El Lazarillo de Tormes tiene autor

Aparte del testimonio del padre Sigüenza, hay otros muchos indicios que avalan a fray Juan de Ortega como autor del Lazarillo.
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Lazarillo y el ciego, obra de Agustín Casillas, junto al Puente Romano.

Cuando hablamos de las grandes obras de la literatura clásica española es un lugar común decir que el Lazarillo de Tormes es anónimo porque no se sabe quién lo escribió. En una rápida consulta a la Wikipedia puede verse que hay casi 20 candidatos propuestos, casi todos ellos figuras relevantes de las letras en el siglo XVI.

Algo que desconocen los no especialistas es que salvo dos de estos candidatos los demás son invenciones modernas aparecidas en el siglo XX y en lo que llevamos de éste. Las únicas atribuciones que son casi contemporáneas de la novela son las del fraile jerónimo fray Juan de Ortega y la del escritor, embajador imperial  y humanista de gran cultura Diego de Hurtado de Mendoza. La de este último ha sido muy investigada y muy defendida, pero nunca ha habido manera de encajar un personaje tan humilde como Lázaro de Tormes en la personalidad y estilo de un hombre perteneciente a una de las familias más linajudas de Castilla.

Nos queda pues el fraile jerónimo, de quien nadie ha llegado nunca a investigar su vida pese a ser no solo la candidatura más antigua sino la única de la que disponemos un testimonio directo. Otro jerónimo, fray José de Sigüenza, escribió en su Historia de la Orden de San Jerónimo que el Lazarillo lo había escrito fray Juan de Ortega y que el indicio de ello era que se había encontrado en su celda el borrador de la obra de su propia mano escrito.

Y no solo dijo eso, sino que describió la personalidad de fray Juan como la de alguien muy capaz de escribir esa obra. Lo retrató como hombre de ingenio fresco, amante de las buenas letras y de carácter tolerante y jovial. De hecho, le recriminaba su espíritu innovador por haber querido introducir novedades en el funcionamiento de la Orden Jerónima cuando fue elegido General, cargo que ocupó de 1552 a 1555.

Sigüenza también apuntó que se decía que fray Juan de Ortega había escrito El Lazarillo cuando era estudiante en Salamanca, pero en esto un hombre tan riguroso como él mostraba dudas porque recogía la opinión de quienes lo habían conocido, que tampoco debían estar muy seguros de cuando lo escribió. Lo más probable es que lo hiciera no siendo joven sino siendo ya General, con casi 60 años. De hecho, las primeras ediciones del Lazarillo son de 1554 y coinciden con el periodo en que fue elegido para ese cargo.

Sí es seguro que lo que sus hermanos de Orden encontraron en su celda, se supone que después de su muerte en 1557, fue el borrador de la obra y no ninguna copia como se ha intentado argumentar para descalificar la autoría de fray Juan. Cualquier persona medianamente cultivada del siglo XVI sabría distinguir un borrador de una copia, dado que la imprenta todavía no estaba muy desarrollada y circulaban muchas obras manuscritas además de las cartas escritas a mano. Un borrador contiene enmiendas y tachaduras, dado que es un primer esbozo. Es fácil de distinguir de una copia que es un simple traslado mecánico en el que el amanuense se limita a traspasar las palabras que ve escritas en el modelo para sacar una reproducción limpia.

No tiene tampoco sentido que todo un General de la Orden Jerónima se pusiera a hacer una copia de una obra que podía adquirir por unas pocas monedas, dado que en 1554 debió de haber miles de ejemplares del Lazarillo a la venta. Conocemos cuatro ediciones de ese año en diferentes ciudades pero pudo haber más. La prohibición inquisitorial llegó cinco años más tarde, en 1559, por lo que hubo tiempo más que suficiente para que la obra impresa se difundiera y cualquiera pudiera comprar un ejemplar.

Hay quien alude a la prohibición inquisitorial para negar la autoría de un religioso que guardaba la ortodoxia católica, pero se olvida que la Inquisición también prohibió ese año obras de autores que luego subieron a los altares, como San Francisco de Borja o el beato Juan de Ávila. Eran tiempos recios como los describió Santa Teresa de Jesús.

Lo que ha ocurrido a lo largo de la historia es que ha habido cierta resistencia a admitir lo que es tan obvio debido a dos prejuicios arraigados. El primero que el Lazarillo no podía ser obra de alguien del que no se conocía obra alguna, y  el segundo que no podía ser su autor un religioso porque en la obra se critica la conducta poco evangélica de varios hombres de la Iglesia. Ambos prejuicios son fácilmente rebatibles. A Fernando de Rojas no se le conoce como autor de otra obra que La Celestina, y precisamente eran los miembros de las Ordenes religiosas reformadas los que más luchaban por la reforma dentro de la Iglesia en unos años en que el catolicismo se enfrentaban al enorme reto del protestantismo.

Aparte del testimonio del padre Sigüenza, hay otros muchos indicios que avalan a fray Juan de Ortega como autor del Lazarillo. En esta serie de artículos que ahora comenzamos iremos aportándolos. Basta por ahora decir que no hay otro candidato que viviera casi toda su vida a la vera del río Tormes  como este fraile jerónimo que fue dos veces prior en su monasterio de Alba de Tormes. Parece una obviedad pero la novela trata de la vida de un tal Lázaro que lleva el sobrenombre de Tormes. 

Por. Antonio García Jiménez. Biblioteca Nacional de España

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