Sé que hablar hoy del silencio suena mal, vivimos rodeados de todo tipo de ruidos, por dentro y por fuera hemos perdido la certeza de que el silencio es una fuente de gran poder y el gran arte de la conversación. No sentimos la necesidad de quedarnos en un rincón esperando disfrutar de un tiempo de silencio. Mayores y jóvenes huimos del silencio: nos da miedo.
Del mundo oriental hemos aprendido también el valor del silencio que nos introduce en la soledad y la contemplación, que nos devuelve a nuestro interior y nos permite aclarar el sentido del mundo y de la vida. Las cosas mejores de la existencia se nos brindan desde el silencio; los encuentros personales se hacen esenciales si evitamos los ruidos y llegamos a buscarnos sin palabras.
Y hasta el lenguaje de Dios es el silencio.
Pero este callarse y situarse sin palabras ante la naturaleza y el mundo, ante las personas que tratamos y amamos y sobre todo ante nosotros mismos requiere un método educativo y una terapia. Hay que educarse con esfuerzo y atención, hay que dedicarle tiempo y recursos.
Hay que escaparse de tantos ruidos como nos pone hoy la sociedad y las redes de internet. Y gestionar nuestros ruidos interiores que tanto nos molestan y esclavizan.
Ponernos cómodos, callarnos, hacer silencio entrando en cualquier forma de meditación, relajar nuestros cuerpos y nuestras neuronas, dejar de pensar en el pasado o en el futuro: simplemente, trabajar el aquí y el ahora ahondando en mi yo, prescindiendo de todo lo que nos rodea e invita poderosamente a salir de nosotros mismos.
La tarea del silenciamiento tiene varios niveles, hay que empezar por controlar la dispersión centrando nuestra atención liberándonos del mundo exterior quedándonos ajeno a todo, como si nada existiera, suspendiendo por momentos la actividad mental, desligándonos de lo que nos circunda, dejando de pensar en un esfuerzo de ausentarnos de nuestras circunstancias.
Luego hay que librarse de la atadura del mundo corporal a través de la relajación, soltando tensiones y presiones musculares que nos originan la fatiga depresiva y las ansiedades -Silenciar significa relajarse soltando nervios y músculos del cuerpo hasta lograr esa sensación orgánica de calma y tranquilidad a la que tanto ayuda el ejercicio pausado de la respiración profunda.
Después tendremos que adentrarnos en el mundo mental tratando de discernir entre el pensamiento y las emociones. Soltando sin resistencias recuerdos, pasados, futuros, borrando todo lo que hay escrito en nuestras pizarras hasta llegar al vacío total. Parando el motor de la mente en quietud y reposo hasta sentir que fuera de nosotros no existe nada. El cerebro apagado, la mente en blanco…hasta llegar a nuestra mismidad en soledad y unidad con todo el universo.
No es difícil, basta con practicar y dedicarle energía y atención.
Animo, que usted se calle bien.
4 comentarios en «Silencios»
Gracias, me he sentido con ánimo de practicarlo, son unas pautas claras y hará que la mente descanse de tanto trabajar. Una buena ayuda para todos.
Gracias Moncho. Sólo leerlo ya motiva a buscar ese silencio,que nutre y repara.
Es cierto Moncho, necesitamos de esos momentos para vivir de verdad. Si el hombre y la mujer necesitamos miles de años para caminar erguidos. Creo que no se necesitan tantos para aprender a escuchar el silencio y a nosotros mismos …
Gracias Moncho por tus palabras de silencio tan inspiradoras.