Opinión

La subida de los precios de los alimentos y el IPC

Un carro vacío en un supermercado. Foto. Pixabay.

El Índice de Precios al Consumo (IPC) es, en mi opinión, una falacia, pero una falacia de la que dependen salarios y pensiones y, por tanto, nuestra capacidad adquisitiva o, dicho de otra forma, nuestra posibilidad de vivir mejor o peor. Llego a pensar que es un índice creado por economistas y políticos para limitar las posibilidades de mejora de los ingresos de los ciudadanos, especialmente de las clases medias y bajas (a las clases altas no debe afectarles mucho). De hecho, se ha utilizado más para limitar las subidas salariales máximas, nunca para utilizarlo como un índice referido al mínimo que deberían revalorizarse cada año los salarios y las pensiones.

Desde hace muchos años me extraña la escasa relación que como ciudadano y como consumidor encuentro entre el IPC publicado cada mes y el incremento del coste de la vida. No es una sensación nueva pero sí que es cierto que esta sensación se ha reafirmado en los últimos años, quizás porque la crisis económica nos obliga a estar mucho más pendientes de los precios y a elegir mejor donde compramos cada cosa, o quizás porque la mayoría hemos perdido mucha capacidad adquisitiva dado que nos han recortado los salarios y pensiones notablemente.

Me llama mucho la atención la nula relación que encuentro entre la publicación mensual del IPC y el incremento real de los precios que observo cuando hago la compra en los supermercados, donde percibo una subida muy superior a la que recoge el IPC.  Es cierto que el grupo 1 de este índice, el referido a alimentación y bebidas no alcohólicas, tiene una ponderación del 19,6% sobre el total, pero este apartado es el más importante para todos los ciudadanos. Lo primero es comer y ya dice la sabiduría popular que “con las cosas de comer no se juega”.

También es cierto que lo sucedido en los últimos años con los precios de los alimentos básicos para una alimentación saludable como son los alimentos frescos (frutas y verduras principalmente) y también con otro tipo de alimentos esenciales como la carne o el pescado, por no hablar del aceite de oliva, sobrepasa de largo mis prejuicios o expectativas previas de desconfianza del citado índice. Vamos, que no me lo creo.

La intervención del gobierno para limitar el crecimiento de los precios ha sido muy limitada reduciéndose a rebajar el IVA de algunos de estos alimentos, rebaja que no ha tenido prácticamente ninguna influencia en el precio final que pagamos ya que no ha sido descontada por los supermercados, que la han aprovechado incluso para aumentar su margen de beneficio. La sumisión gubernamental a la presión de los lobbies alimentarios ha sido total, descartando medidas intervencionistas que podrían haber limitado la brutal escalada de los precios. El ministro de agricultura se ha limitado a indicar que, si los precios nos parecen caros que crucemos la calle, como si no la “pateáramos” ya suficientemente con dicho fin.

Si el problema es, desde hace tiempo, muy importante para una mayoría de la población española, lo será aún más a partir del próximo año debido a que la Unión Europea ha instado al gobierno a ir retirando las ayudas fiscales que deberán ser “asequibles y focalizadas”, un eufemismo sin duda. Desconozco si la alimentación entra dentro de ese apartado, pero dado que sí está la eliminación de las medidas de apoyo a la energía y al trasporte, significará seguro el incremento del precio de los alimentos.

Mientras esto sucede, desde el Ministerio de Sanidad y desde el Ministerio de Consumo siguen alimentando el sofisma de los alimentos saludables, a la vez que desde el de Agricultura, Pesca y Alimentación nos invitan a cruzar la calle para buscar alimentos más baratos y, de paso, fomentar la competencia a ver si así bajan los precios. Parece que el ministro de Agricultura tiene, o nos quiere hacer creer a nosotros, una concepción decimonónica de los mecanismos de autorregulación del mercado y de la concertación de precios de las grandes cadenas, claro que es presumible que él no haga la compra familiar o, si la hace, no necesite fijarse en los precios, y para convencer a los ciudadanos de las bonanzas del sistema ya tiene al Instituto Nacional de Estadística que elabora el IPC.

Miguel Barrueco

Médico y profesor universitario.

1 comentario en «La subida de los precios de los alimentos y el IPC»

  1. De acuerdo.
    Pero un cambio de «rumbo», sería mejor??
    Este Miliciano hoy no vota, por eso; porque mis dudas no las despeja la alternativa. O sea, sería peor.

    Responder

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