Que se aplauda a rabiar al que habla de todo sin saber de nada y haya quienes presumen de tener de sobra, causa estupor. Tanto, como que pienses que pasarse el día con el móvil en la mano esclaviza, el que grita es porque no tiene razón y los que prometen un futuro feliz son los que nos agrían el presente, y llegue un entendido y te llame antiguo. De verdad, lo de aceptar que la algarabía es diversión, sea uno de sentado quien te dice que es bueno correr y haya quienes prenden fuego para que lo apaguen otros, es inaguantable.
Fastidia que en los tiempos que corremos unos pocos consigan que los muchos tengamos que bailar al son que les conviene, abrir la boca para tragar lo que se inventan y tengamos que darles la razón para que no nos echen el perro. Vulnerables somos, pero que abusen imponiendo sus reglas, haya que aplaudir sus necedades y para los que se resisten usen de arengas tipo sermón en tono de reproche, malhumora. ¡Jo! La rabia que da, que además de tomarnos por tontos digan lo hacen por nuestro bien.
Suerte es que la mayoría de los jóvenes están dispuestos a distinguir lo bueno de lo malo, rechazan la intolerancia, se oponen a la animadversión contra el discrepante y se resisten a que sea de uso corriente optar por la confrontación. Savia nueva, que no admite la etiqueten, facilita se varíe el rumbo y sin renegar de la realidad ponen voluntad en los cambios que ayuden a resolver los problemas. Bien, que se acepte que el presente es fruto del pasado y el excluir, de prepotentes.
El ánimo y la confianza se refuerzan cuando en el de al lado se observa alientan las mismas disposiciones de aceptar las opiniones distintas, se fomenta la conciliación y el llegar a acuerdos. Siempre es buen momento para apostar por la integración, se unan esfuerzos para construir bibliotecas y hospitales e iluminar las sombras donde habitan sobre los que triunfan los intransigentes.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor