De peores hemos salido, de esta también. ¿De cuál? De cualquiera. Vamos a comenzar por cerrar las puertas del infierno y abrir de par en par las del cielo. Para conseguir estar bien: tener buenos principios, justas aspiraciones y obrar con honestidad. Descartar: recurrir a discursos altisonantes, conceder privilegios y palmotear a quien nos complace. Se trata de aportar razones, comprensión y generosidad. Templanza y mano tendida, acaban siempre recibiendo de lo que dan.
Mal, que los haya tan seguros de sí mismos y de su influencia que subestimen a la mayoría considerándolos marginales y poco aptos para participar en las decisiones importantes. Son grupos que se arrogan facultades de dirigentes exclusivos y soportan mal las críticas. Democracia hay, pero alerta hay que estar para que no se diluya entre enredos y tramas que provocan los que la infaman, usan de un lenguaje engañoso y la adulan o menosprecian según les convenga. Ya saben, los que buscan litigios que fallan a su favor ellos mismos.
Tiempo es de hacer un alto en el camino, dejar de promover desavenencias crispadas, conflictos vanos y se hagan ruidos que ensordecen. Parar, a atender que las turbulencias no se conviertan en galernas, se abogue por los arreglos y se obtengan utilidades de lo que dialogue. Con los pies en el suelo, vamos a tranquilizarnos, sentarnos a hablar y llegar a acuerdos, con todos los presentes invitados a que se vea y hable en paz.
Concedamos que dos más dos son cuatro, que es preferible la luz a las tinieblas y que amanece para todos. Es más placentero hallar soluciones que buscar culpable, caminar ligeros que cargados de problemas, crecer entre amigos que menguar con adversarios. Y si se trata de diferenciar lo propio de lo ajeno, mejor decir lo que se admira del propio que denostar lo del ajeno. Con las heridas cicatrizadas y recuperada la confianza todo será más fácil. Entre tanto, ni en casa, el trabajo y café hablar de política para no salir discutiendo.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor
2 comentarios en «Abocados al entendimiento»
Método infalible para matar pulgas: Sujétese a la pulga mientras se le abre la boca, introdúzcasele por ella unos granos de veneno, tras esta operación átesele los labios con firmeza, y sujétense las patas con fino alambre dejando al animalito dos días en completa oscuridad. Transcurrido ese tiempo, el bichito habrá pasado al paraíso de los insectos. Buenos deseos, en este artículo de florida prosa, pero recetas insulsas para la elaboración de ningún plato en este banquete/ sainete al que nos vemos obligados a participar. Las únicas y difíciles fórmulas serían , poner en su sitio con la Constitución en la mano a toda esa tropa de mangantes desocupados pertrechados de banderitas y regalarles mangas para sus chalequitos de Boatiné. ( Ah, lo de la pulga funciona también perfectamente para tigres y leones).
«Ave Cesar morituri te salutant»,gritan las hordas callejeras inflamadas de ardor guerrero (léase voxeros y fruteras)
«Entrad gilipollas que está la puerta abierta», contestan los laureados caudillos desde sus poltronas (léase los voxeros , peperos y…sí fruteras).
¿Todos los políticos son iguales?.
Los niños no vienen de París, vienen de parir.