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Opinión

La náusea

Albricia, Albarffanez, ca echados somos de tierra!
Mas a grand ondra tornaremos a Castiella,

Con estas palabras inmortalizaba el anónimo poeta-juglar el modo en que Ruiz Díaz de Vivar abandonaba su tierra y su familia, para cumplir el designio del rey Alfonso. Lo hacía, además, de los sos ojos tan fuertemientre llorando, porque el destierro suponía, entonces, la pérdida del honor, lo más preciado que un caballero poseía. El Cid, víctima de las insidias e intrigas de otros caballeros envidiosos de su merecida fama, sufría la injusticia de su rey. Podría haberse rebelado; tenía la fuerza y las razones para ello, pero decidió obedecer a su rey, porque en su código de valores no cabía la deslealtad. Decidió, junto a sus fieles vasallos, abandonar Castilla y dedicar sus esfuerzos a recuperar el honor y el favor del rey conquistando tierras para él y demostrando su fidelidad intachable. Y a fe que lo consiguió, porque tenía la fuerza de la verdad. Pero no fue fácil la empresa; requirió esfuerzo, tenacidad, valor, lealtad.

Me viene este episodio a colación cuando, en los momentos convulsos que vivimos, observo lo que ha sucedido con un siniestro personaje cuyo nombre no deseo pronunciar que, no hace mucho, decidió poner Cataluña patas arriba y declarar la independencia de esa comunidad autónoma, inundando las calles de violencia extrema contra policías, instituciones, magistraturas y todo lo que estuviera relacionado con el orden constitucional. Vamos, un golpe con todas las de la ley. La proclamación de la república catalana fue vista y no vista, porque al valiente “president” le faltó tiempo para abandonar su república escondido en el maletero de un coche ante el primer atisbo de que la ley caería sobre él de manera inmediata. Dejó tirados a los suyos y se piró a Bruselas, donde ha vivido hasta hoy como un auténtico privilegiado, mientras que los que le secundaron fueron encarcelados. Y dentro de nada, pero lo que se dice de nada, este delincuente regresará a España (bueno, a Cataluña, porque si pisa otros territorios españoles no quiero pensar en lo que puede sucederle) con todos los parabienes, ínfulas y privilegios. No solo le quedan perdonadas todas sus fechorías, sus delitos, sus atrocidades (borrón y cuenta nueva), sino que España tendrá que pagar un precio carísimo por haber osado declararle prófugo y dictar orden de detención en cuanto pisara suelo español. Sorpresas que da la vida, este alipende será declarado víctima, y los policías que sufrieron la violencia brutal que este loco desató serán ahora los verdugos represores, junto con los jueces que juzgaron a los sediciosos con todas las garantías legales. Que vayan tomando nota los malhechores, porque el precedente puede venirles que ni pintado.

Qué dos situaciones tan distintas, ¿verdad? La fuerza de la verdad en un caso; la vergüenza de la traición en el otro. Sí, ya sé que no estamos en la Edad Media, pero a mí el contraste se me antoja pertinente, porque al fin y al cabo revela la condición humana. ¿Y cómo ha sido posible tamaña mutación? Pues voy a intentar explicarlo con un cuentecillo, una fruslería, vaya:

Érase una vez el presidente de una nación llamada España, con su dilatada historia y una cultura que la hicieron merecedora de un prestigio universalmente reconocido; con una democracia consolidada tras el consenso, nada fácil, de superar las consecuencias de una guerra civil y elaborar una Constitución que garantizaba la convivencia y la igualdad de los españoles antes la ley. El presidente, a la sazón Pedro Sánchez, que había alcanzado la presencia de rebote y después de que su propio partido le echara a gorrazos, se pegó un batacazo monumental en las elecciones municipales y autonómicas. Y de la noche a la mañana, sin consultarlo con nadie, aquí te pillo aquí te mato, convocó elecciones generales. Se pasó la campaña prometiendo que el independentismo nunca tendría cabida en su gobierno (y nunca, decía él, significa nunca), afirmando que el referendo era un delito de rebelión como la copa de un pino (no te digo nada ya de la proclamación de independencia), rebelión, sedición… delitos gravísimos por los que los responsables debían ser extraditados y puestos ante la justicia, asegurando solemnemente que la amnistía, el referéndum de autodeterminación o el indulto no sucederían bajo su gobierno (por convicción personal y política, y porque ni la Constitución española y ni cualquier constitución del mundo reconoce el derecho a la segregación), jurando y perjurando que nunca pactaría con Bildu. Me comprometo, gritaba a los cuatro vientos, a traer a Puigdemont de vuelta a España y a que pague por los delitos que cometió. Perdería, no obstante, las elecciones. Pero como las encuestas previas eran más pesimistas, pues le pareció incluso bien.

He aquí que, una noche (o un día, no se sabe bien, porque Begoña no estaba al parecer presente) don Pedro el grande, el único, el imprescindible experimentó un fenómeno paranormal, la aparición de un ser (no se sabe si ángel, troll, trasgu o sátiro) que le dijo: tranqui, pedrito, no te asustes, que he venido a darte la clave que te permita seguir amarrado a la Moncloa y disfrutar a tu antojo del Falcon. Solo tienes que desdecirte de todo lo anterior, tender tu mano a todos los que decías aborrecer y ofrecer barra libre a cuanto se les antoje, a cambio de su voto para la investidura (¿será por dinero?). Que hay que indultar, pues se indulta; que hay que condonar, pues se condona; que hay que amnistiar, pues se amnistía. Lo que sea, ¿me entiendes? Lo – que – sea. Y, si te insultan, si te llaman traidor, mentiroso compulsivo, psicópata, felón, pérfido, falso, etc. no pasa nada. Responderás: Ojo, ¿eh?, que yo no he mentido; he cambiado de opinión. Te etiquetarán como el más nefasto y maligno dirigente que los siglos hayan dado a esta nación; pero, ¿qué eso para ti? Como dices en tu manual, resistirás. (Porque el libro es tuyo, ¿no?). Bueno, que eso no viene al caso ahora.

Y los españoles de a pie tuvieron que tragar los hechos consumados, porque no hay nada más natural que acudir a unas elecciones con un decálogo de valores que se traicionan y se pisotean por siete votos-cheques al portador. Y así se ha cumplido el augurio con que Alfonso Guerra se despachó (¡hace ya tantos años!), al alcanzar la mayoría absoluta para el PSOE, a saber, que a este país no le iba a conocer ni la madre que le parió. Fin del cuentecillo. Pobre Alfonso. Si lo hubiera sabido…

Definitivamente es el tiempo del vómito y la náusea. Don Pedro Sánchez, el único, el primero, el indiscutible dice ser el muro eficaz contra las políticas de derechas, contra los radicales, esto es contra los fachas que piensan lo mismo que pensaba él hace cuatro días. Lo próximo, ¿qué será?, ¿gasear a quienes discrepen y se opongan a él y sus palmeros? Por cierto, y a modo de epílogo, no me resisto a citar al mayor de todos los felones, al traidor profesional, al cobarde y pusilánime por excelencia, al ínclito Emiliano García-Page (líbrenos Dios), que ha despotricado y largado, muy digno él, contra la deriva que Sánchez iba tomando; que prometía sin ambages no seguir las consignas suicidas de su jefe. Y, a la hora de la verdad, ha votado, no en conciencia, sino en indecencia. El primero en tragar la inmundicia que decía detestar y en felicitar a Pedrito de nuestras entretelas.

17 comentarios en «La náusea»

  1. Por favor quién es este junta letras que se atreve a poner estas barbaridades seguro que es del PP o vox ladran luego cabalgamos

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    • Muchas gracias. Yo también te quiero. ¡Qué sutileza! ¡Qué tolerancia! ¡Qué capacidad de análisis! Por cierto, quizá lo de juntar letras te cuadre mejor a ti, que no sabes puntuar correctamente..

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    • Alguien que no tiene la cabeza hueca como tú. El faherío del Psoe, rebuzna cuando huele la verdad de su venta por unos miserables votos

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  2. ¿Profesor de qué?. ¿Poeta?. Con lumbreras así no es de extrañar que los pobres alumnos salgan hechos unos zotes, ignorantes y sin ningún criterio.
    Habrá que ver el vómito ,como él dice, de sus «maravillosos» poemas y soflamas.

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    • Yo, sin embargo, prefiero no presuponer tus capacidades; a juzgar por los comentarios, parecen más bien evidentes. Te felicito por la crítica argumentada y fundamentada. En esas estamos y así nos va.

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    • Tú tampoco debiste tener muy buenos profesores, al parecer, porque no te inculcaron que eso de juzgar y calificar, sin argumentar, evidencia que se carece de lo esencial. Pero, en fin, vomita, vomita, que algo queda. Parece que lo del muro va en serio.

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    • Se habrá exprimido bien el cerebro para establecer tal axioma. Pero tal vez no le falte razón; aquí hay mucho maestro y profesor de todo y para todo.?

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    • Sufre por no haber tenido profesores juntos .De haberlos tenido,no dirías lo q dices.
      Una persona lo es ,gracias a su familia y muchos «profes»juntos.
      Estás a tiempo de retomar tu tiempo perdido.
      Verás q gustazo aunque sea difícil para ellos demostrarte lo importante q son.
      Yo te diría: La ignorancia es madre del atrevimiento,del insulto y de la falta de respeto a los q como personas que son ,muestran su opinión con «el buen decir»

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  3. Ramiro, con todo respeto por tu opinión, creo que ciertos conceptos que usas (vómito y náusea, felón, inmundicia, ¿gasear al discrepante?, tu referencia como ‘palmeros’ a quienes apoyan la investidura de Pedro Sánchez, etc.) son en esencia exageraciones que venimos detectando en las concentraciones de Ferraz y casas del pueblo socialistas.
    Bajo mi punto de vista, tu discurso, como el impuesto por tantas banderas al aire y asumido por las derechas patrias, excede el análisis creíble porque parte de una base ficticia, ya convertida en lugar común: la oposición total de España y los españoles (¿de bien?, como dijo el otro) a los pactos que han llevado de nuevo a PS a la Moncloa. Pero el congreso (y con él los españoles) ha hablado.
    Somos muchos los que apoyamos esta apuesta por la convivencia en Cataluña, pero también en la España plural, humanizada y justa que muchos tenemos por bandera. Es derecho de gracia contemplado por las leyes (al tiempo), otrora practicado con naturalidad por las derechas patrias que tanto se han beneficiado de ello.
    Creo que olvidas esa perspectiva necesaria, aunque agradezco tus palabras, que me han hecho pensar y confirmar mi apoyo desde Salamanca a este nuevo gobierno y al proceso de pactos que hasta aquí nos ha traído.
    Es una oportunidad a la concordia y a un futuro común (y plural) esperanzador.
    Gracias y buenas noches.

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  4. Muchísimas por tu respetuosa opinión que, por supuesto, respeto profundamente, aunque no la comparto. Con el mismo respeto quisiera que, efectivamente, puede que la semántica resulte muy agresiva, lo admito. No obstante, en eso del lenguaje incendiario y los ataques a las sedes creo que desde todos los sitios hay razones serias para la revisión y el arrepentimiento (que dudo mucho llegue a producirse). Creo que hablas desde la convicción y tienes todo el derecho a pensar y opinar, sobre todo si lo haces en estos términos.
    Por mi parte solo añadiré algo que me parece difícilmente sostenible, y de ahí mi indignación (porque supongo que no se me negará el derecho a sentirme indignado y traicionado, ¿no?): todo eso de la España plural, la convivencia, el derecho de gracia, se ha sostenido (insisto, es mi opinión) en una sarta de mentiras sin precedente en la historia de España. Negar esa evidencia es algo que me resulta incomprensible, y el contraargumento de las derechas tampoco me parece procedente. Pero, en fin, puede que yo esté en un error mayúsculo y nos abran la puerta del progreso. Hasta ahora, este que le habla —insisto, desde el profundo respeto— solo ha visto en estos pactos burdos e interesados apaños de compraventa que nada tienen que ver ni con la convivencia, ni con el porvenir, ni con la igualdad entre los españoles.
    De nuevo agradezco sinceramente su crítica, porque, esta sí es argumentadla y constructiva. Un saludo cordial.

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  5. Este señor tiene la piel muy fina. El escribe, con argumentos según él, pero se siente muy ofendido si los pobrecitos de a pié no estamos a su altura. Todos no podemos tener su nivel cultural , pero no somos tontos. Si no admite una crítica no escriba y siga con su poesía .

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    • ¿De dónde saca usted que no admito la crítica? De verdad, ¡qué pereza! Mire a su alrededor y vea quiénes son realmente los que no admiten la crítica. Y, como aquí nadie es tonto, pues valore quién progresa realmente. E

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