Una década puede parecer una franja de tiempo relativamente corta, pero usamos tramos de diez años casi sin darnos cuenta para marcar los momentos importantes de nuestra existencia: la década de los treinta, los cuarenta y su crisis, los cincuenta y su otra crisis, los sesenta y la jubilación, etc. Por eso no es de extrañar que cualquier proyecto o iniciativa que llegue a los diez años lo celebre como el auténtico éxito que representa ese hito. Pero es que en la prensa… rigen otras normas. Y en esta ciudad, más.
La Crónica de Salamanca es, probablemente, el medio de comunicación más modesto de la ciudad. O de los más modestos. Esto no representa necesariamente un enorme mérito, en una localidad donde parece haber un proyecto de comunicación por cada cien habitantes. Más allá de la sobreabundancia de medios de comunicación en un lugar en el que, sinceramente, no se genera información para tanta «pluma», el reducido equipo de La Crónica tiene todo el derecho del mundo a celebrar su décimo aniversario con un componente de orgullo extra.
Porque ser pequeño no representa un valor per se; de hecho estoy seguro de que en La Crónica de Salamanca les encantaría tener los medios materiales, la influencia y el abolengo de otros medios. Pero seguramente declinarían, si a ese poder de facto para señalar, ensalzar o denostar a personas, empresas, partidos y partidarios le acompaña la obligación implícita de mentir o de contar la verdad a medias, que es peor. En La Crónica no va así.
En este humilde digital se ha respirado siempre libertad. No quiero decir que sea imposible hacer uso de ella en otros medios, pero sí que La Crónica ha pagado un alto precio por ejercerla hasta sus últimas consecuencias. Porque en esta ciudad, como en todas, hay resortes de influencia, líneas invisibles que conectan instituciones, despachos, negocios, intereses y otras ruedas dentadas que permiten que la maquinaria del poder haga lo que hace el poder siempre: marcar el camino que interesa a quien lo ostenta. Te guste o no.
No tengo constancia de un medio de comunicación más honesto y humilde que se haya visto tan ninguneado en el reparto de ese maná que es la publicidad institucional; un maná que luego explica titulares, sonrisas cómplices en pasillos y salas de prensa, reportajes elogiosos y campañas desvergonzadas de defenestración pública. Porque, no nos engañemos, a los medios de comunicación, en Salamanca y en Montevideo, se les engancha por las gónadas a través del dinero.
Esto lo saben en este digital, como lo saben en otras redacciones de la ciudad, que han permanecido mudas y cómplices, a pesar de que sufren también, en otros grados, esa tiranía clientelar de la publicidad y otro tipo de ataques de los que aquí se podría hablar, y mucho. Pero en la Crónica llevan diez años vadeando los rápidos en sentido contrario, mientras otros siguen la corriente. ¿Mérito? Lo tienen todo, y cabe felicitarles.
Por. César Brito.
1 comentario en «Vadear los rápidos»
César, lo clavas. Son enormes las gónadas que no se dejan agarrar por las zarpas de los de siempre. Felicidades a La Crónica, 10 años siendo grandes desde la pequeñez.