Opinión

Entre el sainete y lo paranormal (2)

'Jesús como piedra angular de la humanidad', obra de Muñoz Bernardo.

Nos preguntábamos la semana pasada qué había sido de aquellas pinturas encargadas por un canónigo para dotar de contenido teológico el deambulatorio de la Catedral Nueva, ayuno de ornamentación, con los sillares en bruto al quedar los relieves sin tallar. Pocas fechas antes de atender la llamada del Padre y rendir cuenta de sus actos, el ínclito capitular dejó colgado el primer cuadro, con él efigiado entre los protagonistas de la historia salvífica que ornaría los exteriores del altar mayor. Según parece, por una misteriosa e irrefrenable compulsión, la necesidad de perpetuar su imagen no había quedado suficientemente saciada con la anterior aparición mural, en el arcosolio de la sepultura del padre Cámara, donde otro pintor ignoto de al dictado le representó entre las hazañas del mejor obispo que tuvo y tendrá Salamanca en la contemporaneidad.

El caso es que de los tres cuadros solo apareció uno, el del apremio, porque de los otros nunca se supo más. Bueno, del de Florencio Maíllo sí, porque al descubrir que una televisión lo podía filtrar, cabildo y diócesis corrieron para hacer una presentación ante la prensa, mostrando todos los intervinientes su admiración ante esa prodigiosa obra de más de treinta metros cuadrados en la que se representa, con enorme contenido teológico y antropológico –por medio anduvo Antonio Cea– el misterio de la creación, la redención y la resurrección. Todos dimos por hecho que, terminada ya la pintura y valorada como extraordinaria por quienes intervinieron y mostraron su entusiasmo por el enriquecimiento patrimonial y espiritual de la catedral, su ubicación sería inmediata. Pero ahí concluyó todo. Las tinieblas cubrieron los noticiarios y su desaparición, como por ensalmo, fue lo único que quedó.

El tercer hombre implicado ni siquiera gozó del efímero reconocimiento que tuvo Maíllo con la presentación. A pesar de ser el primer artista que recibió el encargo y el primero en cumplir con la ejecución, en 2020, a José Antonio Muñoz Bernardo le dejaron compuesto y sin novia. Le encargan un cuadro descomunal, de casi cinco metros de largo y dos de alto. En él, atendiendo al tema que le solicitan, pero interpretándolo siempre desde su perspectiva, como hacen los artistas, representa a Cristo resucitado bendiciendo el pan y el vino frente a la riqueza y la pobreza del mundo, las desigualdades y los conflictos que generan, mientras por delante las alegorías de las virtudes se colocan en forma V, como signo de victoria. Jesús como piedra angular de la humanidad, ese es el título de esta obra destinada a dar continuidad artística, con una visión muy actual, a la catedral.

La recreación figurada de la obra, ‘Jesús como piedra angular de la humanidad’, de Muñoz Bernardo en la Catedral.

El artista cumplió con el encargo y comenzaron los problemas, porque el contratante no terminaba de aclararse, porque la institución a la que decía representar miraba hacia otro lado… El caso es que sin saber qué hacer con un cuadro tan grande, de venta imposible para sus clientes potenciales, accede a donarlo, renunciando a cobrar todo lo que supone, en tiempo y material, un trabajo de tales características. La institución inicialmente lo vio bien, pero con el contratante ausente nada se volvió a saber. Tan solo quedaron resonando las bellísimas palabras del salmo 22: «Dios mío, clamo a ti de día y no respondes, de noche y no encuentro descanso». Clama, José Antonio, clama, porque aunque sus representantes en el templo no respondan «quienes duermen en el sepulcro se postrarán en su presencia; doblarán la rodilla ante él, anunciarán su justicia a quienes vendrán después, porque esta es la obra del Señor». Amén.

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