Hoy he sido entrevistada por dos clases de alumnos en los que la curiosidad infantil me ha sacado más de una sonrisa y me ha recordado la inocencia de la niñez a veces.
En un mes en el que se conmemora los Derechos de la Infancia, cuando siguen estando más vulnerados que nunca, que una niña te pregunte cual es color de la libertad, es para pensar qué sociedad estamos dejando y si todavía hay esperanza. A su pregunta, mi respuesta es que la libertad está llena de colores, que su libertad será el color que ella quiera y la libertad de poder hacerlo.
Una pregunta que recuerda que los Derechos Humanos, con esa libertad y el derecho a la vida, recogido en el artículo 15 de la Constitución Española, son ninguneados a la vista de los últimos estudios publicados sobre el acoso escolar en España.
Resulta lamentable que más de 200.000 escolares sufran acoso escolar en este país. Es decir, en cada aula española, hay dos alumnos víctimas de acoso escolar y un acosador por cada dos aulas. Todo esto se traduce en un tremendo fracaso de todo el sistema educativo, social y judicial, pero no pasa nada, porque nunca pasa nada para muchos negacionistas del acoso escolar.
Las cosas de críos no se acabarán extinguiendo como si lo hicieron maravillosas criaturas que ya forman parte de libros y cuentos. Como cuento, y no maravilloso precisamente, resulta pensar que todos los niños no tengan los mismos derechos, aunque hayan sido ratificados por casi todos los estados miembros.
Derechos que dejan de serlo con el beneplácito de una sociedad que duerme y no se rebela ante el maltrato que afecta no solo a niños, niñas y adolescentes, que normaliza y disculpa en muchas ocasiones lo que ve ante sus propios ojos.
Una realidad difícil que se oculta en muchas ocasiones y que tiene su complicidad en el silencio de que quienes deciden callar y no romper ese silencio que pide a gritos ayuda.
Realidades que no queremos ver, ante sufrimientos negados que permanecen escondidos en el cajón del olvido mientras siguen sumando números de estadísticas vergonzosamente lamentables.
Pasividad, mientras se conmemoran días internacionales que ponen de manifiesto la realidad de una sociedad que no mira de frente a los ojos de quienes se les debe el mayor compromiso que puede tener un País que se supone que respeta los Derechos de sus niños.