La economía estadounidense, que marca el ritmo al que bailan los mercados, sigue dando señales contradictorias.
Los indicadores adelantados de actividad continúan dando muestras de debilidad creciente, mientras que los componentes de la inflación de carácter más estructural siguen registrando tasas de crecimiento demasiado elevadas, con clara resistencia a moderarse.
En definitiva, un contexto hoy por hoy complejo e incierto para las bajadas de tipos de interés que el mercado espera que lleve a cabo la Reserva Federal a partir de junio.
En este sentido, si la autoridad monetaria estadounidense demorara en exceso las bajadas de tipos, el crecimiento económico podría verse dañado de manera más relevante; pero si comenzara a bajar antes de tiempo, la inflación podría volver a desbocarse.
En esta disyuntiva, el mercado mantiene por ahora la confianza en que las piezas de este puzle acabarán encajando en tiempo y forma y, en esa confianza, prácticamente desprecia en estos momentos el riesgo de sorpresas negativas de cara a las próximas semanas y meses.
Tanto es así que los indicadores de momentum de los índices bursátiles principales se encuentran hoy por hoy anclados en niveles de «extrema avaricia», una situación nada saludable y difícilmente sostenible por largo tiempo: en los mercados, el desprecio por el riesgo acaba siempre pagándose caro, y la psicología del mercado acostumbra a pendular antes o después, más o menos rápido, entre la avaricia y el pánico.
Sin perjuicio de lo anterior, los mercados siguen y seguirán brindando oportunidades; siempre lo hacen. Pero ahora conviene ser, si cabe, aún más selectivos y, sobre todo, mantener en todo momento un estricto control del riesgo abierto en cartera (riesgo máximo de pérdida). Al fin y al cabo, es precisamente la gestión profesional y estricta del riesgo abierto la que, más pronto o más tarde, acaba marcando la diferencia entre la generación de rentabilidad y el sufrimiento de quebrantos de proporciones épicas. Los que llevamos ya muchos años en los mercados hemos tenido ya la triste experiencia de ver a no pocas personas llorar como niños, abatidas por haber arruinado a sus familias, porque en un momento dado, en plena fiebre especulativa, se dejaron llevar con todo por su avaricia…