Como buen actor y director de teatro, aunque una generación entera identifica a Antonio Hortelano con ‘Quimi’ el de la serie Compañeros, su conversación es pausada, tranquila, pensada,… Durante la misma, hablará de su infancia, donde hay un director de cine salmantino de por medio, de cómo afronta los momentos bajos y las relaciones. Habla de la vida, como la obra que dirige La ilusión conyugal, que el día 10 se puede ver en El Liceo.
En uno de sus primeros trabajos, El Seductor, trabajó con José Luis García Sánchez, director salmantino…
Siempre digo que esa película me cambió la vida. Le tengo un profundo cariño a Pepe. Me mantengo en contacto con él, de vez en cuando lo llamo y hablamos. Para mí, fue el pionero para que yo pudiera meterme un poquito en este mundo tan maravilloso, difícil y duro, pero maravilloso.
Por curiosidad. ¿Aprendió algo de él como director que ahora lo utiliza cuando dirige?
Pepe fue el primero y me enseñó mucho. Pero, de cada uno de los otros directores con los que he trabajado vas aprendiendo mucho. Al final los años hacen que tú lo comprimas, lo desarrolles y vayas cogiendo lo mejor y lo que más te funciona, porque cada uno tiene un método distinto y su manera de dirigir.
Usted es actor y director de teatro. ¿Cómo se está viendo del otro lado del escenario?
Me encanta estar al otro lado, porque aprendes mucho, no solo como director o persona, también como actor.
¿Lo recomienda?
Creo que cada actor debería saber lo que es ponerse en el otro sitio. No necesariamente tener que dirigir. Igual que los directores tienen que entender mejor a los actores. Creo que ahora se trabaja muy en equipo y vamos compartimos ideas. Tú puedes tener una visión determinada o cómo quieres llevar una función o una película, pero juegas con seres humanos que tienen otras opiniones y creo que siempre se puede mejorar el primer punto de vista que tú has tenido.
Es importante escuchar…
Tienes que estar muy abierto a los cambios, probar cosas, unas funcionarán y otras no, pero como pasa siempre. Todos cuenta, no solo eres tú como director, ni los actores, es un conjunto, un equipo. Rodearse de un buen equipo es maravilloso, debes dar confianza para que todos se sientan partícipes de la creación.
¿Se plantea dirigir series o cine?
Me gustaría mucho.
Hablemos de la función que lo trae a Salamanca, La ilusión conyugal. ¿El matrimonio es más esperanza que engaño o al revés?
Creo que tiene todo. Tiene esperanzas, engaños, mentiras, verdades, amor, dolor,… un cúmulo de cosas, como la vida misma, que tiene de todo.
Usted asegura que la obra plantea muchas preguntas y pocas respuestas. ¿El espectador se irá a casa con ese ‘examen’, con esa batería de preguntas?
Es una idea con la que quería jugar. Por eso, esta función me gustaba tanto, porque es como la vida, que está llena de preguntas y no sabemos cuáles son las respuestas. Creo que una buena función, película o serie te está planteando preguntas constantemente y eres tú el que tiene que involucrarse un poquito e intentar resolver esas preguntas con tus propias respuestas y cada uno tendrá unas. Es abrir el arte a las personas. Miras un cuadro y puede que te emocione y a otra persona no, por eso es una obra de arte.
Y si la ves después de unos años, también ves otra obra.
Por supuesto. He estado haciendo una función, Burundanga, que ha estado 12 años en cartel. En esos años, empecé a hacer esa función, al año y medio me fui, luego volví a los dos años, me volví a ir para hacer otras cosas y regresé a la función, así como tres veces. Sé que cada vez que me subía a las tablas, lo hacía de una manera diferente, porque habían pasado años y algo había evolucionado en mí y quería probar otras emociones en el mismo personaje. Es como un libro, lo lees tú y lo leo yo y nos imaginaremos situaciones diferentes. Y, si tuviéramos que adaptarlo, tú harías una versión y yo otro y tú elegirías unos actores y yo otros.
Seguro.
Por eso es tan maravilloso y peligroso.
¿En qué sentido?
Cuando lees el libro y luego ves la película. A veces dices: ‘¡Ostras!’.
Al hilo de esto. Su obra, aunque con otro título, también la interpretó Arturo Fernández. ¿Le ha influido?
He de reconocer que la función de Arturo Fernández no la vi. Su función se titulaba Los hombres no mienten. Por lo tanto, no supe que la había hecho hasta tiempo después, una vez que ya estaba montada La ilusión conyugal. Fue Alejo –Saura- el que me lo dijo. Arturo Fernández la hizo hace una década y ahora la hacemos nosotros, adaptándonos a nuestro tiempo. Es otra versión.
¿Qué hace usted cuando la monotonía, como le ocurre a los sus personajes, entra en una relación, en el trabajo,…?
Hace poco lo hablaba con mi hermana. Me decía que tenía la suerte de trabajar en algo que me gusta. Es una profesión maravillosa y dura.
¿Qué hace usted cuando no suena el teléfono para ofrecerle nuevos proyectos?
Realizo actividades que no hago mientras estoy trabajando, porque cuando estás metido en un proyecto son muchas horas de rodaje y de estudio,… No te da tiempo a hacer nada más. Me gusta leer, ver cine, series, teatro… todo lo que puedo.
Por lo que sigue trabajando…
Por supuesto. Nos metemos en esto, porque nos apasiona, fascina y nos vuelve locos. Recuerdo desde muy pequeño estar viendo películas con mis padres. Mi padre es un gran cinéfilo. Eso me llevo a pensar que quería que la escena fuera mi vida. También me gusta pasear por el campo y tomarme una caña con mis amigos. Pero, necesito leer o ver una serie o película cada día.
¿Estarían encantados cuándo les dijo que quería ser artista?
Bueno, hasta cierto punto. (Risas) Fue hace muchos años y vivíamos en Valencia. No conocíamos esta profesión, ni nadie que pudiera informarnos o ayudarnos. Era muy difícil de conseguir. Lo tenía en mente, por lo menos lo tenía que intentar, porque no sabía qué hacer. Literal. Hay que luchar por los sueños. No podemos dejar de soñar. Y me ayudaron.
Volvamos a La ilusión conyuga. ¿Por qué cree que preferimos vivir de las falsas apariencias a enfrentarnos a la verdad?
Porque enfrentarnos a la verdad es muy duro y difícil. No estamos preparados.
¿Nos da miedo mirarnos al espejo?
Nos da miedo enfrentarnos a situaciones, pero ese miedo forma parte de nosotros. Al final te enfrentas a ti mismo. En la función, el espacio escénico es muy limpio, hay muy poco mobiliario, pero sí que hay un espejo. Los actores se miran mucho al espejo. Es una metáfora de que hay que mirarse mucho al espejo para enfrentarse a uno mismo. Eso es muy difícil. Hay momentos en los que no te atreves y no quieres y quizá tengan que pasar situaciones en las que dices: ‘Hasta aquí’. Que es de lo que habla la función.
¿En qué momento de una relación la pasión puede a la razón o viceversa?
El principio es mucha pasión y puede a todo lo racional. La pasión luego se va convirtiendo en cariño, en amor,… en mucho.
¿Es de valientes decir siempre la verdad o de temerarios?
Ambas cosas. Es muy valiente decir la verdad, pero es también temerario en momentos determinados. Creo que hay que ser valiente y decir la verdad y ser verdad, porque la verdad sale y puede salir sin estar enquistada y que lo haga sin traumas y puede hacerlo de una manera totalmente irracional.
Serrat dice que lo malo de la verdad es que no tiene remedio.
(Risas) Serrat es un ser humano extraordinario.
¿Está sobrevalorada la sinceridad?
Sobrevalorada no. Creo que deberíamos ser mucho más sinceros los unos con los otros.
¿Por qué el público no debe perderse La ilusión conyugal?
La ilusión conyugal habla de nosotros. Es un drama, pero nosotros lo hemos convertido en una especie de comedia. Es una función que habla de la vida, de nosotros y de que tenemos que ser más sinceros y aprender de nosotros mismos, de nuestros errores. Habla mucho de las mentiras. El ser humano es maravilloso, porque avanza y progresa, y puede ser lo peor.
2 comentarios en «“Hay que mirarse al espejo para enfrentarse a uno mismo”»
Mi malote chulazo es ya todo un madurito.
Lo malo de la verdad, es que no tiene remedio. Serrat….