En memoria de los médicos víctimas de las bombas lanzadas
sobre los hospitales de Palestina mientras
cumplían heroicamente con su deber de salvar vidas.
Todas las guerras son terribles y todas se hacen contra los pueblos. Siempre son los niños, las mujeres y las personas vulnerables las que más sufren y las que mueren en mayor medida. Incluso en la irracionalidad e inhumanidad de todas las guerras existen unas leyes internacionales recogidas en la Convención de Ginebra para “civilizar la guerra” y en concreto el IV Convenio, de 1949, que se refiere a la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra.
La vulneración de los convenios de la Convención de Ginebra, ha sido constante desde su promulgación y la comunidad internacional ha sido incapaz no solo de parar las guerras sino de juzgar a sus responsables. El Tribunal Internacional de la Haya, salvo excepciones, ha sido incapaz de sentar en su banquillo a quienes han desencadenado guerras y a quienes han cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad.
Estos días estamos asistiendo en directo a la guerra de Israel contra Palestina a pesar de los esfuerzos del gobierno de Israel por evitar que nos enteremos de lo que sucede cada día dificultando o cortando las comunicaciones e Internet. En un mes han matado a más de sesenta periodistas y, en algunos casos, también a sus familias para amedrentarlos.
El gobierno de Israel ha cruzado todas las líneas en su guerra contra el pueblo palestino, ha bombardeado las ciudades reduciéndolas a un montón de escombros, ha destruido todas las infraestructuras, las carreteras, escuelas y hospitales y ha sometido a los palestinos a un bloqueo de los productos básicos para la supervivencia como el agua, los alimentos, el combustible, los medicamentos esenciales y los suministros sanitarios. Ha desplazado a la población de Gaza, que ya era el mayor campo de concentración del mundo donde malvivían dos millones de personas, obligándoles a desplazarse hacia el sur de la franja convertida en una ratonera sin salida, con la intención de expulsarlos al desierto de Sinaí en Egipto, una estrategia similar a la utilizada por Marruecos cuando expulsó al pueblo saharaui al desierto de Tinduf en Argelia donde llevan más de 40 años.
Hemos visto imágenes que no deberíamos haber visto nunca porque no deberían haber sucedido. Hemos oído declaraciones, basadas en pasajes de la Biblia, que llaman a la construcción del Gran Israel y al exterminio de los palestinos, declaraciones que pueden parecer esperpénticas en el siglo XXI pero que alientan el sueño ultrarreligioso y las atrocidades y crímenes de guerra. Se trata en suma de un genocidio alentado desde los sectores religiosos ultraconservadores de Israel: la supremacía y la muerte en el nombre de Dios.
La OMS ha reportado más de 136 ataques a instalaciones sanitarias. Los hospitales han sido bombardeados acusados de ocultar instalaciones de Hamas. Han entrado en las ruinas de los principales hospitales con tanques y bombas y se ha demostrado que las acusaciones eran falsas, mentiras como las armas químicas de Irak, pero que sirven para justificar las atrocidades. Los médicos del hospital Al-Shifa ya habían asegurado en ruedas de prensa entre las ruinas de su hospital que allí no había instalaciones militares ocultas. No sirvió de nada.
Las multitudinarias manifestaciones internacionales en defensa del pueblo palestino pidiendo parar la guerra están siendo ignoradas por los gobiernos de los países donde están teniendo lugar, sometidos a las presiones de los lobbies sionistas y por razones geoestratégicas. Somos muchos los ciudadanos, incluidos muchos judíos, que decimos “no en mi nombre, no es nuestro nombre”.
La historia situará a cada uno en su lugar, y nos gustaría ver a los responsables de los crímenes de guerra en el banquillo del Tribunal Internacional de la Haya, algo que probablemente no veremos, pero si llegara a suceder no servirá de consuelo para los miles de palestinos muertos, para los más de cuatro mil niños inocentes muertos y tampoco para los niños supervivientes cuyos ojos nos miran a nosotros como cómplices necesarios, miradas que deberían quitarnos el sueño. Estamos asistiendo en directo a una reedición del pasaje del Nuevo Testamento relatado en el Evangelio de Mateo (Mt 2, 16-18): La matanza de los inocentes.
Miguel Barrueco
Médico y profesor universitario
4 comentarios en «Morir en Palestina»
Tenemos que seguir presionando, en nuestro caso al gobierno español, para que reconozca al estado Palestino y rompa relaciones diplomáticas con el estado de Israel. Tenemos que seguir en la calle manifestándonos. No podemos tolerar esta masacre. España no puede seguir vendiendo y comprando armas a Israel. Ni patatas ni naranjas ¡leñe! ¡basta de colaborar con Israel como socio preferente!
Más de 12.000 personas palestinas asesinadas y Sánchez lo fía todo a una conferencia de paz dentro de 6 meses.
Y que nadie pare a estos criminales sin escrúpulos…
LLevan más de 75 años cometiendo atrocidades.