«Es como volver a los orígenes, barro, Valverdón. Ha sido como cerrar el círculo. Aprobé la oposición y me fui a dar clases a Palma de Mallorca. Pensé que volvería en dos años y no regresé hasta que me jubilé. Estuve muy a gusto allí”. Así arranca la charla con Amelia García, la autora de la exposición Sororidad que se puede ver en La Salina todo el mes de febrero. La escultura nos guía a través de sus obras y con esa excusa hablamos de la vida.
¿La inspiró la luz del Mediterráneo?
Por supuesto. Por fuerza tiene que influir. Tengo muchos turquesas y azules. Incluso ese espíritu mediterráneo de esplendor. En esta, menos, porque la exposición es austera.
Es muy fenicia.
Sí, pero puedes ver también a Egipto.
Lo que son los pueblos del Mediterráneo.
Si. Sobre todo es muy primaria.
Empezamos…
Sí y lo hacemos con Venus, porque siempre se la ha representado como la belleza por excelencia. La Venus de Milo, de Samotracia,… Fíjate Botticeli y su Nacimiento de Venus… Siempre estoy buscando alrededor de la mujer y la belleza es algo que nos caracteriza a las mujeres, que en muchos casos ha sido negativos.
¿En qué sentido?
Se nos ha encasillado solamente en ese aspecto físico. Qué guapa es o qué fea o qué gorda,…
¿Qué mujer busca Amelia?
La mujer por excelencia. La mujer con dignidad, que busca su personalidad, su profesión, su familia,… es la creadora de su vida.
En su Venus, los únicos atributos femeninos son los pechos.
Sí, porque me interesa mucho el arte prehistórico, donde le dan mucha importancia a los pechos de las mujeres. Esas venus con esas redondeces tan hermosas. Buscaba eso y voy viviendo la Historia del Arte, porque creo mucho en la transmisión, en lo que nos han enseñado. Busco las connotaciones históricas y siempre están ahí. Cuando me siento delante de una pella de barro y comienzo a levantar la figura, por fuerza siempre tendré en el subconsciente lo que me ha enseñado la Historia del Arte. No puedo escabullirme.
Somos parte del legado.
Mi taller era la casa de mis tatarabuelos. Seguro que ellas están ahí. Conviví con mi abuela, mi madre,… todas las mujeres de mi familia me han dejado rastros. Tengo un retrato de mi abuela y mi madre y casi fue el comienzo de la escultura y siempre están presente. Estos días, tengo una sensación extraña, como si necesitara contarle a mis padres lo que estoy haciendo.
Se lo está contando.
Sí. No vayamos por ese camino. (Sonrisas)
Volvamos a Venus. ¿Por qué le ha puesto joyas?
No son joyas, es ropaje.
Fernando Mayoral en una entrevista me confesó que lo más difícil era vestir a las esculturas contemporáneas.
Por supuesto. En este caso, el vestido tiene aquí en el centro una especie de costura y el borde. Se ve un tejido muy rico, puede ser un mohair, una seda.
Lo bueno de la escultura es que se puede tocar.
Sí. Me gusta mucho vestir las esculturas. Quizá porque lo viví en casa. Mi madre cosía y lo hacía de maravilla. Hoy la llamaríamos diseñadora, porque tenía un gusto exquisito para tratar la tela. También es una manera de darle identidad, con los adornos del vestido, he enriquecido la escultura.
¡Es un vestido de alta costura!
Me gustaría que alguien me lo hiciera para una fiesta. (Risas) Me entretengo en trabajarlo.
¿Por qué Sororidad?
Lo que se entiende por hermanamiento entre mujeres. Quería hacer un reclamo, una llamada a que el camino que hemos empezado y que de hecho hay un movimiento fuerte, cada vez más, confío en que en este siglo se consolide. Pero, seremos más fuertes y llegaremos más lejos si nos apoyamos unas a otras. De ahí, sororidad. Es un reclamo a las mujeres, vamos adelante, cogidas, que el camino que hemos emprendido es el adecuado.
Además, eso no excluye a los hombres.
Al contrario. No nos dejéis solas, porque estáis tan implicados como nosotras. La vida será más fácil para todos. Tendremos más, generaremos riqueza, porque sabemos mucho de economía, las mujeres somos las que hemos llevado la economía de los hogares, y eso ahí queda. Mujeres, adelante. Vamos todas juntas a luchar por la igualdad.
Vamos a por ello. Sigamos caminando entre las figuras. Parecen iguales, pero son distintas.
Lo son. Aparentemente pueden parecer más o menos, porque llevan una estructura parecida. Trabajo con vacíos.
¿En qué consiste?
Es un sistema como si fuera un alfarero. Estudie cerámica en la Escuela de Artes y Oficios de Salamanca y me iba todos los mediodías en vacaciones a Alba de Tormes, al taller de Goyo y su hermano. Ellos tenían un torno de pie. No me puedo creer que fuera capaz de hacer lo que hacía. El torno tiene un sistema de construcción que las mismas revoluciones, te dan una síntesis, una línea tan pura,… como no te la permite hacer otro sistema. También hay una estructura de hierro.
Por lo que hay mucha ingeniería…
Sí. Son estructuras muy estudiadas. He tenido que estudiar muy bien la forma. Es uno de los inconvenientes. No tengo un horno de esas dimensiones. No hay hornos artesanos grandes.
Creo que tienen más fuerza así que si hubieran sido una pieza entera, porque estamos hechos de partes.
Quizá, aunque a mí a veces me molesta, pero cuando las veo montadas, ya no se ven las partes. Lo he trabajado muchísimo. La decoración me sirve de ‘trampilla’.
¿Cómo está la artesanía?
Creo que ahora está bien. Hubo un tiempo en el que se la despreció.
Ahora está muy unida a la moda y ésta industria mueve mucho dinero.
Sí. Esperemos que se fijen en el arte y lleguemos a ese camino. (Risas) Es la moda la que está buscando en la artesanía. Así, en el último Arco se veían algunas piezas muy artesanales, cuadros enormes, muy trabajados. Vi algo parecido en la Bienal de Venecia. Me encantó. Parece que se ha desterrado un poco esa época de feísmo, tosco y sucio de los años setenta. Ahora se busca lo bien trabajado. Creo que es un camino muy interesante el que hemos iniciado.
El feísmo, lo escatológico tiene su público.
Seguro y continúa. En la misma Bienal de Venecia había un cuerpo abierto con todas las vísceras…
Prefiero las suyas, transmiten más paz.
(Risas)
De la escultura de pie a cuadros en la pared. ¿Quién son invisibles?
Son cuerpos de mujeres de espaldas. Se las ha ignorado. Se las ha mantenido al margen de la ciencia, de la literatura,… No tanto como existía, porque de hecho firmaban con nombres de hombres,… Ahí estaban y había que sacarlas. Son las mujeres que no pudieron salir adelante en su momento. Ahora lo llamaría Visibilidad.
¿Sí?
Sí. Estoy más optimista. (Risas)
No debemos volver ahí.
Sería un retroceso mundial. Busquemos quiénes fueron y visibilicemos sus nombres, sus vidas, sus obras,… El siglo XX fue el gran empujón de la historia para las mujeres.
Avancemos en la sala. De las mujeres a las flores.
A las flores que no llegaron a crecer. Hago referencia a los niños y niñas, adolescentes que los han matado, que les han cortado la vida,… después están las guerras, donde son los que más pierden.
Ahora mismo.
Sí. Lo que tuvimos con Ucrania y lo que tenemos ahora con Palestina.
¿Por eso sus flores están mustias?
Están tristes. La flor es esplendida, pero están triste. El cuadro refleja tristeza.
En el recorrido, encontramos a otra mujer con y de la historia: Penélope, con los turquesas de las aguas de las Pitiusas…
Tiene muchos matices este bronce. Nunca dejo que se acabe la pieza si no estoy delante. Para cada obra, pongo un color, incluso hago modificaciones. En este caso, está modificada, evolucionada. Me cuesta mucho dejar la pieza, casi siempre pienso que puedo mejorarla y añado. Es muy difícil.
En su exposición Ulises sigue de viaje, alejado de Penélope y Telémaco.
Sí. Está presente en ellos, pero se fue diez años a la guerra y otros tantos sin volver a su casa. Por eso, lo tengo alejado, solo, pero de cara a lo que era su familia, su hacienda, su hijo,… él se va y no se preocupa de lo que dejó. Y, está Penélope, que es la que lleva la hacienda, cría a su hijo, tiene que soportar a los pretendientes, que comían, bebían y jugaban a los dados. Ella está acosada, porque la fuerzan para que se case con alguno de ellos y heredar la hacienda de Ulises, que todos creen que no va a volver.
Todos menos ella.
Ella tenía mucha personalidad y debía de estar muy enamorada. Aunque hay una frase muy interesante que le dice Telémaco algo así como: “Madre, tú no intervengas, tú vete a tus quehaceres, que de la hacienda me ocupo yo”. Es una frase machista brutal.
¿Disfruta con su trabajo?
Sí. Me da muchas satisfacciones. Es tan visual, tan agradecido y también tan frustrante,… He cogido una pella de barro, porque no me salía lo que quería, y la he tirado contra el suelo. No te digo nada, cuando alguna se me ha caído. También he tenido accidentes…
Por curiosidad. ¿Ha tenido sabañones?
No. Incluso tengo las manos calientes. El barro cuando lo estás trabajando se calienta.
¿Llega a ver simbiosis entre las manos y el barro?
Y con el torno es una cosa tremenda. Una amiga mía decía que le daba la satisfacción del sexo. En mi caso, nunca la he tenido. Eso sí, es tan agradable, tan agradecido,… Además, el barro rojo nunca estropea las manos. Sin embargo, estos que he utilizado aquí, hay que tener cuidado e hidratar las manos.
¿Se prepara físicamente para trabajar?
No. Físicamente, no. Camino mucho. Pero, si me preparo mentalmente. Es verdad, que el trabajo genera una energía en mí muy buena. Ahora estoy extenuada, tanto física como mentalmente.
Estamos al final de la exposición y vemos una mujer que se cubre el rostro con las manos.
Vuelven a ser mujeres que han sufrido violencia. Es un tapiz de porcelanas que la aligero con papel, donde se ven relieves, como si fueran grabados. Algunas pueden parecer que están rotas, no es así, son las cicatrices que va dejando la vida. Mueren seres queridos, te maltratan, te echan del trabajo… Es un trabajo de investigación, casi siempre mis proyectos más interesantes nacían en la escuela.
¿Por qué las velas?
Unas de las exposiciones que me hizo el Conseller de Mallorca fue en la capilla de la Misericordia y había el mismo número de velas que mujeres asesinadas por violencia de género.
Ya llevamos tres este 2024.
Es espantoso.
¿Por qué con la cara tapada?
Porque se avergüenza. Muchas veces ni siquiera lo denuncian, se quedan calladas. Pero, mantiene la verticalidad, que es donde está su dignidad, donde se tiene que salvar, salir adelante, por sí misma, por su familia,… incluso por todas las mujeres.
El recorrido concluye con dos esculturas, una de ellas con un tocado de plumas, donde se intuye la libertad, el vuelo, la liberación, la belleza. La exposición se cierra con un canto a la esperanza pidiendo ni una más. No más violencia de género, no más mujeres maltratadas, no más mujeres asesinadas, hagamos que esta sociedad sea más justa, solidaria, igualitaria y libre. «Es un canto a la esperanza y vamos todas juntas», concluye Amelia García.
2 comentarios en ««Los hombres estáis tan implicados como nosotras en la igualdad»»
Excelente entrevista. Las respuestas de esta escultora revelan una gran madurez personal y una gran solidez artística. Enhorabuena
Da gusto leer entrevistas con tanta verdad, con tanto contenido y respeto mutuo. La exposición es muy , muy especial como lo es la artista. Cuanto más la ves, más te gusta.