El jurado del concurso de microrrelatos San Silvestre Salmantina ha anunciado los ganadores de la edición de 2023, resultando vencedor Gustavo Forcada Chabera, con ‘Las mañanitas’. Además, han destacado el incremento en la participación con respecto al año anterior, pasando de los 280 a los 329 microrrelatos.
El jurado agradeció un nuevo incremento en el número de microrrelatos, que en esta edición alcanzó el número de 329 frente a los 280 del año pasado. Por otro lado, tras las rondas de asignación de votos propiciaron un empate en la valoración de los relatos mejor clasificados. Los cinco primeros obtuvieron la misma puntuación y fueron votados por el mismo número de jueces, por lo que la clasificación definitiva debió establecerse mediante el voto de calidad del presidente del jurado, tal como establecen las bases.
El jurado del XI concurso de microrrelatos San Silvestre Salmantina estuvo integrado por: Daniel Escandell Montiel (profesor de la facultad de Filología de la Universidad de Salamanca. Presidente del jurado), Alberto Marcos Guillén (comunicador y técnico de la Usal), Sigifredro Crego Martín (profesor de Lengua del Colegio San Estanislao de Kostka), Sofía Vicente Fiz (bibliotecaria de la Usal), Jerónimo Hernández de Castro (corredor veterano y funcionario de la Usal. Secretario del jurado).
- Primer premio: ‘Las mañanitas’ – Gustavo Forcada Chabrera.
Mi cuñado soltó la frase a bocajarro con esa mirada abigarrada que igual despierta compasión como condescendencia: “las carreras se ganan la noche antes”. Y aunque tu mente esprinte para olvidar ese dechado de perfección, lo tremendamente puñetero es que esa noche, ahora, dos y media de la madrugada, sus sentencias comienzan a dar zancadas por la almohada. A “por Rúa Antigua ya te sacaré tres minutos” le sigue, muy de cerca, un “no acabo de ver que estés progresando con ese amigo tuyo mexicano que va de entrenador”. Y así, se van picando todas sus ocurrencias hasta el punto kilométrico de las cuatro de la mañana cuando hace acto de presencia el demoledor comentario que un día me susurró a la oreja palmeándome la espalda: “te haces mayor para la San Silvestre”. Llamo por teléfono. Las cinco. Espero que los mariachis no se equivoquen de chalet. Este año, gano.
- Segundo premio: ‘Foto Finish’ – Tomás Piedra Pérez.
Los datos tienden a ser fríos. Diez mil metros son diez kilómetros, seis millas y pico, más de treinta mil pies. Más allá de equivalencias, diez mil metros es la longitud exacta de la San Silvestre salmantina y la distancia correspondiente a una prueba de fondo; no a una de esas competiciones de velocidad en las que los corredores dan zancadas en el aire y llegan tan igualados que parece que por fin se encontraron con su hermano siamés separado al nacer. Tras casi diez mil metros en cabeza, yo descubrí un segundo cuello pegado al mío y que me salía otra pierna derecha de la cintura a escasos centímetros de cruzar la meta en el paseo de San Antonio. Dicen que no había sucedido jamás. Quedé segundo por media uña o un suspiro fuera de lugar. Los datos son fríos, pero la foto finish te congela el alma.
- Tercer premio: ‘X’ – Jesús Francés Dueñas.
El cronista salmantino, famoso por su proverbial pasión por los detalles más nimios, su amor enfermizo por las sutilezas, su tendencia al matiz minúsculo y a la baladí menudencia, cual obsesivo miniaturista medieval, ubicó al protagonista en la recta final del éxito, gozando de los adjetivos (esdrújulos generalmente) propios de la gloria: épico, mítico, histórico. Etcétera. El ganador corría a paso firme, sabiéndose triunfante de una Sansil dura pero brillantemente contada por el narrador omnisciente, que ya notaba en sus sienes el peso leve de los laureles y el otro peso, no tan leve, del oro colgándole del cuello. Y fue poco antes de la meta, donde acaba el párrafo y empieza la tragedia, que el periodista cuidadoso tropieza con su borrón sin cuenta nueva y escribe que el corredor inspira y expira y esa equis maldita mata por descuido al ganador justo antes del punto final de la crónica.
Menciones especiales del jurado
‘Guepardo’ – Mayte Blasco Bermejo: “Si pudieras pedir un deseo, ¿cuál elegirías?”, te preguntó tu hijo mientras jugabais a Aladino con la vieja lámpara de aceite que la abuela guardaba en el desván. “Correr como un guepardo”, respondiste. “¿No preferirías ser un galgo o un caballo?”, te preguntó él. Ahora, con un insólito acelerón inicial, te colocas el primero de la carrera. “Los guepardos ganan siempre porque pueden acelerar de cero a noventa en cuestión de segundos”, le explicaste al niño aquella tarde. Una brisa seca, demasiado cálida para estas fechas y estas latitudes, te roza la cara. Pronto dejas atrás al resto de corredores. El suelo adoquinado se llena de un polvo amarillento y los edificios renacentistas adquieren la forma arbórea de viejos baobabs. Una pelambrera punteada asoma bajo tu dorsal con el número veintiocho y, a escasos metros, un avestruz inquieto amenaza con robarte el primer puesto de la meta.
‘Como nuevo’ – Raúl Clavero: Llevábamos unos meses de relación cuando me lo dijo. -Suelo participar en la San Silvestre salmantina. Me hace sentir renovado. Entendí a qué se refería la primera vez que lo vi cruzar la meta, mucho más alto que en la salida. Poco después nos casamos, y hube de acostumbrarme a sus cambios tras cada carrera. Durante mucho tiempo fueron fácilmente asimilables, kilos de menos, ojos de color distinto, cosas así, pero últimamente sus mutaciones se volvieron extravagantes. Hace seis años se convirtió en preadolescente, hace cinco en anciana con incontinencia, y hace dos en un pescador danés con el que resultaba imposible conversar. Harta, en la pasada edición decidí apuntarme con él. Nada más empezar noté mis piernas más ligeras, hacia la mitad mis brazos se llenaron de plumas y unos metros antes de la llegada se terminó de formar mi pico. Ahora soy golondrina. Mi marido, por desgracia, cazador.
Relatos destacados
‘Carta Certificada’ – M. Carme Marí Vila: A la atención de la organización de la San Silvestre Salmantina. Ha llegado a mis oídos que un inscrito en la carrera piensa jugar sucio. Primero echará líquido de hacer la permanente a las calles del recorrido para que se llenen de ondas en movimiento, quedando cuesta arriba para los participantes en cabeza, y luego surfeará sus rizos cogiéndolas curvadas hacia abajo a su paso. Tras conseguir dejar atrás a sus adversarios con esta técnica, esparcirá queratina para alisar el tramo final, con ello podrá mantener la distancia ganada y alcanzar la meta en solitario sin complicaciones. Urdió el plan observando a su mujer en la peluquería y él, pese a ser calvo, ya ven que no tiene ni un pelo de tonto. Les envío este aviso para que puedan detenerlo en su intento y así brindarnos, al resto de corredores, opciones de triunfo. Cordialmente, el marido de la peluquera.
‘Correr para vivir o vivir para correr’ – Patricia Collazo González: El doble exacto de Javier malvive en una favela de Río. Sin luz ni agua corriente, roba para comer y corre para vivir. Así ha sido desde crío, de ahí su gran sprint, aunque le falte resistencia. Javier y él (como buenos dobles) son dos gotas de agua y se llaman exactamente igual. Pero en el resto, no coinciden. Javier tiene un piso luminoso en Salamanca y cada día entrena resistencia persiguiendo su obsesión: la San Silvestre Salmantina. Vive para correr, pero su sprint es francamente mejorable. Por eso, ninguno de ellos sobrevive cuando el día de nochevieja un cruce sideral los transmuta. El de poco sprint, calzando las mejores deportivas del mercado, es incapaz de escapar de dos hombres armados entre chabolas cochambrosas. El de escasa resistencia, descalzo y aterido, prueba con los dientes el asfalto del Paseo de San Antonio mucho antes de alcanzar el arco de meta.
‘Una Sansil diferente’ – Yolanda Nava Miguélez: El recorrido está marcado. La fecha se acerca. En mi estómago la emoción burbujea esperando el momento. Cuando llega el día me lanzo a la carrera y, aunque bajo mis pies no hay asfalto, mis pasos son, si cabe, más firmes que nunca. Llego a la meta feliz, no he vacilado en ningún momento. He rodeado el palmeral, he recorrido la zona de césped que hay más abajo para continuar por la playa hasta llegar al montículo rocoso que marcaba el final. He sido el primero. Ventajas de ser el único poblador de esta isla y, aunque el escenario no ha sido el de otros años, el sentimiento ha sido el mismo.
‘Carrera de relevos’ – Margarita del Brezo: —Cuánto falta, mamá —es la enésima vez que lo pregunta. El sudor le empapa las pestañas; también alguna lágrima atrevida que se apresura a borrar con las manos. Le ajusto el dorsal. Resopla. Tiene los mofletes colorados por el esfuerzo. La herida de su rodilla ha dejado de sangrar. Cuando le echo hacia atrás el pelo que se le pega en la frente me dedica una minúscula sonrisa. —¿Queda mucho? Corro a su lado adaptando mis pasos a los suyos. Hacemos una parada y damos buena cuenta del avituallamiento. Al dejar atrás el Paseo del Rollo es él quien tiene que adaptar sus pasos a los míos. En el último repecho me coje de la mano y tira de mí con suavidad. —Yo ya he cruzado la meta, hijo. Ahora sigue tú. —A medida que se aleja, desafiando todas las leyes de la física, se hace cada vez más grande.
‘Los últimos serán los primeros’ – Jorge Juan Codina Ripoll: En la recta final, todos iban por delante. Nunca me afectó ser el corredor gordito: siempre salía y llegaba el último. «Lo importante es participar». Vi que, en vez de alejarse, se acercaban corriendo de espaldas y lo supe. Miré el cronómetro de meta: 1:35:46; y un segundo después (o un segundo antes, según se mire), 1:35:45. Lo tenía calculado para mitad de enero, pero el Universo late caprichosamente y empezó a contraerse a las 13:00:48.26746 UTC del 31 de diciembre de 2023. Y la línea de tiempo con él: el sudor regresaba a los poros, las pulsaciones bajaban, los bidones volvían a las manos de los corredores y los confetis a las del público. En la San Silvestre final (o inicial, según se mire) fui el vencedor: primer astrónomo gordito de la nueva Historia en cruzar la línea de salida.
1 comentario en «‘Las mañanitas’, ganador del concurso de microrrelatos de la San Silvestre»
«Los últimos serán los primeros», estúpida frase que, en el campo literario, y en este certamen en concreto, se demuestra válida.