La vida es un jardín en el que si se descuida aparecen maleza y rincones sombríos. Que decrezca y tienda a ser oscuro hemos de evitarlo. Hay que hacer por embellecerlo. Cada uno puede llevarse de la mano a ser cometa en un cielo azul, abeja en una pradera repleta de flores o tregua en la guerra. Es posible construir a pesar de vientos y mareos, reír, saltar y levantarse con las mismas ganas que se ponen en cuidar a quien se quiere. Donde hay dejadez no habita la felicidad.
Plagas no hay y la pandemia ha sido vencida. A nadie se le ven los huesos ni la piel cayéndosele. Todos respiramos y cuando nos alteramos siempre aparece quien nos calma y ayuda. Las puertas se abren, no llueven cenizas y para cruzar el río se construyen puentes. A quien hace por ello le aparece una primavera en el pensamiento y un manantial de satisfacción le recorre por dentro.
Avanzamos en lucha contra lo opaco, haciendo porque lo sinuoso sea recto y obramos porque germinen las semillas que dan fruto. Ahuyentamos el miedo, a la serpiente le pisamos la cabeza y en lo tenebroso de la caverna hacemos porque haya luz. Somos admiradores del principio del mundo, cuando la claridad se impuso a la oscuridad y se era feliz con lo suficiente.
Sí, amigos y amigas ajenos a los vericuetos de la política y los intereses partidistas, entre los de a pie somos mayoría quienes pedimos a los que no hacen bien, al menos no hagan daño, nos percatamos de lo efímero de los cantos de victoria y creemos que, aunque el perdón no modifica el pasado, es beneficioso para construir el futuro.
Licenciado en Geografía e Historia, exfuncionario de Correos y escritor