Opinión

Obras en Gran Capitán

«Presunta» sostenibilidad y «presunta» buena ejecución de fondos europeos.

Durante el mes de noviembre se comenzó la tan anunciada renaturalización de la calle Gran Capitán en un itinerario saludable, amable, sostenible y de convivencia urbana (serenata que ya tiene desgastada el Partido Popular desde que enganchó los fondos Life Ruta de la Plata).

Inicialmente, y así lo siguen demostrando los costosos cartelones puestos en su día, el proyecto contemplaba crear una franja de arbustos y tomillos que eliminarían un centenar de aparcamientos de la calle.

La presión vecinal en un barrio ahogado por la falta de aparcamientos, a la que sumar la eliminación de un plumazo de otras 40 plazas delante del colegio Teresianas, hizo que las cabezas pensantes optarán por mantener la subvención europea inventando hacer unos agujeros rellenos de gravilla, que iban a «recoger el agua de lluvia y llevarla al subsuelo para llenar los acuíferos subterráneos»…

Sí, por donde ya transcurría un colector de pluviales con sus alcantarillas de toda la vida.

Todo un despropósito a nivel económico y técnico que solo beneficia a la adjudicataria Gecocsa (que a su vez ha subcontratado obreros y maquinaria).

Los peraltes de la calzada impiden que el agua vaya exclusivamente a esa margen izquierda, y hay un zigzagueo para salvar redes de telecomunicaciones que nadie en su sano juicio cree que el agua vaya a seguir…

Y por si fuera poco (mejor no hablamos del jardincito colocado para adorno de un solo negocio), los famosos tubos drenantes están más de la mitad cegados de hormigón y en los días de lluvia se comprueba que tienen el agua estancada (por suerte algún vecino hizo fotografías antes de reasfaltar la franja y ocultar la chapuza); un paso de peatones que desde estas obras embalsa agua sin salida alguna, generando un charco de suciedad y placas de hielo; calles que han quedado llenas de arena y gravilla de fresado; tramos del nuevo asfalto permeable junto a la Casa de las Asociaciones llenos de cemento y que ya no cumplen su función; o arquetas abarrotadas de arena.

Cien mil euros (que además incluyen unos «saludables» jardines de tomillos y corteza seca) tirados al «sumidero de la gestión popular» en una charlotada, además chapucera porque ni políticos ni técnicos municipales han supervisado en condiciones a su conocida contrata.

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