Acaban las fiestas navideñas, con la festividad de los Reyes Magos, donde la ilusión de los pequeños se mezcla con el carbón que sus Majestades deberían dejar en los zapatos de más de uno.
Empieza un año nuevo donde los buenos propósitos y los mejores deseos quedan en la trastienda del año pasado entre la sonrisa hipócrita y las malas artes de quienes creen que son el ombligo del mundo, sin pasarse a creer que en este mundo todo el mundo puede ser prescindible.
Un año que ojalá marque tendencia por acabar con el acoso escolar y con el maltrato en todos los ámbitos, que acabe con las guerras, con las batallas en las que los intereses predominan sobre las personas y que el karma ponga a cada uno en el lugar que le corresponde estar.
Muchas cosas las que pedimos al comienzo del año. Cosas que están en nuestra mano y cosas que nunca estarán. Razón por la que la magia de quienes crean ilusión trate de contagiarnos, sabiendo que la realidad nos llevara a escapar de ella como buenamente podamos.
Propósitos que deberían marcar prioridades en ciertas instituciones cuando la vulnerabilidad de quienes son protagonistas de realidades poco cómodas se convierte en despropósitos, que en ocasiones me lleva a pensar que clase de personas pueden merecer respeto por ostentar el cargo que representan y quienes realmente merecen ese respeto.
La humanidad, y no precisamente esa que a veces afecta al olfato en algunos lugares concurridos, es algo que brilla por su ausencia, cuando simplemente somos números o expedientes en algunos sitios y sin embargo, la clave del trabajo bien hecho pasa por ser simplemente humano, con tus emociones y tus defectos, pero humano al fin y al cabo.
El propósito de enmienda que quedó en palabras vacías se aleja de la mente de quien en algún momento valoró la mala praxis de malos actos que, aunque vengan de algún remordimiento, no llegará a enmendarse otro año más y ahí el acoso escolar volverá a ser protagonista otro año más. Valorar que se hace para arreglar un problema que afecta a tantos alumnos, sin que se le de la importancia que debe tener y la prioridad en la que debe estar es para que la sociedad en teoría cívica en la que vivimos, después de tomar aire, piense que está haciendo.
Como pensar debemos en estas fechas en las que se recuerda que unos tres millones de personas padecen depresión en este País, si realmente se hace algo por mejorar esa situación o si por el contrario, esa empatía de la que hacen alarde ciertos personajes que por supuesto ni tienen, ni se les espera, es la tendencia que marca el ritmo “mientras no me pase a mí“.
Palabras y hechos, mientras siguen subiendo cifras en personas cada vez más jóvenes inmersos en la tristeza sin saber por qué y estigmatizados en muchas ocasiones por parte de una sociedad que nunca entenderá que nadie está libre y que mañana te puede tocar a ti.