma parte de nuestra vida. Lo que hay es que, imponerse a los avatares de cada día, conservar lo bueno conseguido y afrontar que cada poco hemos de comenzar algo nuevo. La inmediatez en las noticias, lo rápido con que se enjuicia lo complejo y la aceleración por quitarse de encima los problemas, hace se improvisen soluciones vanas.
Actuar sin prepararse previamente es aventurado y obrar de manera espontánea no recomendable, por más que se diga que lo que fluye natural es sinónimo de sinceridad y la mejor receta para llegar antes es ir deprisa. Es preferible ir paso a paso, poner tesón en mantener en el rumbo y hacer por llegar bien antes que pronto.
Regresar al pasado pone plomo en los pies. Al acontecer de la existencia hay que hacerle frente ligeros, lo difícil pensarlo como posible, no asustarse por dudar y puestos en marcha, saber que mirar para atrás convierte en estatua de sal.