“España no se va a romper nunca”

Durante la charla con Vicente Gil, actor que da vida a Arsacio en la serie El Pueblo, descubriremos su romántica vinculación a Salamanca, a la que adora. Hablará de lo rico que es nuestro país y de lo agradable que es “entrar gratis en los hogares de los espectadores. Solo tengo agradecimiento».

Del increíble Hulk a Arsacio. ¡Es un buen recorrido!
(Risas) Empecé antes…

Sí, por irnos a personajes recientes a los que ha dado viva o prestado la voz.
Sí. Son muy populares los dos.

¿Se aprende mucho de los personajes a los que interpreta?
Depende. En doblaje aprendes porque estás dándole voz a actores. Si son buenos, aprendes mucho de sus trucos y de lo que hace y no hace. Cuando estás delante de las cámaras, el aprendizaje es continúo. Nunca acabas. Además, los actores aprendemos de la calle.

Usted ha contado que de los actores buenos aprende porque gesticulan poco y dicen mucho y de los malos,…
Lo que no hay que hacer. (Risas)

¿Todo eso lo ha incorporado?
Me ha venido muy bien, sobre todo en cine, cuando te dicen: ‘No te muevas porque estás en un primerísimo primer plano’. A mí me ha servido el hecho de interpretar desde un atril, donde no te mueves. Ahí no gesticulas.

Una curiosidad. Arsacio es un personaje muy popular, tiene su forma de ser. Cuando lo paran por la calle para hablar de este personaje y contarle alguna anécdota peculiar, ¿usted incorpora a su interpretación esos matices?
No. Lo que sí tengo que decir es que el público es muy amable y cariñoso. Se sorprenden de que yo no tenga nada que ver con el personaje. No puedo estar más encantado de este recibimiento. Me presto a lo que haga falta, porque entramos en sus casas gratis y son los que nos dan la fama y el reconocimiento. Por todo ello, absoluto respeto.

Comenzó en los ochenta.
En enero de 1980 cobré la primera nómina.

Regalo de cumpleaños. (nació el 26 de enero)
(Risas) Fue un poco antes, pero sí, casi de cumpleaños. Antes había hecho teatro alternativo, de calle,… pero la primera vez que cobré por mi profesión fue en enero de 1980.

¿Cómo ha cambiado su profesión en estas cuatro décadas?
Ufff. Ha cambiado en todos los sentidos y en todas las disciplinas. Por ejemplo, en doblaje éramos muy pocos actores. Nos conocíamos todos. Casi solo se doblaban las películas. En televisión, solo estaba TVE, utilizábamos el 16, que era un formato similar al cinematográfico, nada que ver con la inmediatez de un ordenador, que cortas, buscas, colocas,… Si te equivocabas, había que volver al principio. Ahora, si te confundes, solo tienes que repetir esa palabra o frase.

¿Algo sobre la técnica del doblaje?
Sí. Antes el actor de doblaje era casi tan importante como el actor al que se doblaba. Ahora, no. Nos piden mucho que imitemos al actor, su ritmo, su tono,… Procuramos parecernos lo máximo posible al actor que doblamos.

Y, ¿en cine y televisión?
Solo había una televisión, o trabajabas para TVE o no te contrataban. Lo digital ha revolucionado la profesión. Por ejemplo. Trabajé en Rec, película dirigida por Jaume Balagueró y Paco Plaza, donde hay una escena que me atizan en la cabeza con un extintor, de poliespan naturalmente, unas 30 veces. No te hacen daño, pero 30 veces son muchas. Eso, era impensable en los años 80, porque el material era muy caro. Tenía que salir bien sí o sí. Ahora, con lo digital se puede repetir la escena hasta 40 veces. La revolución de la técnica es absoluta.

Díganos que el teatro ha variado poco…
Antes había pruebas para acceder a la obra. Hoy día no hay casting… hay que ser amigo del director, productor, porque si no es así, no trabajas. (Risas) La vida y las modas cambian y hay que adaptarse. Esto es así.

Si la profesión ha cambiado, ¿cómo lo ha hecho la sociedad?
¡Increíble! Ahora no nos paramos. Es todo inmediato, no razonamos las cosas,… ¡Vamos como locos! Antes de una rueda de madera a una de caucho pasaban siglos, ahora los adelantos, inventos,… son cada día. Te asomas al barranco del futuro y dices: ¡Madre mía! ¡Qué nos espera! ¡Qué miedito da!

¡Que lo veamos, Vicente! Tiene pinta de que va a ser divertido.
Seguro que va a ser divertido. Eso sí, es brutal, pero nos adaptaremos.

Es alicantino, se ha criado en Barcelona y es del Rayo Vallecano…
Lo del Rayo es porque me gustan los más pobres. (Risas) Cuando me fui a Barcelona, era del Español.

Es una mezcla interesante. ¿Es tan rica España como esta mezcla que tiene usted?
Es el país más rico del mundo. ¡Es impresionante! Te cuento. He estado rodando una película de Juanjo Jiménez en Teruel, en una zona totalmente desértica, en el bajo Aragón. Acabé de rodar y me fui hacía Montalbán, de repente aquello era un vergel, todo de pinos y abetos. ¡Es un país tan variado, tan rico! Y culturalmente, pocos nos pueden bailar el agua. Es un país maravilloso.

¿Qué le dice a aquellos que aseguran que se rompe España?
Es mentira. No se va a romper nunca. He vivido en Cataluña y ahora estoy en Madrid. Podemos estar muy tranquilos, aquí no se rompe nada. No tiene ningún sentido. Quién rompiera, se empobrecería. Lo que debemos hacer es estar todos juntos para que sea más rico todavía.

Volvamos a Arsacio. ¿Es un personaje estereotipado o hay muchos Arsacios en esta España nuestra?
Según me dicen hay muchos. Me he encontrado con espectadores que aseguran que Arsacio se parece a su abuelo, a su tío, a su vecino,… Es noblote, no tiene más luces,… un poco bruto, pero tiene su corazoncito. Es mucho más malvada la abuela o el constructor. Arsacio es un poco bocas. Es un poco ignorante de formación. En la cuarta temporada, rectifica. (Risas)

¿Qué le parece el playmobil de Arsacio?
Me ha encantado. Lo tengo aquí, en casa. (Risas) No es la primera vez que un personaje mío salta a otro ámbito. El que hice en Águila Roja formó parte de una baraja de cartas, que también tengo en casa. Lo del playmobil, ¡no te lo puedes imaginar! Es una maravilla como ha recibido el público a este personaje, cómo le gusta.

Si le digo Elena Arnau, ¿qué me dice?
Es mi valedora, la adoro. Es directora de casting y le dijo a mi representante que quería dejar de darme personajes episódicos –participar en episodios de series- para buscarme un protagonista y lo consiguió. Por tanto, a Elena Arnau solo le debo.

Hay personas que creen más en nosotros, que nosotros mismos.
Totalmente. Tengo un par de personas, Juana Martínez y Elena Arnau, que les debo mucho. Son directoras de casting. Se la han jugado mucho por mí y solo tengo agradecimiento hacia ellas.

Le tengo que preguntar si le gusta mi tierra.
¡Por favor! Me encanta. Ya la conocía antes de estar con mi guapísima salmantina. La ciudad me parece preciosa y la zona, pasa un poco como Teruel, que tiene de todo. La sierra no tiene nada que ver con la zona de cereal. Es un ejemplo de lo que decíamos antes con relación a lo rica que es España. ¡Adoro Salamanca! Lo único que me falta es rodar ahí una película. He rodado en Soria y Teruel, me falta Salamanca.

Me da un pie fantástico, que dicen ustedes los actores. Tiene una cuñada que está escribiendo un guion sobre la historia de sus abuelos, él asesinado durante la Guerra Civil y ella crio sola a su hija y al que estaba por nacer.
Sí, en ello está.

¿Cree que las historias del 36 siguen teniendo vigencia?
Por supuesto. Hay historias que son preciosas. La de mi familia política y otras muchas, como la de los bomberos madrileños de la Guerra que tenían que ir a apagar los fuegos de los bombardeos. No solo la Guerra, también la postguerra o la represión de la dictadura. Hay mucho por escribir, por leer y por ver. Hay historias apasionantes de personas anónimas, como la de Encarna y Ramón, los abuelos de mi salmantina. Si leyéramos lo que tenemos que leer los españoles, te aseguro que se pensaría distinto. Tendría que haber más libros.

Vicente, en la asignatura de Historia no se llegaba al 36.
Es verdad. Habría que hacer una labor educativa en las escuelas e institutos, para saber dónde estamos y de dónde venimos.

Se mueren los que vivieron esa época.
Totalmente. En Madrid, colaboro con amigos de la asociación de la Memoria Histórica para recordar la República, la Guerra, la postguerra, la dictadura, la represión,… hay que decirles a todos los que se le llena la boca de democracia, que nunca olviden que durante la dictadura hubo grandes luchadores, que eran trabajadores, estudiantes,…, para que hoy tengamos democracia. Trabajemos todos para que nunca más se repita.