La noche estaba fría, pero la Plaza hervía mientras duró la fiesta. Luego todos se fueron a los bares para darle la bienvenida anticipada al nuevo año bajo la atenta mirada de un espectacular despliegue policial, que estaba a la expectativa.
A los 120 policías locales se sumaron los antidisturbios de la Policía Nacional, que se colocaron en la plaza del Poeta Iglesias, al lado de la Plaza Mayor, por si las moscas.
Pero allí cado uno iba a lo suyo, salvo el listo de turno, que fue cazado por algún policía de paisano metiendo la mano en bolsos ajenos birlando móviles.
Los controles antidroga no pudieron impedir la fumada que había en el ágora. Si el perro antidrogas llega a pasarse por allí le da un pasmo. No sabría por dónde empezar, la criatura.
La Cruz Roja comenzó a citar en el pasaje de la Caja a los que se habían tajado profundamente, que iban aumentando a medida que pasaban los minutos. Se atiborraron antes de entrar en la Plaza como si se fuera a acabar el mundo, y a las 1.30 había muchos habían puesto ya fin a la noche vencidos por una cogorza considerable.
Borracheras y cortes
En esas circunstancias uno puede acabar en hospital para que le reanimen, o con un corte serio en el brazo en un momento de ceguera, como el que se hizo un chaval.
El paisaje se completaba con la calle Varillas llena (la única), la plaza de San Justo semivacía, y el resto de las zonas de copas sin agobios. En la época buena de la noche salamantina, la mayoría de los sábados había más gente que esta Nochevieja Universitaria.
Las calles del centro quedaron marcadas por el paso de la muchachada y su rastro de vasos y bolsas y botellas vacías.
A la 1.30 horas, la Policía Local ya estaba haciendo controles de alcoholemia en a avenida de Mirat.
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