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Opinión

El apóstol

Susana Martín / ICAL . La exposición de retratos 'Apóstol', de Ángel Luis Iglesias, en la Catedral de Salamanca.

Las exposiciones terminan siempre convirtiéndose en un espacio para el encuentro. Detrás de cada una hay mucho trabajo, el que lleva a señalar objetivos y elaborar un guion que estructura el contenido a través de un itinerario. Así es como se crea el relato, esa historia explicada y razonada que nos adentra en la entraña de la muestra. Y en la medida que lo abarcamos, aumenta la percepción de que hemos comprendido y, por lo general, disfrutado de ella. La obra de arte, a fin de cuentas, es siempre un diálogo con el creador, que es un representante de la sociedad, pensamiento, cultura, ideas, creencias e inquietudes de su tiempo. Gracias al creador podemos entender e interpretar todos esos mundos en los que se ve reflejado. Por eso satisface tanto recorrer la exposición junto al artista.

Es lo que hicimos con Ángel Luis Iglesias en su exposición «Apóstol». La catedral es tan grande que quien se atreve con ella corre el riesgo de ser devorado. Sin embargo, Iglesias sabe espaciar, medir, ubicar, de manera que todo guarda armonía. Es una exposición pensada ad hoc para la catedral en la que cada obra ocupa el lugar para el que fue concebida en ese itinerario que nos lleva a un diálogo sosegado entre la fe y el arte, la creación y recreación con la transcendencia. Y en estas iniciativas, ya estamos acostumbrados últimamente, de una u otra forma aparece la mano de Tomás Gil, que mediante el arte se erige en apóstol para los gentiles. Y como Pablo de Tarso, acaba siendo reprobado por el celo del fariseísmo. Es la historia que se repite una vez tras otra.

Apóstoles, discípulos, testigos, evangelistas, todos los llamados a la misión están representados en las sesenta y dos pinturas enormes de la Catedral Nueva. Llaman la atención los lienzos especiales, para evitar reflejos, y una forma de pintar característica, imitando la fotografía en blanco y negro, hiperrealista en la distancia, suelta en la cortedad. Y al recorrer el periplo de los enviados descubrimos a nuestras gentes de esta Salamanca entrada en el veintiuno. Los apóstoles son los nuestros porque Ángel Luis Iglesias ha encontrado en ellos el reflejo de sus rasgos morales. Cada apóstol ocupa su lugar en sintonía con la catedral, uniendo mediante el símbolo la tradición con la modernidad. Hay mucha historia que contar en este recorrido por las primeras evangelizaciones, la de los apóstoles y la del artista.

La exposición tiene un capítulo final dedicado a las mujeres del Evangelio. En el sótano del palacio episcopal, en sintonía con lo anterior, otros catorce retratos nos recuerdan a esas mujeres relegadas por la historia y la tradición que, a modo de epígonos, tanto contribuyeron al anuncio de la buena nueva. Al fondo, otro retrato del Nazareno, con modelo diferente y una historia digna de ser contada. Lo haremos cuando llegue el momento.

Solemos decir que el arte siempre se ha esforzado por recrear lo bello. Sin embargo, esto no es del todo cierto. Ahí está el ejemplo de Iglesias, que explora otras cualidades y con la sencillez y frescura de su pintura, la soltura en la ejecución y la hondura del mensaje, supera la belleza para pisar los umbrales de la grandeza.

Susana Martín/ICAL. Ángel Luis Iglesias, autor de la exposición ‘Apóstoles’ en la Catedral de Salamanca.

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