Las conmovedoras historias de cuatro jóvenes fronterizos

Samara, Abdin, Nabil y Marcos cuentan sus peripecias
Los cuatro migrantes, este viernes en la escuela Santiago Uno.

Con motivo del Día Mundial de los Derechos de la Infancia, que se celebra el 20 de noviembre, la Escuela Santiago Uno ha querido adelantarse a esta fecha, y este viernes ha ofrecido un vasto programa que ha contado con los testimonios de niños y niñas de las fronteras de Marruecos, frontera americana y fronteras entre barrios.

Texto y foto: Zuriñe Murillo.- La mañana comenzaba con sinergias entre “Energías sin Fronteras” Canarias y “Llenando Escuelas” de la Fundación Mil Caminos, que ha contado con la presencia del voluntariado. A continuación, con la sala repleta, ha tenido lugar el momento más impactante de esta jornada. Cuatro jóvenes (Samara, Abdin, Nabil y Marcos) han estremecido a los oyentes con sus peripecias vividas para llegar hasta aquí y perseguir sus sueños.

Nabil ha sido el primero en pronunciarse: de procedencia marroquí, quiso venir a España desde que tenía 16 años con el objetivo de mejorar la situación económica de su familia. “De pequeño yo vivía con mi abuela, y mi abuela económicamente no tenía nada. O sea, teníamos una vaca, dos ovejas y vivíamos en una casa de barro. Vivíamos en una habitación, que ahora aquí la tengo alquilada solo, pero en esa habitación vivíamos 6 personas. Dormíamos en el suelo, no teníamos cama”, ha declarado. En su camino hasta aquí ha visto de primera mano la violencia, incluso de la policía, pero al final consiguió venir a nuestro país con casi 17 años. Desde el 2020 está aquí, y cuando vino ingresó en un centro de menores, que asegura que “lo recibieron muy bien y le dieron de todo”. Al cumplir los 18 años estuvo en una casa de acogida y pudo formarse. Después de dos años consiguió, tras mucho pelear, los papeles y lo primero que hizo fue sacarse el carnet de conducir.

A pesar de que Marcos tuvo la suerte de criarse en España, pues tenía 2 años cuando su madre migró desde Brasil, su vida tampoco ha sido fácil. “Mi madre, cuando llegamos a España, no tenía recursos económicos y mientras vivía en Valencia siempre he tenido como un hogar desestructurado y falta de recursos económicos y un poco de problemas en casa, lo que derivó que cuando llegué a la adolescencia empecé a desviarme del buen camino y empecé a hacer cosas que no debería, como el consumo de tóxicos o problemas con algunos delitos”. Sin embargo, su capacidad para estudiar le permitió conseguir una beca en la Escuela Santiago Uno y gracias a ello pudo cambiar sus hábitos del pasado. Cuando terminó bachillerato, se formó en dos grados: el de gestión forestal y el de integración social. Ahora sigue en la espera de renovar el DNI, ya que por sus antecedentes no ha tenido la oportunidad de renovarlo.

La historia de Abdin de 20 años que vino a España con 10 años debajo de un camión. “Mi padre sí, pero mi madre no tenía tantos recursos para criarme, entonces cuando cumplí los 10 años decidí que quería una vida mejor, y como pintaban las cosas en Instagram y Facebook, y por las fotos que veía, decidí venir a España. Se me metió ese sueño en la cabeza”, ha comenzado diciendo. Sin avisar a nadie cogió un autobús y fue hasta Tánger (Marruecos). Una vez allí habló con un camionero, pero no le dejó subir. Tras una semana allí, se coló en otro camión de mercancías. Llegó a Algeciras sobre el año 2012 y estuvo en Cruz Roja, después vino hasta Salamanca porque tenía algunos familiares en la ciudad. Cuando llegó lo acogieron en el centro de menores ‘Los Molinos’ donde empezó a tener problemas de conducta debido a la falta de integración. Además, con 14 años, intentó fugarse a Francia, pero le pilló la policía en Barcelona, así que lo llevaron a Zambrana, un centro. Más tarde consiguió una plaza para estudiar en Santiago Uno donde comenzó a formarse en integración social.

Por último, Samara, una chica de 19 años de orígenes gitanos que pasó su infancia en Puente Ladrillo, pero que como no se siente parte del barrio está buscando una salida para salir de él a través de su formación. Ha apuntado que necesita coger mucha confianza en sí misma y luchar porque quiere trabajar en lo que le gusta “fuera de los estereotipos”.

Pese a las vicisitudes y las desigualdades que han experimentado, no mantienen ningún tipo de rencor. De hecho, Marcos asegura que “tendríamos que aprender mucho de la gente de Marruecos y que aquí en el primer mundo todo son problemas, todo es racismo, todo machismo y no se valoran los sentimientos como la amabilidad, lo que decía que es lo que tengo lo comparto, la humildad, no soy mejor que nadie sino que somos todos iguales. Yo nunca he tenido la suerte de ir a Marruecos, pero da igual de qué color seas porque te van a abrir la puerta y hay cosas que tendríamos que aprender. Se supone que aquí estamos más avanzados y es justo lo contrario”.

Aunque ahora son más felices que antes, aún les queda mucho camino por recorrer. Consideran que la clave para llegar más alto, para ampliar esos horizontes recae en su educación. Al finalizar los testimonios, han podido disfrutar de un té con pastas multiculturales para después dar paso a la presentación del documental “Arde un sueño” de la Escuela de Cine Santiago Uno. La mañana ha terminado con la exposición fotográfica “Entre Fronteras. Migrantes en lucha” de Ester Medina.

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