Opinión

El mundo que dejamos

Unas manos con el mapa del mundo. agen de stokpic en Pixabay

La esperanza es el pilar que sostiene al mundo.
La esperanza es el sueño de un hombre despierto.

Plinio El Viejo

Hace ya algún tiempo que en foros y medios de comunicación social se viene señalando que, por primera vez en la historia reciente las próximas generaciones, las de nuestros hijos, van a vivir peor que la generación de sus padres: paro y precariedad en el empleo, trabajos y salarios indignos, emigración, imposibilidad de poder alquilar o comprar una vivienda y, por tanto, imposibilidad de emanciparse o crear una familia, acceso limitado a la educación y la asistencia sanitaria universal para ellos y para sus hijos (si se atreven a tenerlos), amenaza permanente de liquidación de las pensiones públicas, etc. y a un nivel más amplio, el deterioro constante del medio ambiente y del propio planeta que compromete aún más su futuro.

Pero, con ser enormemente negativo todo lo anterior, lo es en mayor medida dejarles un mundo carente de principios, de valores religiosos, morales y éticos, un mundo en el que los viejos valores burgueses de la revolución francesa libertad, igualdad y fraternidad han desaparecido, en el que no solo los derechos ciudadanos sino incluso los derechos humanos conseguidos por las clases populares con lucha y  esfuerzo no existen, un mundo en el que valores como la igualdad o la solidaridad entre los individuos y los pueblos no importan.  No solo se han perdidos los valores laicos tradicionales, sino que ni siquiera valores religiosos como ayudar al prójimo o la caridad se practican por quienes se consideran a sí mismos religiosos, por no hablar que las religiones, como ha sucedido a lo largo de la historia y creíamos superado, siguen predicando la resignación y se utilizan para justificar y dar cobertura a la explotación del hombre por el hombre y para encubrir enfrentamientos y guerras entre pueblos y naciones.

Para la mayoría de los jóvenes españoles esta no es la fotografía del futuro, que lo es, es ya su presente y posiblemente será la película de sus vidas.  Es evidente que vamos a dejar a nuestros hijos un mundo mucho peor que el que recibimos de nuestros padres y de las generaciones anteriores, y no es culpa de ellos, es culpa nuestra que no hemos sabido defender las ideas en las que creíamos y en las que debía basarse la sociedad que deseábamos legarles, que hemos dejado abiertas de par en par las puertas por donde han penetrado los bárbaros que han establecido las nuevas leyes y normas del imperio. No creo que nos perdonen ni ellos ni la historia.

Miguel Barrueco
Médico y profesor universitario

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