El Mariquelo sube a lo más alto de la Catedral

Dedica su XXXVII Ascensión a los enfermos de ELA y Parkinson
Ángel Rufino de Haro 'El Mariquelo' en la Catedral de Salamanca, en 2023.

Ángel Rufino de Haro, ‘El Mariquelo’, ha culminado su trigésimo séptima Subida a la Catedral de Salamanca este martes, como viene haciendo cada 31 de octubre desde 1985. La de este año ha estado dedicada a los enfermos y familiares de ELA y Parkinson, representados por las asociaciones ELACyL y Parkinson Salamanca.

Como viene siendo tradición desde hace casi cuatro décadas, treinta y siete años concretamente, Ángel Rufino de Haro, o lo que es lo mismo, ‘El Mariquelo’, ha subido a lo más alto de la torre de la Catedral de Salamanca. Pese a las nubes que han protagonizado la jornada, numerosos salmantinos y turistas han acudido a presenciar la XXXVII Subida a la Catedral.

El Mariquelo ha destacado el “poder de convocatoria” tan “importante para una acción de gracias tan especial”. En esta ocasión, el folclorista charro ha dedicado la subida a los enfermos de ELA y Parkinson, así como a sus familiares, y ha pedido por las asociaciones ELACyL y Parkinson Salamanca.

La jornada comenzaba en la mañana de este martes desde el Puente Romano, desde donde el Mariquelo ha partido hacia la Plaza Mayor. Allí ha recogido a los grupos folklóricos y, finalmente, han recorrido la Rúa Mayor hacia la Plaza de Anaya.

Una vez en lo más alto de la Catedral, ataviado con el típico traje charro, y gaita y tamboril en mano, ha realizado la tradicional suelta de palomas y ha hecho sonar la María de la O un total de treinta y siete veces, una por cada subida. Finalmente, ha tocado la Charrada de la Catedral.

Tal y como ha recordado Rufino de Haro, La tradición del Mariquelo data de 1.755, cuando aconteció el terremoto de Lisboa. El temblor se extendió por toda la comunidad, la población acudió a refugiarse a la Catedral, las campanas sonaban sin que nadie las tocara. Como no hubo víctimas por el terremoto, el Cabildo Catedralicio formuló un edicto por el que se indicaba que cada 31 de octubre, alguien subiría hasta la campana de la Catedral para dar gracias a Dios. La tradición se acabó perdiendo en 1976, hasta que en 1985 Ángel Rufino de Haro la recuperó.

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