Los fetichismos pueden convertirse en una forma de encontrar el placer sexual, pero en algunos casos también derivan en comportamientos peligrosos e incluso delictivos, ya que atentan contra la integridad tanto del propio fetichista como de terceros. En estos casos, la terapia puede convertirse en una de las maneras de tratar a estas personas, logrando detectar el origen del problema y eliminando ese tipo de pensamiento.
Recientemente, La Crónica de Salamanca se hacía eco de un fetichista que contactaba por teléfono con empresarias y profesionales salmantinas pidiéndoles, a cambio de dinero, prendas de ropa tales como bragas, medias o zapatos. “Compro ropa usada y pago bien”, aseguraba el hombre, llegando a indicar a esas mujeres que, “si quieres, seré tu enano financiero”.
Según la definición de la RAE, el fetichismo es la “desviación sexual que consiste en fijar una parte del cuerpo o alguna prenda relacionada con él como objeto de excitación y deseo”. Por su parte, la psicóloga Leticia Martín Enjuto ha explicado a La Crónica de Salamanca que el fetichismo, “es un tema delicado, porque hay que conocer qué esconde y, sobre todo, qué impacto tiene contra la propia persona y contra su entorno”.
Así pues, pese a reconocer que, “el fetichismo ocupa un papel dentro de la sexualidad de muchas personas”, la profesional insiste en que, “se ha de ver qué hay detrás, qué anima a la persona a ser fetichista y hasta qué punto hay un componente saludable detrás”.
De la misma manera, señala que, “si hay un fetichismo que, en frecuencia, en intensidad, en duración, etc., está generando un impacto negativo y es disfuncional, puede contemplarse dentro de una parafilia o desviación sexual”. Si bien, también cabe la posibilidad de que “se trate de un fetichismo sano, que no implica un impacto absoluto y que determinadas prácticas puedan estimularle de una manera concreta teniendo siempre el consentimiento de la otra parte”.
Respecto a la existencia de patologías que puedan derivar en los fetichismos, Martín Enjuto aclara que hay “diferentes parafilias” que “pueden remar a favor o en contra de esas fantasías sexuales de tipo excitatorio”. “El placer sexual, cada persona lo entiende de una manera. Dicho esto, es verdad que hay muchas parafilias con un punto de extrañeza mayor o menor, por lo que habría que estudiar si ese comportamiento sexual obedece a una de ellas o no”.
Una vez estudiado cada caso concreto, el fetichista en cuestión podría llegar a considerarse enfermo “si ese fetichismo se está utilizando con un ánimo de infringirse daño a sí mismo o a un tercero”. “Se ha de ver si realmente impacta contra la salud mental de uno mismo o de terceros”, añade la psicóloga, matizando que, “la palabra ‘enfermos’ no me gusta utilizarla en exceso”, así como que, “hay que ver hasta qué punto realmente esconde una problemática o unos códigos establecidos entre la pareja y que son funcionales”.
En la misma línea, también podrían considerarse peligrosos “si atentan contra un tercero”, y es que, “si finalmente un fetichismo se vuelve obsesivo, se desmarca de la realidad, puede rozar con el delito”.
“Puede que ese fetichismo concreto cohabite con otras patologías y la asociación entre todo ello genere cierto peligro. Todo es cuestión de ver hasta dónde puede llegar esa persona fetichista. A priori, un fetichismo que no englobe ningún aspecto que vaya en contra de un tercero, no tendría por qué considerarse peligroso. En caso de que atente contra la voluntad o la integridad, evidentemente sí posee un componente peligroso”, expone la profesional de la salud mental.
Finalmente, la psicóloga ha detallado cómo podría ayudar la terapia a los fetichistas, algo para lo que es básico “detectar cuál es la base y el trasfondo del fetichismo”, así como si “le resulta positivo o no a la persona”.
En este sentido, indica que “nos podemos encontrar con un paciente que no tiene ningún tipo de problemática con tener un fetichismo concreto o encontrar placer en una práctica concreta. Siempre y cuando sea consentida, consensuada y dentro de unos códigos, no habría problema”. “Ahora bien, si genera una sensación de ansiedad, de miedo… Ahí tenemos un problema, y ahí sí que vamos a ver cuál es la raíz, cómo podemos intervenir y cómo se podría tratar de desmitificar o quitar ese tipo de pensamientos mediante la terapia cognitivo-conductual”, concluye.